Los profesionales que trabajan en los centros de salud y en los hospitales valencianos son la cara visible del sistema asistencial y, precisamente por ello, ... usuarios y pacientes descargan sobre las plantillas su frustración y malestar por las esperas que sufren a la hora de ser atendidos o porque, directamente, no se da respuesta a sus demandas al instante. Cada vez con más frecuencia, y especialmente desde el confinamiento por la pandemia, administrativos, celadores, enfermeros y médicos son objeto de insultos, gritos y amenazas; y hasta de agresiones físicas, como las sufridas por dos administrativas del centro de salud de Beniopa, en Gandia: «Un usuario, a una la cogió del cuello, le dio un golpe tremendo y casi la asfixia; a la otra le lanzó un monitor y le hizo una brecha en la cabeza. Y todo porque no estaba contento con la espera». Sus compañeros se han concentrado este viernes a las puertas del consultorio, convocados por el sindicato CSIF, para decir basta y pedir respeto, más personal, mejor planificación y más seguridad, puesto que achacan a la saturación sanitaria buena parte de culpa de estas situaciones.
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José Lull es médico de Atención Primaria y delegado de CSIF en Gandia. Explica que se ha detectado entre los usuarios «una frustración y una necesidad de trasladar a la persona que les atiende que no están siendo atendidos conforme necesitan. Lo que queremos evitar es que esa necesidad de atención se manifieste en agresiones al personal que trabaja en la sanidad porque no es culpable de esa demora, de esos atrasos en la atención, sino que es la Administración la que tiene que poner los recursos suficientes para atender a los pacientes en tiempo, es lo único que pedimos, que cuidemos a quien nos cuida, basta ya de agresiones al que da la cara realmente».
Este especialista detalla que en este consultorio «se forman unas colas muy importantes y no hay personal suficiente en el mostrador para recoger esa solicitud de atención». En los últimos meses, señala, «hemos notado un aumento de las agresiones, aunque habían sido verbales, gritos e insultos. Llegar a agresión física, éste es el caso más grave». Se trata de dos auxiliares administrativas a las que agredió un paciente, hechos que les han generado «una situación extrema de ansiedad, de vulnerabilidad, de no saber por qué te viene esto y la gente está muy afectada».
«No hay vigilantes de seguridad, que sería una forma de evitar las agresiones, pero insistimos en que hay que trasladar a los usuarios de los centros sanitarios que los que estamos trabajando estamos para cuidar de ellos, y si no podemos hacer más es porque no están los recursos suficientes», señala. «Se ha contactado con la policía local, pero tampoco dan abasto, esto corresponde al que proporciona el servicio de salud».
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Isabel, administrativa de este centro de salud, estuvo presente en la agresión y fue quien dio la voz de alarma a la policía. «Era un matrimonio con un hijo y pedían un cambio de médico. Mi compañera estaba arreglándoles los papeles y eso tarda un poco, y había un poco de problema. Y estuvieron un rato grande porque eran tres personas. En un momento dado, un médico me alertó de que tuviera cuidado con ese chico. Y justro cuando estaba hablando con un paciente, entró un chico corriendo a la zona de mostradores, cogió un monitor y se giró hacia nosotras. Al verlo, me hice a un lado y me pasó cerca. Mi compañera que estaba de pie pudo esquivarlo y cayó al suelo. Arrancó todo, cables, el teclado, cogió todo lo que estaba a nuestra espalda, archivadoras, impresoras, quiso tirarlo todo al suelo y le dio a la chica que estaba de espaldas, le dio en la cabeza. El chico se cayó al suelo y su padre se tiró encima para poder sujetarlo, pero tenía tanta fuerza que consiguió levantarse e ir hacia otra compañera, cogerle la cara con la mano, y darle un golpe contra el cristal. Yo había cogido el móvil y salí corriendo a llamar a la policía. Tuvieron que venir dos patrullas, ocho agentes», narra esta profesional.
La trabajadora cree que desde el confinamiento «la tensión ha aumentado todavía más». Además, añade, «esto está masificado, pero personas agresivas hay en todos los sitios. La gente tiene menos paciencia, te exigen, si les dices a algo que no es como si estuvieras negándole algo tú personalmente, pero no se dan cuenta de que somos simples peones y hacemos lo que nos mandan o lo que el protocolo nos dice y ya está, pero para ellos la culpa siempre es de la persona que está en el mostrador, la primera persona, la más próxima», lamenta.
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Otra compañera, que prefiere guardar el anonimato, asegura que en los diez años que lleva trabajando en el centro de salud no ha vivido nada como esto. «Sí hay personas que se enfadan, que nos amenazan, no entienden que no podemos hacer nada para solucionar lo que piden, porque si no hay una cita, no podemos darla, y si hay una demora para especialidades o lo que sea siempre somos los que pagamos las consecuencias». Este centro, recalca, «tiene mucha presión y regularmente siempre hay gente que nos insulta, muchísimo, pero no es algo personal, es gente que no está de acuerdo con la atención que les damos, ellos quieren algo que no le podemos dar por la presión asistencial que hay».
También indica que tras la irrupción de la pandemia las consultas se tuvieron que adecuar «y uno de los motivos de los que la gente se queja es que quieren más consultas presenciales, pero en general este centro siempre ha sido un poco conflictivo porque tiene mucha presión asistencial, unido a la pandemia y la crisis económica la gente está un poco más alterada, pero regularmente siempre hemos tenido insultos y quejas».
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