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Las universidades valencianas empiezan a recibir desde hoy a gran parte de su alumnado, con la excepción de los de 1º, que llegarán el 28. Volverán medio año después a unos campus cambiados, más tecnológicos, en los que mandará la prevención sanitaria. La docencia será distinta, pues todos los centros han optado por un modelo híbrido que combina la presencialidad con las clases retransmitidas a través de internet. Y muchos deberán turnarse, pues no siempre habrá espacios para todas clases teóricas. La excepción serán las prácticas, programadas íntegramente en los campus.
La pandemia ha obligado a un importante esfuerzo técnico, ya sea en cuanto a la ampliación de plataformas para seguir las clases en remoto o en relación a la instalación de cámaras en las aulas. Las universidades serán como una especie de Gran Hermano con fines lícitos: garantizar la continuidad de la formación. Además, también servirán para garantizar el seguimiento de aquellos alumnos que tengan que guardar una cuarentena, y serán el salvavidas de los campus en casos más extremos: desde cierres de clases enteras o aularios hasta una posible suspensión general de la actividad.
Cada facultad ha elaborado su propio plan en el que se recoge la organización docente, como la distribución de las sesiones presenciales o a distancia, y de las instalaciones, partiendo de la base del protocolo que emana de la Conselleria de Universidades.
Por regla general no se permite la permanencia en pasillos y zonas comunes salvo en las marcadas específicamente, el uso de la mascarilla es obligatorio en todo momento y la ventilación debe ser intensiva. En cuanto al aforo de las aulas, la última actualización, de la pasada semana, ya no lo reduce al 50%. Sólo se indica que la distribución de los alumnos debe garantizar los 1,5 metros de distancia.
También hay medidas concretas llamativas, desde utilizar códigos QR para garantizar la trazabilidad en caso de contagio hasta sistemas de reserva de asientos, pasando por la utilización de los despachos docentes para grabar o retransmitir sesiones, opción que explotará la Universitat.
«Está pensada para que dispongan de mayor autonomía, por ejemplo si deciden hacer una clase asíncrona (grabarla en diferido) o preparar materiales para los alumnos», señalan desde el Rectorado. «También es una alternativa más si por ejemplo tenemos que cerrar un aulario y los profesores y alumnos no pueden acceder», añaden. En cuanto a la instalación de cámaras en las aulas, se han adaptado a las necesidades de las facultades. La institución decana también señala que se fomentará que la asistencia esté organizada por turnos diarios o semanales, una manera de aumentar la eficacia de los desplazamientos al campus.
La Universitat Politècnica también ha adaptado gran cantidad de aulas para la retransmisión de las sesiones, aunque como explica el vicerrector de Estudios, Eduardo Vendrell, también se pide al profesorado que las grabe «para que el alumno pueda disponer de ellas por ejemplo si se produce algún problema de conectividad o para facilitarles el seguimiento en caso de cuarentena, garantizando su derecho a la educación». En cuanto a los turnos de asistencia presencial, cada centro informará al alumnado con la suficiente antelación de las clases a las que puede acudir, un registro que también servirá para garantizar la trazabilidad en caso de contagio.
La Universidad Católica, en la que buena parte del alumnado empezó la pasada semana, recurre a Microsoft Teams para poder seguir las clases en directo, que se retransmiten siguiendo el horario pautado para el alumno. En caso de confinamientos, señala Luis Esteban, vicerrector de Ordenación Académica, siempre tendrá la opción de seguir la sesión. También se han creado aulas espejo. Si todo el grupo no cabe en clase, se habilita una contigua con pantallas. Además están conectadas físicamente, para que el docente pase de una a otra.
La CEU Cardenal Herrera ha dotado a sus aulas de un sistema de cámaras llamado Hyflex que permite seguir la docencia en remoto y desde diferentes ángulos, incluyendo también los materiales que se proyecten. Si es necesario, puede utilizarse para impartir clases con todos los alumnos y el profesor en sus casas.
La Universidad de Alicante, más allá de la adaptación tecnológica, tiene una aplicación para que el estudiante sepa a qué clases está autorizado a acudir presencialmente. Y ha implantado una cautela adicional para garantizar la trazabilidad en caso de contagio. Cuando permanezca más de 15 minutos en un espacio distinto al asignado (clase o laboratorio), con la aplicación de la universidad fotografiará (vía móvil) la pegatina ubicada en el acceso, que incluye un código QR, quedando registrada su estancia.
La Miguel Hernández, por su parte, ha creado un sistema de reserva de asientos (que será rotatorio y equitativo) para acudir a las clases presenciales, que también se retransmitirán mediante la plataforma de Google, mientras que la Jaume I ofrece mediante el Sistema de Información Académica el horario de clase, el formato y las aulas asignadas.
Las instalaciones universitarias van más allá de los aularios. Entre los servicios más utilizados por el estudiantado están las bibliotecas, que funcionarán con restricciones para garantizar la seguridad. Por ejemplo, las de la Universitat de València abrirán el lunes (salvo la de Psicología y Deportes) con un aforo reducido al 50%.
Las salas de lectura y estudio se desinfectarán tras cada turno y será necesario mantener una distancia de dos metros entre usuarios. Además, no se permitirá manejar los libros de las estanterías, los ordenadores o los aparatos de reprografía. En cuanto al préstamo de libros y manuales, se tendrá que hacer una reserva previa, y cuando sean devueltos quedarán en cuarentena durante tres días.
Algo parecido sucederá en los campus de la Politècnica, aunque su uso estará restringido a la comunidad universitaria. También se pide la desinfección del puesto por parte del usuario.
En cuanto a los laboratorios, regirán condiciones especiales al tratarse de espacios que se usarán de manera intensiva y donde es muy probable que se produzca interacciones. El protocolo de la conselleria establece que la capacidad estará determinada por la superficie, a razón de una persona por cada cinco metros cuadrados, y se evitará en la medida que sea posible compartir material, que tendrá que limpiarse continuamente.
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