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Hay formas y formas de vivir la Navidad. Algunas son más sobrias. Otras, en cambio, derrochan pasión e intensidad. Hay hogares de Valencia que rompen la sencillez habitual y llevan la fiesta a una dimensión diferente, dedicando meses y miles de euros para preparar iluminaciones y belenes espectaculares año tras año. Un esfuerzo tanto personal como económico que encarnan, por ejemplo, Cruz María Pérez, la familia Gómez Arbesú, Felipe Civera y Belén Gómez. Empujados por una motivación familiar, artística o espiritual, estos cuatro protagonistas representan una vertiente extraordinaria de las viviendas durante estas fechas. Hacen de sus casas museos de luz y arte.
Las encuestas de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) indican que cada español gastará durante estas Navidades una media de 745 euros. Una cifra diez euros superior a la de 2022 a pesar del entorno de inflación. La ilusión es el motor durante estas fiestas, siempre cargadas de reuniones, planes y regalos. La mayoría maneja un presupuesto similar al del año pasado, mientras que un 21 por ciento de los consultados afirma que desembolsará más dinero. Un 17 por ciento, recortará.
Una tendencia refrendada por Vicente Inglada, secretario de la Unió de Consumidors de la Comunitat de Valenciana. «La partida en la que deciden gastar más es la de regalos», afirma. Por debajo figuran las comidas, las fiestas, los viajes y la lotería. Y hay un sector de la población que antepone la decoración a otros aspectos de la Navidad, diseñando hogares fascinantes. Iluminaciones copiosas, jardines plagados de muñecos y colores, belenes que te embarcan en un viaje a Oriente... Toda una experiencia.
La Cañada
Un muñeco de nieve, un pingüino y tres cascanueces hinchables custodian con alegría la entrada del chalet de Cruz María Pérez. Vive en una amplia casa de la Cañada que se convierte en toda una atracción para los niños durante las fiestas navideñas. El jardín, el porche y la fachada de su residencia se llenan de luces y personajes al más puro estilo americano. «Tengo cuatro hijos y tres son dependientes. Como no les gusta mucho salir ni el bullicio de la calle, pensé: 'Pues voy a traer la Navidad y Halloween a casa para que ellos disfruten'. Al principio fue para ellos, pero como la gente pasaba y se paraba decidí abrir la puerta para que entrasen. Sobre todo por los críos. Es muy bonito ver cómo disfrutan», comenta. Actualmente, este hogar se presenta como una parada obligatoria incluso para turistas.
Cuando anochece, cerca de las 18 horas, el chalet de Cruz María se transforma. Desde la distancia puede localizarse por la exuberante iluminación. Tarda cerca de una semana en recoger la profusa decoración dedicada a Halloween y, justo después, se pone manos a la obra con los adornos navideños. «Son unas tres semanas. Es muy trabajoso, porque lo pienso, me lo imagino, a lo mejor pongo una cosa y luego no me gusta y la quito… Le dedico tiempo», explica. En la entrada, incluso tiene un buzón especial para que los niños echen las cartas.
Empezó con esta afición hace seis años: «Al principio fue poquito, sólo la fachada. Cada Navidad cojo una temática nueva. Voy cambiando. Este año me he decantado por las luces, muchas luces. Otras veces, por ejemplo, he llenado todo de cascanueces». Pero hay algo fijo: los voluminosos muñecos hinchables. «Es lo que más les gusta a los nanos. Sobre todo los que tienen movimiento, como el Papa Noel que sale de la chimenea». Hay cerca de 40 en el jardín y funcionan con un motor eléctrico que incorpora un ventilador. Incluso ha recreado el nacimiento de Jesús con inflables. Todos van conectados a la luz: dragones, dinosaurios, muñecos de nieve, osos polares, un castillo, galletas de jengibre... «Toda la casa está rodeada de enchufes», destaca. Además, genera efectos que encandilan a los más pequeños como una máquina de nieve y otra de pompas.
