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«Vivimos cautivos del intrusismo por los vacíos legales que existen». Así de claro se muestra Roberto Moltó, presidente de la Sociedad Valenciana de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética, a la hora de analizar la situación por la que atraviesa esta actividad en la Comunitat. Según los cálculos que maneja la entidad, prácticamente uno de cada tres médicos que realiza operaciones estéticas en hospitales y clínicas valencianas carece de la formación especializada necesaria para acometer estas intervenciones con todas las garantías, por lo que los profesionales claman por una legislación que impida prácticas que puedan poner en riesgo la salud de los pacientes.
«La legislación no está bien definida, no hay una ley que diga quién puede operar cada cosa. La ley habla de que operarás en función de tu capacitación. Pero hay gente con capacitaciones muy mínimas que pueden hacer cirugías complicadas o especializadas«, alerta Moltó para poner como ejemplo el caso de Sara, la mujer que falleció tras someterse a finales de año a una lipoescultura en un centro privado de Cartagena. Pese a que debía ser una intervención relativamente sencilla (el facultativo le indicó que duraría unas tres horas), la operación se alargó durante once horas y finalmente la paciente tuvo que ser trasladada a un hospital, donde fue derivada a la UCI y murió como consecuencia de las perforaciones que había sufrido en varios órganos y la pérdida de sangre. El médico que la operó se acabó entregando a la justicia y reconoció que no tenía el título de cirujano plástico.
«Pedimos que se regule legalmente el acceso a ese tipo de cirugías, no puede ser que un cirujano general se ponga a hacer liposucciones», sentencia este portavoz, para advertir de que »hay muchas áreas de conflicto en las que, con un cursillo, se pueden hacer cirugías, algunas tristemente peligrosas por las desagradables consecuencias que han provocado«. De hecho, asegura que los profesionales especialistas en la materia (hay más de un centenar en la Comunitat) »intentamos que los colegios de médicos nos ayuden para poder legislarlo, pero chocamos contra una maraña de intereses, porque los propios colegios muchas veces están involucrados en esos cursillos«. »Queremos que esto se tome en serio«, recalca.
Desde la entidad calculan que alrededor del 30% de los médicos que realizan intervenciones de este tipo en la Comunitat (uno de cada tres) carecen de los seis años de especialidad de cirujano plástico. «Se trata de profesionales no especializados en esa materia, pero se publicitan con todo tipo de detalles, y es muy difícil diferenciarlo de nosotros», añade este portavoz, quien recuerda que la formación mínima para un cirujano plástico son seis años de Medicina, otro ejercicio para el MIR y cinco años más para la especialidad. «A plástica accedemos los mejores porque es una especialidad muy demandada y aprobarla en los primeros puestos es muy difícil. La competencia es tremenda», recuerda.
El problema, insiste, «es que hay gente que sin esos cinco años de especialidad hace de cirujano plástico, y ahí vienen las catástrofes y la gente engañada con títulos de universidades extranjeras o a distancia. Por eso exigimos que la legislación sea más contundente«.
Al menos, estos profesionales ya han conseguido que se adopten algunas medidas. Hace unos meses, la Administración aprobó una nueva normativa que establece que la nomenclatura de estos cursillos no puede inducir a error con la titulación oficial de cirujano plástico, en una medida que pretende mejorar la información que el paciente tiene del médico que lo va a intervenir.
Estos médicos sin la titulación oficial cuentan bien con clínicas propias o, como sucede en buena parte de los casos, alquilar quirófanos en hospitales privados. «Algunos de estos centros son más escrupulosos con el médico que va a operar y otros menos, por lo que ahí viene también el problema de que el hospital acabe siendo cómplice», advierte Moltó.
«Lo que queremos es una ley que barra todas las posibilidades de estafa», subraya, para reconocer que, en la actualidad, los profesionales sólo pueden presentar denuncias para que estos médicos sin la especialidad retiren la publicidad. «Al final se consigue que quiten el anuncio, pero al día siguiente salen diez más. Hay un nicho de oportunismo que, hasta que no se cambie la ley, va a ser imposible atajarlo».
«Estamos continuamente interaccionando con la Administración, pero no hay una legislación clara que nos permita actuar contra esos casos y tampoco hay excesivo interés y ningún órgano lo quiere asumir», lamenta el portavoz. «Hay gente que se publicita como cirujano estético o cosmético, o médico estético, con resultados generalmente malos. O cirujanos generales o de otra especialidad que se meten en esto», describe.
En definitiva, los cirujanos plásticos «luchamos para que no manchen nuestro espacio»; porque «el problema es que cuando se muere una paciente y te meten en el mismo saco la gente viene a consulta y está atemorizada», agrega el especialista.
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