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tA tiros. Un grupo de personas charla tras un tiroteo en Casitas Rosa, zona de clanes de droga en Valencia. J. Signes

De clanes locales a narcos de Europa

El 'boom' de la marihuana convierte a familias de traficantes en grandes distribuidores en el continente, con ganancias de 200.000 euros al año y presencia en 30 puntos de la Comunitat

J. A. MARRAHÍ

Sábado, 22 de febrero 2020, 19:56

El Buri','El Gorrino', 'El Tolón', 'La Pantera', 'La Sirena', 'La Chuky'... Son los apodos de algunos viejos conocidos de la Policía Nacional en su pulso a los clanes del narcotráfico que operan en la ciudad de Valencia. Esta tipología del comercio ilegal de estupefacientes, con grupos asentados en barriadas desfavorecidas de toda la región, sigue viva, quizá más que nunca, a pesar de incontables golpes policiales. Y según expertos de la Policía Nacional y la Guardia Civil están cambiando: de ser 'camellos' de barrio se han lanzado a la venta de todo tipo de drogas, la mujer gana peso dentro de la organización y han encontrado en la marihuana un filón que los convierte ya en exportadores de esta sustancia para toda Europa.

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Las operaciones policiales han demostrado su presencia en una treintena de puntos negros en barrios de toda la región. Según un inspector jefe de drogas de la Policía Nacional, «resurgen porque se sienten seguros con este negocio, sus territorios de venta se transmiten y si a uno lo detenemos otro de su familia hereda el puesto». Además, «se saben al dedillo el Código Penal y no siempre acaban en prisión tras los arrestos». Procuran acumular pequeñas cantidades dispersas en recónditos escondites.

La policía ha encontrado droga en lugares tan insospechados como un pañal colocado a un bebé, un doble fondo en un carro infantil, cajas fuertes dentro de enchufes, congeladores, latas de conserva, tambores de persianas o en los recogedores de cintas de estos mecanismos domésticos.

En Valencia, los clanes han diversificado su negocio, estima el inspector: «De manejar coca y heroína a vender eso, droga de diseño, mucha marihuana y hasta Viagra». Sólo en la última operación en la zona de Casitas Rosa, en Valencia, la Policía Nacional encontró 14 viviendas implicadas en el narcotráfico.

Los agentes también han comprobado la existencia de narcopisos en los bloques de los clanes de la droga en Valencia. «Son espacios en los que el comprador consume para evitar la salida al exterior con dosis que puedan ser detectadas, otro mecanismo de autoprotección».

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La dedicación de las personas integradas en el clan a la venta de droga es «a tiempo completo». Según el inspector, «no tienen otra actividad conocida a pesar de sus Mercedes, teléfonos de última generación, enormes joyas de oro o los gigantescos televisores que hemos encontrado en las habitaciones de sus hijos».

A la memoria del mando policial regresa una llamada desde un concesionario. «Los responsables, muy sorprendidos, alertaban de que se había presentado un hombre con varias bolsas llenas de billetes para comprar un coche de alta gama. Resultó ser dinero de la venta de droga».

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Según el experto de la Policía Nacional, los clanes de la ciudad «compran droga de una organización superior y luego la adulteran hasta tal punto que consiguen duplicar los beneficios». En el caso de la heroína, por ejemplo, la droga tiene un principio activo del 3% y el resto son «peligrosos aditivos para cortarla con lo primero que se les ocurre, desde Cola Cao, azúcar o glucosa».

Otro rasgo distintivo de los clanes de barrio es su disposición a admitir productos muy variopintos en cobro por el estupefaciente. «Son trueques de dosis a cambio de un Iphone, un portátil, un jamón o bebidas alcohólicas», detalla el inspector antidrogas. Y aprecia una tendencia: «La mujer está cobrando protagonismo en la actividad de los clanes, llegando incluso a las tareas de liderazgo». La policía también ha detectado un cierto éxodo de los jefes de los clanes a zonas rurales para mantenerse en un segundo plano y pasar así más desapercibidos.

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Precisamente allí, fuera de las grandes ciudades, es la Guardia Civil la que lucha contra estas redes. El teniente José Iglesias está al frente del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA) y esboza este perfil de los clanes: «Es gente que ha mamado el mundo de la droga desde la niñez. No quieren hacer otra cosa y es su modo de vida fácil. Ellos saben que tarde o temprano los van a detener, pero lo tienen asumido y su nivel de reincidencia es muy elevado».

Funciones

  • Aguadores Suelen ser vecinos, toxicómanos y hasta niños. Su misión es avisar con voces, silbidos o canciones en casode intervención policial.

  • Astilladores Captan clientes para el clan entre turistas, paseantes, jóvenes o toxicómanos. A veces, cobran en droga.

  • Guardadores Vecino a cobro que se encarga sólo de almacenar la droga que vende el clan.

El mando de la Benemérita constata que, «en poco más de dos años», las familias de traficantes de los pueblos valencianos «se han convertido en productores masivos de marihuana a través de los cultivos hidropónicos», con métodos intensivos para conseguir hasta tres cosechas al año. Están logrando más cantidad y «plantas modificadas genéticamente que les permite obtener variedades con un elevado 30% de principio activo y un aprovechamiento de los cogollos en vez de la hoja seca». Según el experto, «asesorados por gente de los 'grow shop' se han dado cuenta de que producir marihuana en espacios de interior es relativamente sencillo y les reporta grandes beneficios». Además, saben que las consecuencias penales no son tan graves como las del tráfico de otros estupefacientes considerados más duros.