Este año ha puesto énfasis en los globos aerostáticos. «Este es de atrezzo», dice señalando uno de gran tamaño en el porche: «Los fotógrafos profesionales cambian mucho de decorados y luego los venden de segunda mano. Y así lo consigo. Estoy metida en un foro de cosas de segunda de Navidad en España. Hay cada vez más. Y las otras cosas son todas de fuera. Los inflables son todos de fuera, comprados por internet». Ha colocado con especial cariño las bolas: «Las usan mucho en las casas americanas. Me ha costado encontrarlas. También me hacen mucha ilusión los trineos. Tengo una colección de distintos tamaños». Además, recurre a la artesanía: «Lo que hago yo son los adornos, me gusta mucho hacer coronas. Las preparo durante todo el año. También cojo ruedas de bicicleta y las adorno«.
La fachada está envuelta de luces de led. «Las monta un electricista. Las tengo cuatro o cinco horas cada día», comenta. Este es uno de los motivos por lo que, hace un año, decidió instalar placas solares en la vivienda. La mente de Cruz María ya trabaja en las Navidades futuras. Se ha propuesto adquirir un cascanueces de madera maciza de gran tamaño y con luces: «En Alemania tienen unos preciosos, pero no los exportan». Lo conseguirá.
Chiva
A McAdenville acuden cada año más de medio millón de turistas para ver las luces de Navidad. Este lugar, situado en Estados Unidos en el estado de Carolina del Norte, es uno de los puntos que no hay que perderse si uno vive por allí. Chiva está en línea recta a 7.095 kilómetros de McAndeville pero la casa de la familia Gómez Arbesú podría formar parte del paisaje americano. La vivienda, ubicada en la partida de La Murta, es la más visitada cada Navidad en este municipio valenciano.
«Para mí es una época muy especial y para toda la familia es uno de los grandes momentos del año. Es un recuerdo muy bonito para nosotros, los más mayores, porque nos lleva a esa época del año en la que sabes que te iban a regalar algo: una pelota, una muñeca, un caballito de cartón...», señala Ramón, que junto a su esposa, Esther, planifican durante todo el año la decoración navideña: «Intentamos innovar para que siempre no sea igual». Este 2023, un Papa Noel de tamaño natural hace las delicias de todos los vecinos que pasan por la puerta. Al hablarle, comienza a cantar canciones navideñas y a bailar. La casa está llena de proyectores, de adornos y de luces, que iluminan la calle durante todas las fiestas. «Calculo que habrá unas veinte mil leds y más de cuatrocientos metros de cable», señala Ramón. Los nietos corretean por el interior de la casa, al tiempo que en la escalera varios muñecos se ponen a cantar y a danzar.
Por dentro, la casa tiene su nacimiento y su Laponia particular. Además, Ramón y Esther abren la puerta encantados a todos aquellos que quieren tocar a la puerta y ver la decoración: «Todo el mundo es bienvenido».
Meliana
Cuando no está trabajando como conductor de ambulancias, sus familiares y amigos saben dónde encontrarle. No falla. «Aquí paso la vida», cuenta Felipe Civera mientras muestra los entresijos de su taller. Se trata de una planta baja que también utiliza como cochera salvo en estas fechas. Durante las fiestas navideñas, despeja el acceso para que todo aquel que quiera entre a contemplar su última obra. Este célebre vecino de Meliana hace del belén un arte. Cada año lo transforma, empezando de cero. Comparte el espíritu de las Fallas. Ocupando 25 metros cuadrados fascinantes, reconstruye escenas llenas de realismo, profundidad y magia. Más de 1.000 figuras de todos los tamaños. Un diorama que te absorbe con diferentes efectos de luces al ritmo de la narración.
Felipe, de 63 años, mima cada pieza. Y se deja llevar por la inspiración del momento, por eso realiza cambios hasta última hora. Las creaciones llevan la firma de la familia Civera-Novella, ya que trabaja de la mano de su esposa y su hija. «El belén se monta y se desmonta todos los años, y se crea diferente cada año. Todo esto se destruye y se vuelve a crear como las Fallas. Cuando termine la temporada, cuando pasen los Reyes Magos, se deshace y se prepara otra maqueta y otra situación. Conservo sólo las figuras», explica. Habla con pasión: «Me engancho todos los días. Cuando puedo, salgo del trabajo y me meto aquí».
