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DANIEL GUINDO
Jueves, 9 de marzo 2023, 12:32
Profesor universitario, investigador, jefe de servicio en el hospital Clínico y, sobre todo, médico. Sin embargo, la piedra en el zapato del conseller de Sanidad, ... Miguel Mínguez, son, precisamente, los facultativos. Bajo su mandato se ha celebrado la primera huelga de médicos en la Comunitat desde hace más de dos décadas. No ha sabido, no ha podido o no ha querido alcanzar a tiempo un acuerdo con el sindicato CESM-CV que evitara unos paros que se han dejado notar, especialmente, en Atención Primaria, el escalón sanitario que peor lo está pasando tras la pandemia de Covid.
Pese a sus esfuerzos, con la creación de plazas, con una importante inversión en tecnología y con medidas para tratar de desburocratizar el trabajo de médicos de familia y pediatras, la situación no mejora y está siendo demasiado habitual que cueste más de una semana tener cita en el centro de salud. Es cierto que las consultas están más abarrotadas que nunca a causa, sobre todo, de la falta de atención que sufrieron los enfermos crónicos durante los momentos más duros del coronavirus, pero también que el cacareado plan de modernización de la Atención Primaria de momento no termina de dar resultados.
El conseller mantiene reuniones constantes con los departamentos para ver de qué forma se puede mejorar y visita las universidades para tratar de vender a los estudiantes las bondades de trabajar en los consultorios. Pero lo cierto es que una vez acabado el MIR, la conselleria es incapaz de contratar a todos los que han apostado por esta especialidad. Jornadas maratonianas con agendas que alcanzan, en incluso superan en ocasiones, los 70 pacientes (lo recomendable sería no exceder los 35) ahuyenta a los nuevos médicos en un momento especialmente delicado, puesto que en los próximos años se va a producir un aluvión de jubilaciones.
También defiende el ideario del partido en relación a las reversiones de los servicios y departamentos públicos gestionados por empresas, algo que seguro le supone un auténtico quebradero de cabeza. Los sanitarios de Alzira están enfurecidos (han convocado también huelga) y en Torrevieja cada vez ven menos claras las bondades de depender directamente de la conselleria. En Dénia también se lo huelen y se echan a temblar. Porque el corsé de la gestión pública no tiene nada que ver con la flexibilidad de la privada.
Incluso se ve abocado a respaldar decisiones en las que no está de acuerdo, medidas en las que se nota la presión de sus socios de Gobierno de Compromís. Y no es otra que la implantación a toda costa del valenciano entre el personal sanitario. En una entrevista en LAS PROVINCIAS, Mínguez hablaba de las dificultades que autonomías como Baleares o Cataluña tenían para encontrar suficientes profesionales sanitarios a causa del requisito lingüístico, y señalaba que en la Comunitat nunca se llegaría a ese extremo. Pero casi. Porque en el baremo para consolidar una plaza prima más el conocimiento de la lengua que contar con formación adicional, por poner un ejemplo. Por lo tanto, se puede dar la paradoja de que el mejor cirujano o el enfermero que más domina su ámbito de trabajo opten por dejar la Comunitat al tener menos posibilidades de conseguir un puesto de trabajo que un sanitario mediocre que pueda atender en perfecto valenciano a los pacientes. Mínguez sabe, y seguro que en la intimidad defiende, que lo más importante es ser un especialista en la materia, pero no le queda más remedio que ceder a las presiones de los nacionalistas.
El conseller, frente a ello, sí ha conseguido meterse en el bolsillo al resto de sindicatos que además de médicos (aunque en menor medida que CESM-CV), también representan a enfermeros, celadores, auxiliares, administrativos... es decir, al grueso de una plantilla que roza los 73.000 trabajadores. Sí ha tenido mano izquierda, aunque sospechosamente cerca de las próximas elecciones autonómicas, para plantear mejoras que de verdad sean visibles en el día a día de estos profesionales. También ha apostado por la innovación y las últimas tecnologías siguiendo la estela de los primeros dispositivos adquiridos gracias a las donaciones de la Fundación Amancio Ortega. Y por las infraestructuras. Nunca una conselleria había invertido tanto en renovar centros sanitarios.
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