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Batalla del barro. El término lo acuñó el director de LAS PROVINCIAS, Martín Domínguez, en un artículo. LP
La catástrofe que cambió el rumbo de la ciudad

La catástrofe que cambió el rumbo de la ciudad

La crónica del horror sufrido en 1957 es también una historia de superación de Valencia

Viernes, 1 de noviembre 2024, 01:57

En la mañana del 14 de octubre de 1957 parte de la ciudad de Valencia quedó inundada por una avenida del río Turia, pero se celebró un matrimonio en la Basílica de la Virgen de los Desamparados, apenas a doscientos metros de donde se estaba rescatando las primeras víctimas. En la mañana del 14 de octubre de 1957 hubo niños que fueron a la escuela con normalidad y cadáveres arrastrados por las aguas desde pueblos situados a más de treinta kilómetros aguas arriba. La doble riada del Turia, una durante la madrugada y la otra, mayor, al filo de los dos de la tarde, se cobró oficialmente 81 víctimas, desde Domeño a Nazaret. Pero estableció un antes y un después en la vida de los valencianos y cambió la historia de una ciudad.

En 1957 se estaba construyendo el túnel de las Grandes Vías y circulaban los tranvías. Miles de valencianos sufrían una epidemia de gripe y en las carteleras triunfaban «El último cuplé», «Sissi emperatriz» y «Tifón sobre Nagasaki». Valencia era una ciudad de aire provinciano, con pocos coches en circulación y una legión de triciclos y carros de mano. Los pasos a nivel superaban los 150 y los semáforos ni pasaban de una docena. Kilómetros de acequias circulaban al descubierto. Los teléfonos tenían cinco cifras, un periódico costaba peseta y media y solo algunos afortunados podían presumir de tener un Seat 600.

Fue, como tantas otras veces, una gota fría, una DANA de otoño. Que en este caso descargó toda su potencia en el curso medio del Turia y en las ramblas que desembocan en el río en la comarca de los Serranos. Llovió con fuerza el sábado, 12 de octubre, y arreció al día siguiente. En la noche del domingo 13, policías, guardias civiles y serenos dieron la alerta a los espectadores de los cines del centro y avisaron del peligro en muchas plantas bajas: en Ribarroja y Villamarchante, el Turia venía con gran fuerza y se podía desbordar también en la ciudad. En Casinos, Domeño y Chera, en Olocau, Andilla, Villar del Arzobispo, Lliria, Pedralba,    Chulilla, Gestalgar, Villamarchante y Bugarra los pluviómetros    se desbordaron al llegar a los 200 litros por metro cuadrado.

En Marines, los corrimientos de tierra causaron las primeras víctimas y la destrucción parcial del pueblo. La riada de 1957 se hizo famosa en Valencia pero dañó a una treintena de pueblos de la provincia. En la tarde del 14 de octubre, cuando las lluvias se desplazaron hacia la costa, llovió con rabia sobre la ciudad y el temporal de mar dificultó un buen desagüe: la avenida del Turia se unió a la de los barrancos de Carraixet y Torrent, y a la del rio Magro. Hasta configurar un delta, alimentado por 5.000 metros cúbicos por segundo, que se extendió desde Cullera hasta el municipio de Puzol.

La segunda riada

La segunda avenida del Turia llegó entre las dos y las tres de la tarde del 14 de octubre. Fue mucho más caudalosa que la primera, pero causó menos víctimas humanas al producirse de día. Sus daños materiales, sin embargo, fueron mayores, al ser mayor la altura de las aguas. El Turia se desbordó en primer lugar por su izquierda, en Campanar, y a partir del puente de San José se fue abriendo en abanico, en una orilla y la otra, hacia Tendetes, el Carmen, la Zaidía y la Volta del Rosinyol.

El pretil de la orilla izquierda, construido históricamente en cota más baja, cumplió con su papel y derramó las aguas hacia Viveros, Mestalla y Benimaclet, en busca del Carraixet y el mar. En la orilla derecha, las aguas buscaron el primitivo brazo secundario del Turia y, por el Carmen, bajaron por la Bolsería hacia el Mercado y desde allí a la plaza del Ayuntamiento y la calle de las Barcas. La parte central de Ciutat Vella, sin embargo, no se inundó: es la colina sobre la que asentó la Valencia romana fundacional.

81 víctimas

El sumario judicial que un juez de guardia abrió tras la inundación en unos locales inundados, estableció que los muertos por la riada de 1957 fueron en total 81, de modo oficial. Porque en febrero de 1958 aún dio tiempo a incorporar dos cadáveres no identificables que aparecieron en la playa, semienterrados en la arena. Las fuentes oficiales, en los primeros días de noviembre, dieron un balance de 52 muertos en la capital (34 identificados, 15 sin identificar y tres desaparecidos) y 29 en la provincia (17 identificados y 12 desaparecidos).