La planta baja de Felipe está abierta al público desde el 18 de diciembre hasta el 4 de enero. Como desde hace 15 años. Y cuenta con un fondo solidario, ya que participa en la recogida de alimentos para Cáritas y promueve unas donaciones económicas que irán destinadas a ASID Horta Nord. Al cruzar la puerta, los asistentes llegan a Oriente. Este año, la temáticas es clásica: «Es la vida de Jesús. Nazaret, Jerusalén… Va por fases. Sigue el proceso. Está la Anunciación, la escapada hacia Belén, la anunciación a los pastores, el pesebre con el nacimiento y los Reyes Magos, la huida a Egipto... Se va encendiendo cada parte conforme el programa va explicando la historia. Son 13 minutos». Todo está coordinado. Sonido, luces y escenas.
En el altillo, se encuentra el taller. Su laboratorio. Está plagado de material, herramientas, moldes… Las estanterías están abarrotadas. Tiene expuestos los barcos de madera que un año diseñó. «Antes del Covid hice un mar con 350 litros de agua y con olas. Hicimos barcos a escala y navegables. Y se representaba la playa de Meliana. En otra ocasión representé Egipto, con el Nilo en primera línea», cuenta. Para evitar filtraciones, emplea fibra de vidrio y resinas.
Este año también está presente el agua, ya que ha incluido una noria que funciona con un detector de movimiento y rueda cuando se acerca la gente: «Trabajamos con figuras desde 30 centímetros hasta uno. Eso es para lograr la profundidad. Cuando se hace de día y sale el sol, se ve la profundidad». Al anochecer dentro de la historia, un proyector refleja en el cielo azul la estrella que indica a los Reyes Magos el camino hacia el pesebre: «Luego empieza una tormenta».
En total, Felipe calcula que el belén posee «entre 2.500 y 3.000 piezas». Contando sólo las figuras, más de 1.000. Algunas son originales de escultores como José Luis Mayo y Daniel Alcántara. «También hay bajo pedido, exclusivas, como las del pesebre», añade.
Siempre le han gustado las manualidades. «La afición por los belenes me viene de toda la vida, de pequeñito. Y luego conocí a mi socio Manolo Mellado, que en paz descanse. Me enseñó a trabajar y moldear todos estos trabajos. Compañero de la Asociación de Belenistas de Valencia, hemos montado en el Ayuntamiento, en L'Hemisfèric…», recuerda.
Las superficies del belén están realizadas manualmente por Felipe, quien emplea poliespan y pintura de tierra: «Todo lo que encuentro por ahí que me sirva lo adapto para las escenas que yo quiero. Los ambientes los creo yo. Todo lo que es la estructura y los edificios, también». Las palmeras están formadas «por trozos de piña cortados y pegados y cartulina con alambre».
No se le escapa detalle. Especialmente orgulloso se muestra este año de la escena de las bailarinas: «La jaima también es una preciosidad. Y la carpa de mercaderes, las pirámides….». En varias ocasiones, compra figuras en mercadillos y rastros y fabrica moldes de silicona para luego crear las piezas que necesita. Las viste, las adapta al contexto, las empalma... Trabaja con barro, marmolina y resina. «Las figuras ayudan a hacer el belén, pero los artistas las mejoramos, les damos vida. Una figura buena, si no tiene vida ni una escena bonita, no sirve para nada», afirma. Y cuenta con una peculiar forma de firmar su belén. Felipe le llama «okupa» en tono jocoso. Es una figura de sí mismo: un pastor que se encuentra junto al pesebre observando. Un cameo al estilo Alfred Hitchcock.
En cuanto a las luces y las antorchas, utiliza led. «Están hechas por mí, una por una. He quemado mucho, he roto mucho, he invertido mucho dinero... Pero todo para aprender», admite con un sonrisa. Los juegos de iluminación y sonido los controla a través de un sistema instalado en el altillo.
