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No es fácil descansar, que es menos que dormir, asomado al barranco de Chiva, el asesino silencioso que la tarde-noche del martes 29 ... de octubre llevó la destrucción a la rambla del Poyo. La alerta roja decretada el miércoles metió el corazón en el puño de muchos chivanos que no querían volver a vivir la pesadilla de la última DANA. Un cauce desbocado, con un altura cercana a los ocho metros, que bajaba sin control por el centro de la población. Nadie quería destrucción sobre destrucción. «¿Cómo va el barranco?», era la pregunta más repetida en Chiva en la tarde del miércoles. Miedo, psicosis y mucho respeto.
«No es fácil dormir con la mirada puesta otra vez en en el cauce, volver a vivir lo mismo, el sonido del agua, la lluvia. Es algo terrible, un mal recuerdo, demasiado reciente», comentaba Sergio, que su ventana tiene vistas al cauce en uno de los edificios que tuvo que ser desalojado durante los primeros días de la DANA.
Chiva va varios días por delante en las sensaciones que se viven poco a poco en l'Horta, la zona cero de la devastación. Chiva sigue muda por las noches, con su población resguardada en casa por el miedo, la tristeza y la soledad. Un pueblo nórdico, decía alguien no hace mucho. Un símil muy acertado tras el cambio de hora, la luz amarilla de las farolas viejas y ese polvo en suspensión mezclado con el rocío. Las calles todavía tienen esa película de barro que provoca que nadie olvide la desgracia.
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En la madrugada del 14 de noviembre, con la alerta roja ululando en cada casa, llovió con fuerza en Chiva. El agua pegó con intensidad en las persianas. «La diferencia respecto a la anterior DANA es que ahora llovía por rachas. Cayó fuerte a las tres de la mañana y a la cinco de la mañana. Llovía y luego paraba. El día de la riada, cayó agua como nunca había visto sin parar. Durante más de tres horas», señala Rocío, que tiene dos hijos pequeños, de 7 y 11 años que no quisieron dormir solos en la madrugada del jueves. «Va a ser difícil que quieran volver a dormir en su cama los días de lluvia porque tienen miedo», apunta. Viven en la zona baja del pueblo, lejos del cauce destructor del barranco, pero han visto un paisaje desolador que les provoca pesadillas.
La DANA dejó cantidades importantes en la población, de la misma manera que llevó el mal recuerdo a lugares como Loriguilla y Riba-roja, ribereños de la rambla del Poyo. En el pluviómetro de Avamet en Calicanto se registraron hasta las tres de la tarde de ayer más de 90 litros por metro cuadrado, mientras que en Los Felipes se recogieron 37,7 y en el casco urbano de Chiva casi 30 litros por metro cuadrado.
El cauce del barranco, que se ha abierto paso a la fuerza en el término, ha quedado taponado en algunos puntos, por lo que uno de los elementos más curiosos que se ha dado con la nueva acumulación del agua es que los nuevos riachuelos no llevan un recorrido natural, sino que buscan los arcenes de la carretera u otros puntos camino de la rambla del Poyo. En el término de Chiva, el gran problema lo dio el barranco del Gallego, que bajó con un caudal abundante y generó problemas para el paso, especialmente, de vehículos agrícolas. Chiva hace días que no descansa porque sus noches son un duermevela con un ojo en el barranco.
Objetivo, salvar La Mutua
Los especialistas y los servicios de emergencia ya han entrado a actuar en La Mutua, el edificio de 1883 que se desplomó al colapsar días después del paso de la DANA. El derrumbe del caserón provocó el desalojo de varios inmuebles de la calle Antonio Machado por el temor de que pudieran caer también. El objetivo ahora es sanear la parte posterior de La Mutua y salvar al menos la fachada y el salón principal de este lugar emblemático.
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