Urgente Dos detenidos por la agresión a tres aficionados del Villarreal tras el derbi en La Cerámica
Juanto Solano y Alicia Agut, separados y residentes en el mismo edificio de Valencia, él en el segundo piso, ella en el primero. Jesús Signes

Parejas valencianas: nos casamos tarde y duramos 15 años

Por cada diez enlaces nuevos se rompen siete en la Comunitat. A los tres lustros, las relaciones empiezan a desmoronarse. La tasa de nupcialidad repunta tras caer a mínimos históricos pero los jóvenes huyen del compromiso y aumentan las parejas de hecho. Abogados destacan las webs de citas como abono de infidelidades «sin salir de casa»

Domingo, 10 de diciembre 2023

María se casa en enero y, claro, está ilusionada. Pero en la zapatería donde fue a buscar el calzado de novia escuchó cuchichear a una ... dependienta: «¡Qué manía tiene la gente con casarse! Te gastas un pastón en la boda y un pastón en el divorcio». Tiene 36 años y asegura que muchas personas «ya me miran raro por casarme».

Publicidad

Las últimas estadísticas del INE confirman el fenómeno: la tasa de nupcialidad, que mide la cantidad de enlaces en relación a la población, alcanzó en 2021 el valor más bajo en la Comunitat en casi medio siglo: 3,25 matrimonios por cada mil habitantes. Los últimos datos de 2022 muestran un leve repunte y está por ver si se consolidará el ascenso.

En comparación con los años ochenta, la voluntad de comprometernos ceremonialmente con nuestra pareja, sea por vía religiosa o civil, ha caído a la mitad. Y se combina con un elevado porcentaje de matrimonios que naufraga por el camino.

¿Cuántos? En la última década se han formado 172.000 matrimonios y se han roto casi 114.000. La correlación muestra que siguen a flote poco más de un 30% de los enlaces que se generan.

En 2022, último año analizado, hubo algo más de 10.000 rupturas en la Comunitat. A razón de 28 disoluciones al día. Los 16.500 matrimonios formados en 2021 son la segunda cifra más baja en las series del INE (sin contar con la lógica anomalía del año de la pandemia), si bien la tendencia al descenso se rompió el año pasado con 20.000 enlaces anuales.

Publicidad

Mientras, se aprecia un ascenso del porcentaje de parejas de hecho en relación a las parejas casadas, lo que confirma la huida de formalismos matrimoniales y la búsqueda del modo más sencillo posible de compartir la vida. Las parejas de hecho ya suponen un 16% respecto al total de hogares con vínculos de amor entre sus moradores.

Una de las personas que mejor conoce el mundo de las rupturas es Palmira Trelis, presidenta de la sección de Derecho de Familia y Sucesiones del Colegio de Abogados de Valencia. «Vivimos en una sociedad materializada, con niveles de estrés laboral muy elevados, lo que choca de plano con la llegada de los hijos y la conciliación familiar», anota como factores clave.

Publicidad

Es el «cóctel terrible» por el que, pasados los 40 y después de más de 15 años de matrimonio, se llega a «una tasa de divorcios muy elevada, alta conflictividad y apenas entendimiento». Ese es perfil de quienes rompen en nuestra región, al que añade la presencia de uno o dos hijos por matrimonio en el momento del punto final.

En su dibujo de la ruptura media, para Trelis resulta «muy llamativa» la evolución al alza del otorgamiento de la custodia compartida de los hijos: del 15% de los casos del 2012, al 45'5% del 2022.

Los abogados valencianos de familia tienen una visión panorámica de los roces que minan los matrimonios: presión laboral y económica, la atención de los hijos, desgaste, falta de comunicación... Y, a partir de ahí, desenamoramiento e infidelidad, «acrecentada con la aparición de Apps de citas desde la que es francamente fácil conocer a otras personas sin necesidad de salir de casa».

Publicidad

¿Sabemos romper con cierta cordialidad? De momento, parece que no. «A día de hoy la conflictividad es alarmante», zanja la letrada. A su juicio deriva de la permanencia de normas «con necesidad de reforma urgente». Se refiere al punto del Código civil que atribuye el uso de la vivienda familiar y objetos de uso ordinario al progenitor que se quede con la custodia de los hijos. «Por eso se discute tanto por ella», anota.

