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José Antonio y Julio, en uno de los talleres del centro ocupacional Los Silos de Burjassot. jesús signes
«Sin el centro nos quitan la vida»

«Sin el centro nos quitan la vida»

Folios prestados por vecinos, despidos o deuda con la empresa de catering, efectos de los retrasos del pago a los talleres ocupacionales Discapacitados claman por la incertidumbre que les crean los impagos del Consell

ARTURO CHECA

Lunes, 1 de octubre 2018, 00:16

valencia. Julio Gómez recuerda cómo alguno de sus compañeros ha visto la playa por primera vez en el último viaje de verano que hicieron. A sus 33 años sonríe al subrayar lo seguro que anda ahora por la calle. «Antes me sentía un bicho raro». Mira cómplice a su 'colega' José Antonio, una década menor que él pero como un hermano en los tres años que comparten el mismo techo en el centro ocupacional. «Hemos hecho una gran amistad». Y sus ojos chispean de ilusión cuando menciona a «Yolanda, mi pareja desde hace dos años. La conocí aquí». Y sonríe de nuevo.

Los dos amigos atienden al reportero en la sala de reuniones del centro ocupacional Los Silos de Burjassot, la misma estancia en la que sus seis socios (ninguno con familiares discapacitados, profesionales guiados por la vocación en la materia que han metido 100.000 euros de su bolsillo en un proyecto sin ánimo de lucro) han pasado mil y un desvelos por los siete meses que adeudan a la empresa de catering («a los chicos no les falta de nada, ellos son lo primero», subraya Julián Oviedo, director y monitor del centro), los meses sin cobrar la nómina, la escasez de material (hay vecinos que les prestan folios y ellos se traen toallitas de casa) o las semanas de movilizaciones por los impagos de la 'CIPI', como llaman a la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas, que afectan a medio centenar de centros. En esa misma sala de reuniones, el gesto de los dos amigos se turba cuando se les pregunta por la falta de regularidad de los pagos. «Este centro es nuestra vida. Si nos lo quitan, nos quedamos sin nada, nos derrumbaríamos por dentro», apunta Julio. «Si la conselleria somos todos, ¿por que no nos pagan? Nos están jodiendo...», apostilla José Antonio con la sinceridad por bandera.

«Oltra salía a la calle»

El Facebook de Julian Oviedo le recuerda una publicación que colgó allá por el 27 de septiembre de 2012. «Estábamos de encierro», en el centro y por el copago que anunciaba el anterior gobierno. Cuando se puso hasta de huelga de hambre con Vicente Gasó, monitor y socio. «Hasta que llegaron nuestros salvadores», ironiza frente a él Cristina Tornero, otro de los seis socios y profesora de Educación Especial. Aquellos años que recuerda la red social, «en los que Mónica Oltra salía a la calle a nuestro lado, defendiendo nuestros ideales», añade la educadora. La misma vicepresidenta que en la firma del convenio social con los centros «dijo que se iba a pagar todo el 31 de agosto». Vanessa Correcher, socia e integradora social, apunta, burlona: «No dijo de qué año». «Llevan meses dando plazos», culmina Natalia de Pablos, socia y profesora de Educación Especial.

Cuarenta usuarios cumplen cada día sus sueños en Los Silos. «Aquí te das cuenta de que hay más gente como nosotros, que no estás solo. Ganas seguridad», subraya José Antonio. Aquí están de 9 a 16.30 horas. Hacen manualidades y pequeñas tareas para subcontratas (cánulas de silicona, escuadras metálicas, pulseras para mercadillos...). «Cada mes o dos meses, les damos un cheque de unos 20 euros, les realiza muchísimo», indica Julián. Ganan más como personas. Saliendo a hacer senderismo o atletismo. A Mercadona, a entender como comprar «y buscarse la vida si no encuentran un producto». A tener muchas veces en el centro la única comida del día, la cruz de pertenecer algunos a familias de pocos recursos. «Con los impagos parece que quieren vernos como antes, encerrados en casa», se queja Julio.

'Se feliz y sonríe', se lee en un cartel pegado en las paredes del centro. Ocho trabajadores se esfuerzan a diario por hacerlo y sacar lo mejor de los chavales. Antes eran nueve. «Teníamos a una monitora a media jornada, pero en julio tuvimos que despedirla», lamentan los socios. Recuerdan cómo el director general de Diversidad Funcional, Antonio Raya, les animó antes de los impagos a contratar a más gente. «Él era director de un centro ocupacional, y de los más activos contra la anterior conselleria», recuerda Isabel Cañamero, psicóloga y socia. El mismo centro que estos días se congratula de una furgoneta comprada con dinero del Consell.

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