De cara al próximo año, va a fundar oficialmente la asociación de belenistas de Meliana con el objetivo de poner en marcha un taller. Quiere enseñar: «Mi casa está abierta a todo el mundo». Su obra de 2024 todavía es una incógnita: «No sé lo que voy a hacer el año que viene. Voy creando, voy rompiendo, voy haciendo…». Eso sí, tiene un anhelo: «Mi ilusión será hacer este mismo belén pero con figuras populares que cuenten la historia de Meliana. La huerta, los toros embolados, la pilota, la historia de nuestros abuelos... Y todo eso relacionándolo con las fiestas navideñas, con el nacimiento de Jesús».
Valencia
El pasado día 12 se produjo el encendido oficial en el número 51 de la avenida Reino de Valencia. Algo que surgió de una forma espontánea se ha convertido en una tradición dentro de esta comunidad de vecinos. Son 16 viviendas distribuidas en ocho plantas y, cuando se acercan las fiestas navideñas, dan vida a la calle con su iniciativa. Hace unos años, por una cuestión estética, algunos propietarios decidieron ir de la mano a la hora de decorar con luces las ventanas exteriores. La acción arrancó con cierta timidez, pero ha cogido fuerza. Mucha fuerza. La armoniosa fachada atrae la mirada de todo aquel que traviesa el céntrico barrio.
«Empezamos con mucha ilusión, pero no éramos muchos. Éramos cinco viviendas o así», cuenta Belén Gómez, la vecina que ejerció como impulsora. Recuerda el origen. «Fue muy informal. Se nos ocurrió a mi marido y a mí un día paseando y viendo las fincas iluminadas. Dijimos: 'Qué pena, qué espanto que cada uno ponga lo que quiera con lo bonito que quedaría todo igual'. Se lo comentamos a nuestro vecino, que es muy echado para adelante. Entonces compramos las mismas e hicimos un chat de vecinos y lo dijimos. Y les pareció buena idea», añade. Así surgió todo.
«Queríamos que la gente se uniera», recuerda Belén. De esta forma, optaron por un diseño neutro y «relativamente económico». Nada exagerado: «Como son pisos tan exteriores, son bastantes ventanas. Son seis ventanas». El vecino del ático se desmarca al emplear luces azules en lugar de blancas. Una manera de coronar la finca que recibió el beneplácito general.
Sin embargo, hay cuatro viviendas que todavía no se han adherido por diferentes razones. «No es la finca entera porque hay dos viviendas que están vacías. Nos faltan esas y dos más que no se acaban de decidir. Pero el dueño de una de las vacías ya nos ha dicho que el año que viene seguro que las pone», comenta Belén, quien subraya «las ganas» de las nuevas generaciones de la comunidad: «Tengo tres hijos y con muchísimo espíritu navideño. Es una finca en que, al haber mucha gente joven, hay mucho niño pequeño. A lo mejor vivimos un poquito más la Navidad que en otras fincas. En las fincas habrá de todo, pero en la nuestra los vecinos somos bastante bien avenidos».
La inversión está hecha y la iluminación se conserva de un año a otro. El horario de encendido establecido por los vecinos es de 20:00 a 01:00 horas: «Muchos lo tienen programado. Yo no, pero tengo un hijo que se encarga de eso, se acuerda siempre». Belén percibe cómo estas acciones se contagian: «Se nota que alrededor nuestro ya se iluminan mucho las casas. Nuestra finca no pasa desapercibida. Nos lo dice muchísima gente. Hay gente que nos ha copiado diciéndonoslo. Hay que animar a la gente». Tiene un firme propósito: «Si la gente lo hiciera, la calle sería espectacular. Y vendría la gente a verla. Es una pena, porque cambiaría mucho y las calles estarían preciosas». En el número 174 de San Vicente Mártir también se han puesto de acuerdo los vecinos.
Belén y sus vecinos se reúnen en el bar Congo, ubicado en la planta baja de la finca, para celebrar el encendido oficial. «Muchas veces bromeamos y decimos: 'Este año no, pero el año que igual viene Mariah Carey a cantar un villancico'», afirma entre risas.
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