En Suecia, por ejemplo, debe intentarse persuadir a los padres para que lleguen a un acuerdo sobre las cuestiones que afecten a sus hijos. «Un acuerdo total, que englobe descendencia y patrimonio, es positivo para todos los miembros de la familia», entiende Trelis.

Publicidad

La custodia compartida implica «medidas definitivas más igualitarias», como la cesión de la vivienda familiar por un plazo prudencial al cónyuge más necesitado de protección, o su venta y división del patrimonio común. También el reparto de gastos de los hijos entre ambos por mitad o en proporción a sus ingresos.

Esto, ahonda Trelis, permite a ambos miembros del matrimonio más tiempo para rehacer sus vidas, y en muchas ocasiones, a contraer segundas nupcias, «que curiosamente gozan de una mayor duración porque hay un bagaje y un aprendizaje previo que ayuda a evitar los conflictos».

Noticia Patrocinada

Trelis apunta una reivindicación: «una jurisdicción específica y especializada de Familia. Sólo tenemos juzgados especializados en la ciudad de Valencia, de modo que los matrimonios en los pueblos se enfrentan a juzgados mixtos que igual resuelven un desahucio que un divorcio».

¿Romper o convivir con el conflicto?

 

Mónica Bolufer es catedrática de Historia Moderna en la UV e investigadora principal del proyecto CIRGEN. «El matrimonio no es, en la sociedad actual, la única fórmula de vida estable en pareja», destaca. Y apunta otra clave que explicaría los altos porcentajes de rupturas: «La separación y divorcio puede ser más razonable que la continuidad de una convivencia conflictiva».

Publicidad

Según la experta, «la idea de que la convivencia de pareja debe ser de por vida y que una ruptura implica un fracaso se ha sustentado a través de los siglos en la legislación, pero también en los ideales morales y los modelos literarios». La historia del matrimonio y otras formas de convivencia «nos previene contra una idealización de la unión conyugal en el pasado, lo que ayuda a calibrar mejor los cambios en el presente».

Cada año alejamos más y más el momento del 'sí quiero'. Si la edad media al primer matrimonio en los ochenta estaba en 25 años, ahora se sitúa en 35 y ahí lleva inamovible los últimos tres años. Consultamos a una joven en el punto intermedio. Se llama Tamara y tiene 31 años: «No pienso casarme, es un compromiso demasiado grande», sentencia muy decidida.

Publicidad

¿Qué piensan en su generación? «De mis diez amigas más cercanas y de la misma edad sólo dos se han casado, una se ha divorciado y otra que iba a casarse se echó atrás», resume. «Todas coinciden en que no quieren un novio para toda la vida, no se fían y hay miedo a comprometerse, entienden que no hay ninguna necesidad para hacerlo». Mientras, entre sus amigos, «todos tienen novia pero muchos se quejan de infidelidades y lo alargan». 

Mercedes Alcañiz es doctora y profesora de Sociología en la Universitat Jaume I de Castellón. «Hemos pasado del matrimonio religioso al civil, a las parejas de hecho y luego a convivir sin ningún tipo de papel», reflexiona. Quienes se enamoran «ya no consideran que el estado deba inmiscuirse en sus vidas privadas».

Publicidad

La experta observa que muchas parejas «conviven muchos años antes de contraer matrimonio». Estima que seguirán existiendo, «pero es su duración y forma lo que caracteriza nuestro tiempo». De una manera de establecer la relación «se ha pasado a un abanico de posibilidades que los jóvenes eligen en función de ideología, economía o valores, por ejemplo anteponer la carrera a casarse como antes era lo habitual, especialmente en mujeres».

 

Mari Carmen y Andrés se miran con cariño tras haber celebrado sus bodas de oro en Valencia. Damián Torres

Andrés y Mari Carmen Medio siglo juntos

«Decir 'me separo', mucho. Hacerlo, jamás»

Juntos hasta el final. A Andrés Medina y Carmen Pérez, de 69 y 68 años, les da igual el desplome de la nupcialidad o los altos porcentajes de ruptura. Llevan juntos desde que tenían 16 años, acaban de celebrar las bodas de oro. Son padres de dos hijos y abuelos de cuatro nietos. Y a estas alturas de la vida no albergan dudas: «Hasta que la muerte nos separe», zanjan entre incombustibles gestos de cariño.

