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Desde niños miraban con asombro los aviones y de adultos no han dejado de hacerlo. Su pasión es la aeronáutica. Pero a ras de ... pista, cerca del rugido de las turbinas, de la humareda del tren de aterrizaje al besar pista, del ensordecedor despliegue de los flaps. Son los 'spotters' (observadores, en inglés) y se les puede ver rondando los aeropuertos en cualquier parte del mundo. Cámara y radio en mano, a la caza de imágenes de aeronaves peculiares o poco frecuentes, maniobras inesperadas y otras curiosidades relacionadas con los aviones que luego coleccionan con pasión. O difunden a través de las redes sociales.
Y, naturalmente, Manises tiene su puñado de 'spotters'. Uno de ellos es Borja Cerdán, que de tanto amor por los ingenios alados se está formando para ser piloto. Tiene 26 años, nacido en Valencia e hijo de un matrimonio jubilado. Actualmente es técnico superior en mantenimiento de aviones, pero de momento no ejerce. Sus miras son más altas y su futuro está en el aire: convertirse en piloto comercial.
Borja echa la vista atrás: «Creo que mi pasión por los aviones puede venir de cuando salía de mi colegio, el López Rosat. De camino a casa pasaba por el Parque Oeste y allí veía el caza militar Sabre». Así recuerda las impresiones que causaba el artefacto en su niñez: «Parecía que despegara y me sorprendió su grandeza, su tamaño».
Su padre también ha tenido mucho que ver en la que hoy es afición y vocación para el joven: «Me iba con él al aeropuerto de Manises y desde la antigua plataforma veía aterrizar y despegar los aviones. No me cansaba. Es esa fascinación de que algo tan tan grande y pesado sea capaz de volar. Lo recuerdo como algo hipnótico».
Tras ese caldo de cultivo en forma de fascinación, su pasión tomo vuelo: «Más tarde decidí orientar todos mis estudios y enfocar mi vida al mundo de los aviones». Y ya no era suficiente mirar y admirar. Borja comenzó asentir la necesidad de inmortalizar aquellos momentos aéreos e inició su colección fotográfica de 'spotter'. «Empecé a hacer fotografías de aviones desde los 20 años, con mi primera Canon 1100 D digital. Igual que otros coleccionan cromos de la Liga, lo mío eran los aviones», rememora. A su recuerdo regresa el primer momento en que cambió su papel de observador por el de protagonista. «Mi primer viaje en avión fue a Italia, en 2013, con el instituto, con Vueling y a bordo de un Airbus 320». Como a tantos otros que experimentan por primera vez ese instante, le impresionó «el despegue, notar esa inmensa potencia que te pega al asiento... o el momento de levantar el vuelo, esa fuerza. Y lo suave que fue el aterrizaje, más de lo que me esperaba».
¿Temor? «Ninguno. Ya conocía de sobra que la seguridad es máxima y cómo funcionan todos los sistemas para que así sea. Lo único que sentía es fascinación». Y si algo falla, siempre queda la pericia del piloto. Como en 'Sully', una de sus películas preferidas sobre el mundo de la aviación en la que Clint Eastwood recrea como director el increíble aterrizaje de emergencia de un avión sobre el río Hudson en 2009.
El 'spotter' persigue modelos de avión poco frecuentes. Así lo explica Borja: «Solemos enterarnos de los más originales en las webs de seguimiento de vuelos. Llaman nuestra atención los más raros, de fabricación rusa, con pinturas especiales, los militares, si tienes suerte, porque esos son más secretos...».
Hay observadores aéreos más centrados en la fotografía y otros en el vídeo, pero todos con un mismo afán: «coleccionar las imágenes y colgarlas en páginas webs de prestigio en el mundo 'spotter'». Borja describe que esta pasión tiene su origen histórico en la Segunda Guerra Mundial, «cuando los ingleses apuntaban desde tierra en una libreta las aeronaves alemanas que observaban para luego calcular cuántas se habían derribado».
El equipo de un observador aéreo es simple: «una cámara, un dispotivo con internet y un receptor de radio que capta la banda aérea de vuelos comerciales». Sirve para 'espiar' las conversaciones entre el piloto y el controlador en torre. Lo llevan activado en el momento de tomar imágenes «para evitar sorpresas de cambios de pista y conocer cuál es el mejor punto para la foto».
Borja ha pisado como 'spottrer' Manises, El Prat, el aeródromo de Requena, el del Pinar, en Castellón, Zaragoza, Teruel, Barajas, Toulouse, Frankfurt, Munich, Cracovia… Una de sus capturas más apreciadas fue el pasado 14 de abril, en Manises. «Fue un Antonov 124, un avión de carga con matrícula de Ucrania, muy poco frecuente por aquí y peculiar por su tamaño, envergadura y forma.
En Valencia, estima, hay una veintena de 'spotters', «diez de ellos muy activos». «Ves desde gente de 18 años a jubilados que rozan los 70». Sus atalayas en Manises son un pequeño montículo del polígono industrial o la pasarela que atraviesa la A-3. Llegó a haber una asociación activa pero hoy todos van por libre.
Borja pasa entre dos y tres días a la semana junto a las pistas, a razón de cuatro o cinco horas por jornada. «Esto requiere su tiempo, no te vienen todos en fila». Y con cada aeronave que se eleva o besa tierra se alza el sueño de Borja: «Ójala un día esté yo al otro lado de la foto». En ese anhelo el comandante Cerdán pilota un flamante Boing 737 800 y saluda desde la cabina a otros 'spotters'.
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