Perfil de las víctimas

Por lo que a la ciudad se refiere, las víctimas fueron, principalmente, personas que vivían en plantas bajas en zonas próximas al rio y fueron sorprendidas por la primera inundación, nocturna. La calle Padre Huérfanos, la de las Rocas, Garcilaso, Padre Ferrís, Doctor Olóriz, Volta del Rosinyol y Alboraya fueron escenario de terribles dramas; también desde luego el Marítimo, Nazaret, La Punta y Pinedo. En cuanto a la provincia, Pedralba tuvo trece víctimas. Las conjeturas indican que pudo haber más muertes de indocumentados que vivían en chabolas cerca del cauce del Turia.

En la ciudad y en una treintena de pueblos de la provincia, los daños fueron gravísimos en el comercio, la banca, la agricultura, la industria, así como en viviendas particulares. Pero no menos cuantiosos fueron los daños en instalaciones de carácter público: desde iglesias a escuelas, desde museos a cuarteles y asilos de niños y ancianos. Los daños en las infraestructuras fueron terribles: la riada se llevó la pasarela del Pont de Fusta y el puente de la Exposición, mientras causaba daños en otros puentes. Caminos rurales y carreteras, ferrocarriles y telefonía sufrieron daños gravísimos. En buena parte de la ciudad, además, la red de alcantarillado quedó inutilizable por el barro, especialmente en los barrios marítimos.

El Ayuntamiento estimó que el daño en sus instalaciones superaba los 325 millones de pesetas. La Diputación estableció si cifra en 59 y el Estado en 120 millones. Los sindicatos estimaron que el daño sufrido por 5.580 empresas afectadas se elevaba a unos 1.100 millones de pesetas, de los que 972 se referían a instalaciones, maquinaria y mercancías y los restantes bien a inmuebles o a jornales abonados a trabajadores en paro. Los daños en la agricultura se cifraron en más de 760 millones de pesetas.

La Batalla del Barro

Sobre la ciudad de Valencia, al bajar las aguas, quedó algo más de un millón de toneladas de barrio y desperdicios, en ocasiones fuertemente contaminados de petróleo y productos químicos. En la huerta, también en la ciudad, fue preciso retirar los cadáveres de cientos de animales domésticos sorprendidos por la inundación.

La que se llamó Batalla del Barro se desarrolló durante seis semanas con voluntarios locales, primero, y con la presencia de unos 3.000 soldados en su fase decisiva. Para la tarea se desplazó a Valencia maquinaria pesada norteamericana que trabajaba en la construcción de las bases militares de Morón y Torrejón. Bajo dirección militar, y con una gran concentración de medios, se desarrolló una gran operación que en principio se temía que llegara a durar seis meses.

La primera ayuda que recibió Valencia fue un camión, cargado de sacos de pan, que viajó directo desde Alcoi. Poco después, llegó a puerto un buque de la Armada, que había hecho el trayecto desde Cartagena fabricando cientos de barras de pan. Desde ese punto, Valencia fue el foco de un enorme movimiento de solidaridad procedente de toda España. El portaviones norteamericano «Lake Champlain» desvió su rumbo y se desplazó a Valencia, para unir sus helicópteros a los de la base de Manises: los barrios marineros de la ciudad, y los pueblos castigados en el interior recibieron ayudas desde el aire.

Historia de la radio

Adolfo Fernández, un locutor de Radio Juventud de Murcia inició un programa de solidaridad con Valencia, en forma de subasta continuada de donaciones, que    ha pasado a la historia de la radio española. Por esa vía, y de cien formas más, Valencia recibió generosas donaciones desde medio mundo. Mientras tanto, las ayudas del Gobierno y las soluciones se demoraron hasta el punto de determinar una crisis política. El alcalde de la ciudad, marqués del Turia, fue destituido como secuela de sus reivindicaciones; poco después, el director de LAS PROVINCIAS, Martín Domínguez, presentó la dimisión para evitar las presiones gubernamentales que amenazaban con recortar el cupo de papel de nuestro periódico.

Una ocasión de cambio

Tras la recuperación de la ciudad en los aspectos más elementales, la catástrofe resultó ser una oportunidad de cambio razonablemente aprovechada en las décadas siguientes. La ley del Plan Sur, de 1961, permitió el desvío del cauce del Turia, que se hizo realidad entre 1965 y 1969. Pero al mismo tiempo, adaptado el plan general de ordenación, la ciudad abordó la modernización mediante la construcción de una red general de alcantarillado y nuevos accesos ferroviarios y de carretera.

La desviación del Turia por el sur permitió la ampliación del puerto, a costa de la playa de Nazaret que desapareció engullida por los nuevos muelles, hasta la nueva desembocadura y dio paso a la demanda de conversión del viejo cauce en un parque urbano de once kilómetros de longitud, todavía inacabada precisamente en sus tramos finales. Desde ese punto de vista, la riada de 1957 supuso una oportunidad de transformación, aunque es de advertir que muchas de las previsiones y secuelas del Plan Sur, como el Parque Central, siguen sin resolverse a pesar del tiempo pasado y las necesidades de la ciudad.

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