Publicidad

Él fue instalador de gas. Carmen, peluquera. Hoy ambos están jubilados. Y sus recuerdos vuelan a «los billares de al lado de casa», en la Valencia de 1973. «Yo la vi allí y me dije: esta para mí». Pero aquella Carmen de 18 años no lo tenía tan claro: «No quería todavía rollo. Íbamos en pandilla pero fue tan perseverante que al final me convenció». Fuero el primero y la primera, el uno respecto al otro. «Antes no teníamos tantas parejas», resumen.

Muy poco después llegó su primera hija, la boda y el segundo, nueve años después. Como en cualquier pareja, tenían diferencias: Carmen es «muy ordenada y él, no. Y diría que ha empeorado», bromea ella. Para Andrés su mujer «se queja mucho. Que si esa camisa no te queda bien. Ponte otra...» Él más tranquilo, ella más nerviosa. «Soy como el champán, que a veces exploto», se describe.

El matrimonio admite que su relación ha pasado por momentos delicados, «en especial durante la adolescencia de los hijos». Andrés, más disciplinado, Carmen con más manga ancha «pero al final se han criado bien», valoran, «y se les ve orgullosos de que nuestro amor haya durado». Cuando acabó su educación «notamos más equilibrio y respeto entre nosotros», confiesan.

Eso sí, instantes críticos hubo. Muchos. «No sabemos ya ni cuántas veces pronunciamos la palabra separación. Casi siempre por chorradas. Pero jamás lo hicimos, pesó más el cariño». Según Andrés, «cuando uno está muy enfadado dice lo que no toca. Es mejor irse a dormir y 'mañana hablamos' que darle vueltas...». Y Carmen apunta entre risas: «Y que no me pregunte por la mañana si estoy enfadada porque entonces me vuelvo a enfadar».

Publicidad

Sus hijos han seguido el camino del matrimonio. La mayor estuvo muchos años conviviendo con su novio hasta que se casó con 42 años. El pequeño se casó antes, con 27 años. En opinión de la pareja, «la gente joven quiere garantías, por eso se juntan tanto tiempo antes de casarse y a veces ni siquiera dan ese paso». Y dejan un consejo: «Lo más peligroso de todo es tener hijos para intentar arreglar conflictos de pareja, porque con los hijos siempre hay más disputas».

Andrés y Carmen remarcan que no han sentido presiones para que su matrimonio dure para siempre. «Ni de la sociedad ni de la familia. Lo nuestro ha sido más amor que compromiso», zanjan. «De lo contrario no habríamos durado 50 años».

Juanto y Alicia, divorciados, posan en el rellano de su edificio, en Valencia. Jesús Signes

Juanto y Alicia Separación con proximidad

«Tú en el primero y yo en el segundo»

'Tú a Boston y yo a California'. Una de las películas más célebres sobre los jaleos del divorcio no resume la situación de Juan Tomás Solano, un enfermero de 57 años, y Alicía Agut, una dependienta de 54. En su caso el título del filme de su vida sería 'Yo en el primero y tú en el segundo', pues ese es el lugar que ocupan sus hogares en un edificio de Valencia. Separados, pero vecinos techo con suelo. Y eso que cada uno ha tenido nuevas parejas y nuevos hijos que ahora comparten juegos y cordial vecindad sin resquemor ni malos rollos.

Cupido les metió el flechazo en 1993 en un pub de Juan Llorens. Él 26, ella 23. Él era... «No lo sé», estalla en risas Alicia. «Quizá romántico, cariñoso, majo...». Ella era «muy alegre y guapa», recuerda Juanto. Tras seis meses de arrebatador noviazgo se dieron el 'si quiero'.

Publicidad

«Quizá nos casamos demasiado pronto», reflexionan ahora. «Igual con dos años más de noviazgo nos hubiéramos dado cuenta de que no congeniábamos lo suficiente». Pero sucedió algo de lo que no se arrepienten: «Lo mejor de todo fue Adriana, nuestra hija», hoy una joven de 26 años.

Ella nació al cabo de tres años de matrimonio, en 1996. Y, años después llegaron los nubarrones de tormenta. Entramos así en el momento más delicado. Que si Juanto era «excesivamente aseado» para Alicia. Que si Alicia todo lo contrario para él. Conflictos relacionados con las tareas domésticas o con el gasto familiar derivaron en fricción, enfados, reproches y desgaste... Y, en medio, una niña crecía entre dos padres que no se entendían.

