Hace 35 años, la Albufera y todo su entorno, incluyendo los arrozales y la Dehesa del Saler, pasó a ser un parque natural. Un hito de una trascendencia jurídica y ecológica más que notable teniendo en cuenta las amenazas que pendían sobre lo que pese ... a considerarse la joya de los humedales valencianos, presentaba un elevado nivel de degradación. Gracias a aquella declaración se consiguió frenar ese proceso y se eliminaron de un plumazo especulaciones sobre usos y proyectos muy poco apropiados para un enclave tan valioso. Pero la actividad legislativa y normativa de los gobiernos no basta por sí sola para revertir una situación y hoy nos encontramos con que la mayor parte de las iniciativas destinadas a la regeneración del lago siguen pendientes. Aunque en estas tres décadas y media se ha avanzado, queda mucho por hacer, casi todo en realidad.
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Porque, para empezar, la Albufera soporta la presión de su emplazamiento, rodeada por áreas urbanas densamente pobladas, con sus alrededores salpicados por infraestructuras y equipamientos, por servicios e industrias, algunas de ellas altamente contaminantes. En Valencia y su comarca viven cerca de un millón y medio de personas y el parque natural está en medio. Lo cual le añade una dificultad nada desdeñable a la siempre difícil conservación de un espacio natural. Precisamente por eso, las obras de construcción de colectores, alcantarillado y depuradoras que acaben con los vertidos incontrolados son más urgentes que nunca. Sin una actuación integral, la salud de la Albufera corre un serio peligro, invisible a simple vista para quien se acerca al mirador a hacerse un selfi ante un paisaje bucólico por el que no parece pasar el tiempo.
El aniversario de la declaración del parque natural es un buen momento para felicitarse por lo logrado, por haber salvado de la especulación y del desastre ecológico que han sufrido otros enclaves -como el Mar Menor- un humedal que forma parte de la identidad valenciana, asociado a su literatura, su gastronomía, sus tradiciones. Pero a continuación, llega la hora de recordar los deberes pendientes y de alertar por la escasez de inversiones con la que las administraciones competentes (Gobierno central, Generalitat y, en menor medida, los ayuntamientos) riegan cada año con cuentagotas una joya del patrimonio valenciano que no merece ser abandonada a su suerte.
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