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Los niños de 18 colegios e institutos de las zonas afectadas por la DANA han tenido que desplazarse a otros centros temporalmente para poder retomar las clases. Una situación estresante para los alumnos, que se incorporan a un centro nuevo, aunque sea por un tiempo, ... con otros compañeros y fuera de su vida habitual. Los profesionales, tanto profesores como pedagogos y psicólogos van a jugar un papel importante en este proceso para que sea lo más llevadero posible para estos niños.
Los tres hijos de Joana han sido acogidos en otro colegio, ya que el suyo de Catarroja ha quedado destrozado por la inundación. Joan, de diez años, Sebastián, de 7 y María, de 5, han empezado a ir a un centro de Benimàmet de manera temporal. «En nuestra calle no se puede salir, ha sido bestial lo que ha pasado aquí, los niños no podían salir», señala la mujer. «Ellos estaban llorando por la situación, han escuchado cómo algunas casas de aquí al lado se han derrumbado y otras personas estaban pidiendo auxilio», relata. Por eso necesitaban marcharse a otra población a seguir, y en Benimàmet tienen familia. «Empezaron el jueves pasado en este colegio nuevo y es una buena forma de que salgan de aquí, es positivo para ellos», considera.
En concreto están en casa de la chica que ayuda a su madre a cuidarlos, Violeta. Mientras ella los acoge en su casa y los lleva al colegio, su madre se ha quedado en Catarroja para tratar de sacar adelante la vivienda y su comercio de limpieza, que ha quedado destrozado. «Ellos están contentos en el nuevo colegio, los otros niños son cariñosos con ellos. Lo pasaron mal y ahora no quieren volver a Catarroja», dice Joana. «Seguramente estarán un mes o mes y medio en Benimàmet, me han dicho que pueden quedarse el tiempo que necesitemos, porque su colegio de Catarroja está destrozado, he visto algunas profesoras llorando», relata. «Mis hijos están más tranquilos, aunque preocupados por mí porque no estoy con ellos», lamenta la mujer.
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Para los profesionales la edad del niño no va a ser tan determinante en cómo afronte esta etapa, «sino que depende del niño, del entorno, de lo que le haya pasado, su experiencia y cómo haya vivido esta tragedia», señala Enrique Castillejo, presidente del Colegio de Pedagogos y psicopedagogos de la Comunitat. Pero lo que tiene claro «es que esto va a afectar a todos los niños de alguna manera» y que los padres y los profesores «deben observar muy bien los signos de los niños, si muestran apatía, tristeza, dejan de hacer lo que hacían, tienen falta de sueño, falta de apetito, y todo ello nos debe poner en guardia sobre que algo está afectando», destaca.
Para Nieves Hermosín, jefa de sección de Psicología del hospital Clínico, «estamos viendo niños que les está costando, el segundo día no quería ir a clase. Tienen que retomar su actividad de forma gradual, es difícil encontrar ese punto de equilibrio, hay q ser muy sensible a las necesidad de la infancia», indica. y Castillejo añade: «Lo peligroso sería que esto no tuviera ningún efecto, si ante un hecho traumático no mostramos ninguna empatía, es que puede haber alguna patología conductual. Un hecho de estas características va a afectar. Por eso vamos a estar pendientes de los signos que deben ponernos en guardia. Si aparecen, lo más fácil es dirigirse a los psicopedagogos del centro, que empezarán un trabajo diagnóstico y terapéutico conjuntamente con la familia».
Por su parte, Juanvi Blázquez, orientador educativo y psicólogo, recomienda «intentar entender todo lo que tenga que ver con el espacio verbal, la expresión de los sentimientos de los niños. Los profesores deben entender cada caso, los procesos de trauma se deben entender de forma no invasiva», asegura. «Han vivido multitud de experiencias, tienen que validar las emociones, no intentar guiar hacia qué emociones hay que sentir, sino que hay distintas maneras de procesarlo, unos prefieren espacios más íntimos, otros lo hacen en abiertos, hay que ser flexible», apunta.
Los expertos coinciden en que no se debe «esconder la realidad para protegerlos», pero sí «adaptarla a la comprensión de cada niño y cada edad» para que la puedan procesar. «Cuando a un menor por una situación traumática lo cambiamos de centro temporalmente, no esperemos que vaya sin afectación, tiene que haberla. El centro receptor planteará un tiempo de adaptación, tendrá cierta paciencia, porque todo ese cambio le va a afectar y el cambio de centro es uno de los elementos más estresantes», indica Castillejo.
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En función de cómo le afecte a un menor y la situación que haya vivido, pueden aparecer consecuencias negativas, apunta Blázquez: «Puede haber una bajada de rendimiento, respuestas agresivas, y eso no depende tanto de la edad, sino de cada niño, de la dificultad que tenga para expresarlo de otra forma. Nuestro cerebro procesa lo que ve y lo que piensa, por tanto hay que regular lo mejor posible lo que los niños ven en la tele sobre la DANA. Reduciendo esa exposición podemos encontrar menos conductas agresivas, pero en algunos contextos es muy difícil salir de eso», explica. Incluso, ya en adolescentes, esa sensación de «haber perdido la estructura de seguridad», como su casa o su familia, puede hacer que se produzca un «aumento de conductas adictivas, autodestructivas, como las drogas o las apuestas, al haberse roto la realidad que les daba seguridad», señala el experto, por eso los centros de acogida deben dar amparo y compensar ese tipo de cosas.
Para Castillejo es importante no dar falsas esperanzas a los niños sobre la vuelta a sus colegios si van a tardar más de lo previsto. «Si el colegio nos ha dicho que va a estar en tres semanas, se le dice al niño, incluso se puede visitar el colegio para ver cómo va mejorando. Informar siempre es positivo, adaptado a ellos. Lo que no es adecuado es esconder y proteger a los menores excesivamente y aislarlos de cualquier problema», expresa.
Hermosín también explica: «Todos ante una situación de catástrofe tenemos una respuesta al estrés, los niños también. Buscamos protección, necesito estar cerca de figuras que dan seguridad, sus padres. Si esos padres están en situación de mucho estrés personal, o incluso los han perdido, la situación de estrés es mucho mayor. También el cole receptor debe permitir que tengan unos tiempos de adaptación, hay que ser muy tolerantes con esto, permitir generar una respuesta natural al estrés y que tengan seguridad al entorno», dice.
Además, en los casos en que la afectación del niño sea más profunda, porque pueda haber perdido a algún familiar o una situación traumática, el presidente del colegio oficial dice que sería necesaria una actuación profesional específica. «Los departamentos de orientación, los psicopedagogos, tienen la obligación de estar pendientes de todos esos casos», añade.
Las pautas que ha dado la Conselleria de Educación para realizar estos traslados de colegios es que preferiblemente se muevan clases enteras, en bloque, dentro de lo posible, a otros colegios «para que ese cambio a la realidad sea lo mejor posible, tengan ese factor de protección, y si no se puede, lo vivan de la manera más normalizada. Si está toda la clase se facilita mucho este proceso», indica Blázquez. Pero también hay niños que se han ido solos a otros centros, aunque en estos casos ha sido por petición familiar, por estar cerca de donde viven otros familiares.
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