«Somos muy distintos y nos desenamoramos a la vez», concluyen. El divorcio llegó en 2003 y la custodia de la hija quedó para la madre. «Al principio lo pasó mal, pero luego comprendió que fue la mejor decisión. Ahora se lleva de maravilla con los nuevos hijos de nuestras nuevas parejas», coinciden sus padres.

En lo patrimonial, Juanto compró la parte de la casa que pagaban a medias y se quedó allí a vivir. «¡Pero primero me tuve que largar a casa de mi madre porque no te ibas!», reprende entre risas a su ex. Pero la cordialidad y el respeto se impuso y después hasta avisó a Alicia de que se alquilaba el piso de abajo. Y así Adriana lo tuvo mucho más fácil. Cuando quería ver a papá subía unos pocos peldaños y si quería estar con mamá deshacía el camino. «A cualquier hora, nos olvidamos de la custodia y los tiempos», detallan.

Publicidad

Y entonces apareció en escena Nacho, el nuevo compañero de Alicia. «Sin ningún problema», recuerda Juanto, «hasta se subía a mi casa a ver el fútbol porque los dos somos del Barça». Y con el nuevo compañero de su ex llego una niña que hoy tiene 14 años. Juanto también siguió su senda sentimental en el segundo piso. Llegó pareja nueva y, recientemente, un pequeño que corretea por la casa y juega con la adolescente encantado. «Dejamos atrás los egos y resquemores. Romper fue una buena decisión y vivir tan cerca, también», coinciden.

La anárquica relacional Álex López con Cati, una de sus cuatro relaciones íntimas. LP

Álex López Anárquica relacional

«Tengo cuatro relaciones íntimas»

Álex López tiene 38 años y encarna el modelo de nuevas relaciones sentimentales que escapan de los moldes tradicionales, tanto en diversidad como en cantidad de componentes. Creció en un matrimonio heterosexual, es la menor de dos hermanos y siente su bisexualidad desde los 12 años.

Ejerce como administrativa, llegó a casarse por vía civil y formó un matrimonio heterosexual con un hombre en 2011. «Pero en 2019 nos separamos. No coincidíamos. Yo quería una anarquía relacional y él no estaba de acuerdo». Fruto de esa relación hoy rota nacieron dos hijas que hoy tienen 10 y 12 años y crecen en régimen de custodia compartida.

Desde el lenguaje tradicional podríamos decir que Álex tiene dos novios, Pau (desde hace cinco años) y Dani (desde hace cuatro), y dos novias, Cati (desde hace un años) y Silvia (desde hace tres). «Prefiero llamarlos mis vínculos, mis relaciones íntimas, porque son todos mucho más que amigos», matiza,

Publicidad

No comparten techo los cinco de manera fija, salvo en los encuentros individuales o en grupo. Tampoco, gastos del hogar, «aunque sí algún apoyo puntual cuando alguno lo necesita». Lo que sí hay son momentos de convivencia personal, ocio o educación respecto a las hijas de Álex. Preguntada sobre cómo se organiza la vida sexual en este contexto amoroso explica: «No marca diferencia entre los cuatro. Les quiero por igual con independencia de la actividad sexual».

Los cuatro son bisexuales y todos tienen otras relaciones sentimentales estables con otras personas además de Álex. «Los celos pueden aparecer a veces, pero se habla, se gestiona y se resuelven», anota. «Los percibo a todos, sin distinción, como mi familia escogida».

«Entre todos pactamos los momentos que queremos pasar con cada uno y las niñas lo viven con naturalidad. Saben que son algo más que un amigo o amiga de mamá y ya está», detalla Álex. No todo es color de rosa en la anarquía relacional. «Sí he sentido algo de rechazo en familia y antiguas amistades tras conocer mi modo de vida. Pero me preocupa poco. O me aceptas como soy o hasta luego», zanja.

Álex es la presidenta de ARAEN (Asociación para las Relaciones Afectivas Éticas No-normativas) de Valencia, con unas 60 personas a favor de estos nuevos modelos sentimentales como la anarquía relacional o el 'poliamor'. «Esto no va de sexo, ni de orgías ni intercambio de parejas. Somos gente con relaciones estables y con compromiso, aunque sea en grupos de más de dos», resume.

Publicidad

 

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€

Publicidad