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Los investigadores se dieron cuenta de que las plantaciones que aparecían en habitaciones o sótanos de algunas barriadas excedía con creces la demanda local de consumidores. «Estamos encontrando cantidades enormes que sólo tienen explicación con un comercio a nivel más amplio». Ahora saben que la marihuana 'indoor' que producen los clanes de nuestra región pasa primero por intermediarios que la secan y envasan para luego viajar a Francia o Países Bajos, entre otros puntos.

Esta producción fabril de 'maría' la siguen combinando con el trapicheo más local de cocaína o heroína. Sin embargo, el peso que ha adquirido la marihuana en los decomisos a los clanes es enorme. «Un 70% de la droga que estamos interviniendo a estos grupos es marihuana, alrededor de un 25%, cocaína y un 5%, heroína», estima Iglesias.

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Para las familias de la droga, el negocio de la olorosa hoja verde es redondo. «Al triplicar las cosechas con el cultivo hidropónico también están multiplicando sus ganancias», estima el experimentado teniente. ¿Hasta qué punto? En el EDOA calcula que una plantación de estas características, con unas 100 plantas, en una habitación de unos 10 metros cuadrados, perfectamente puede reportar a los traficantes más de 200.000 euros al año.

Eso sí, previamente han hecho una fuerte inversión en lámparas, sistemas de riego automático, calefactores, extractores... Pero ni un euro en electricidad. «Casi todos los cultivos de este tipo que estamos desmantelando funcionan con enganches ilegales de luz, pues el consumo eléctrico que precisan las cosechas es tan alto que no les resultaría rentable», añade Iglesias.

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No pocas veces el boyante negocio cannábico ha acabado en sangre o robos entre clanes enemistados. También en los nichos. Según el mando de la Guardia Civil, los últimos homicidios por asuntos de narcotráfico en la provincia de Valencia están ligados al negocio de la marihuana, disputas que se han decidido con un atropello mortal en Llíria o un escopetazo en Gandia.

La guerra contra los clanes se libra cada día. El último golpe de la Policía Nacional contra un matrimonio que traficaba con coca en Alzira se ha saldado finalmente con seis arrestados, algunos también en Tavernes Blanques. La pareja ofrecía lo que la policía denomina 'telecoca' o entregas de dosis a lugares pactados con los consumidores. Fidelidad y regeneración son las fortalezas de los clanes. Y sin una potente acción social y educativa los niños de estas familias serán los nuevos narcos de mañana.

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Calle del Padre Francisco Camacho, en Casitas Rosa, escenario de numerosas intervenciones de la Policía Nacional contra el narcotráfico de clanes en Valencia. D. Torres

«Ayuntamiento y conselleria deben actuar, no sólo la policía»

En Casitas Rosa o en el pasillo de la droga de El Cabanyal viven también decenas de vecinos que nada tienen que ver con esta actividad y sufren, día tras día, las consecuencias directas del narcotráfico: el trasiego de toxicómanos, las miradas vigilantes, la sensación de inseguridad o los problemas de enfrentamientos entre clanes son solo algunas de sus dificultades.

Para Pau Díaz, miembro de Asociación de Vecinos de la Malvarrosa, «para atajar el problema de raíz el ayuntamiento y las consellerias deben salvarnos, no sólo la policía» con sus intervenciones antidroga. Según ahonda, «ante la degradación del barrio, pedimos más servicios públicos, sanidad, servicios sociales, en definitiva, una intervención educativa y cultural de verdad. Que se abran escuelas para cerrar cárceles. Las medidas sociales son mejor que la represión». Y apostilla: «No queremos descampados, sino plazas, junto a una lucha de servicios sociales y un mejor urbanismo». Y todo eso, «de momento, aún deja mucho que desear».

Así resume el daño que la droga está haciendo al barrio: «Es un negocio especulativo que beneficia a unos pocos, machaca a muchos y degrada a toda una zona de la ciudad». Para exigir soluciones ante el problema, unos 300 vecinos se concentran todos los jueves clamando por la «dignidad» en las calles de la Malvarrosa.

En el barrio del Cabanyal, donde hay otro foco de clanes, la denuncia es similar. Félix Estrela preside la asociación de vecinos. «Hubo una época en que la lacra de la droga se extendía por todo el barrio. Ahora la tenemos más centrada en el cruce entre Progreso y Pescadores, Padre Luis Navarro o José Benlliure», detalla. «Hay una presión policial que agradecemos, pero sin una acción social y urbanística fuerte el problema no se va a solucionar. Las dos son necesarias».

Estrela ha sido testigo en numerosas ocasiones de la actividad de los clanes: «Lo hacen con mucho disimulo. Los que están sentados a las puertas ofrecen. 'Tengo de todo', dicen a los jóvenes, a nuevos residentes o a gente de paso. Son muy listos y a los del barrio no nos dicen nada porque ya nos conocen». Quienes les compran «se marchan rápido con su dosis. Los que venden no quieren tener un reclamo para que la policía acuda».

En Torrent, un histórico punto negro del menudeo está en el Xenillet, «Hace dos semanas pasé por allí y da miedo», resume una testigo. «Sillas y asientos de coches en las puertas de las casas, plantas bajas con gente siempre sentada para vigilar, continuo olor a marihuana, gallos sueltos por la calle y en jaulas…». En su opinión, «allí se hacen menos operaciones antidroga de las que serían necesarias».

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