El 4 de marzo el último presidente del Gobierno de la II República, Juan Negrín, partía hacia el exilio acompañado por la cúpula del Partido Comunista de España. Lo hacía en avión desde Monóvar. Este era uno de los cuarenta aeródromos, la cifra oscila entre 38 y 40, que el ejército republicano construyó en la Comunitat durante la contienda civil. Una exposición de la Cátedra Demetrio Ribes recoge la historia, imágenes y características de estas instalaciones.
Publicidad
El comisario de la exposición e investigador de la cátedra, Manuel Carreres, abordó esta investigación, al tratarse de un campo no muy estudiado. «Hay infinidad de libros sobre los aviones, pero muy pocos estudian los aeródromos», explica.
La exposición ha recorrido ya varios municipios. Su próxima parada es Monóver donde estará hasta diciembre. A continuación los planes son también llevarla a Llíria, Villar del Arzobispo y también a Valencia. «La idea es que al menos visite todas las poblaciones en las que se construyó alguno de estos aeródromos», puntualizó Carreres.
El investigador explica que uno de los aspectos que más le llamó la atención es el gran número de aeródromos que se construyeron durante toda la Guerra Civil. La proliferación se debió a varios factores. Uno de ellos fue evitar la concentración de la fuerza aérea para hacerla menos vulnerable a los ataques de la aviación rebelde.
Además, las tres provincias se encontraban en la retaguardia inmediata durante algunas de las batallas más importantes y decisivas de la Guerra Civil como fueron la de Teruel y la del Ebro que se extendieron durante varios meses.
Publicidad
Durante los meses en los que se desarrolló la primera los aeródromos se posicionaron en el interior de las provincias de Castellón y Valencia para que la aviación pudiera apoyar a las tropas de tierra.
La batalla del Ebro, que comenzó en julio de 1938 y se prolongó hasta el mes de noviembre y ya con la zona republicana partida en dos por los nacionales, propició que nuevas pistas de aterrizaje se construyeran en el sur de la Comunitat.
Publicidad
Manuel Carreres puntualiza que no todos los aeródromos tuvieron la misma importancia ni se puso el mismo esfuerzo en sus puesta en marcha. Unos fueron más sofisticados que otros o tenían unas infraestructuras más completas. Los había de tres tipos: permanentes, los más importantes, semipermanentes y eventuales.
Los aeródromos principales ya existían antes de la contienda civil. Es el caso de Manises, que era cabeza de la IV Región Aérea de la República, el de El Altet o Castellón. Otros de especial relevancia fueron el de Llíria, La Señera (Chiva), el de La Rabassa (Alicante), El Toro o Vilafamés.
Publicidad
De la mayor parte no queda prácticamente nada. El complejo mejor conservado es el de Villar del Arzobispo. Todavía cuenta con la masía y los refugios antiaéreos, alguno de ellos restaurado.
Los aeródromos solían ubicarse en algún paraje en las inmediaciones de alguna población. No podían estar muy lejos, ya que habitualmente los pilotos de los aviones vivían en ellas. En las instalaciones únicamente se encontraban de forma permanente los equipos de mantenimiento de los aparatos y las fuerzas que se encargaban de proteger las instalaciones.
Se elegían zonas llanas de fácil acceso y que muchas veces correspondía a zonas de cultivo. Los trabajos de adaptación implicaban arrancar los árboles
Los más importantes contaban con una infraestructura más desarrolladas. Había una masía donde se encontraban los mandos, refugios, acuartelamiento para la tropa. Lo habitual es que las comunicaciones fueran por radio y en ocasiones no disponían de luz eléctrica.
Publicidad
La pista estaba construida normalmente con tierra aplanada y las longitudes variaban de un aeródromo a otro. En el caso de Villar del Arzobispo era un hexágono irregular con unas dimensiones máximas de 1.800 metros por 1.200.
El de Llíria, en cambio, tenía una forma poligonal con una extensión máxima de 1.750 x 1.000 dos pistas formando un aspa. El de Manises contaba con tres pistas formando un polígono irregular de 1000 por 900 metros. En este caso, por ser un aeródromo existente desde antes de la guerra, contaba con una serie de infraestructuras que fueron empleadas por el Ejército Republicano. Tenía servicio eléctrico y telefónico.
Noticia Patrocinada
Más modesto era el de Monóvar donde la pista era de planta hexagonal irregular con unas dimensiones máximas de 1.150 por 1.450 metros con dos pistas que se cruzaban en forma de cruz latina. En el de Jarafuel la dimensión máxima era, en cambio, de 1.200 metros.
Manuel Carreres explica que varios de ellos fueron bombardeados. El sistema era muy similar. Un día aparecían aviones de reconocimiento que fotografiaban el objetivo con el objeto de fijar la táctica del ataque. La flotilla procedente de Mallorca bombardeaba 24 horas más tarde.
Publicidad
El aeródromo de Onil fue, como anécdota, el último punto donde ondeó la bandera republicana al finalizar la contienda. Hasta allí se tuvieron que desplazar tropas nacionales para que fuera arriada.
Castellón. Alcalà de Xivert, Ares del Maestrat, Barracas, Betxí, Calig, Castellón, Catí, Oropesa, Vilafamés, Vistabella del Maestrat.
Valencia. Alcublas, Camporrobles, Carlet, Fontanars, Jarafuel, Llíria, Manises, Montroi, Pobla del Duc, Requena, Sagunt Norte, Sagunt Sur, La Señera, Sinarcas, El Toro, Utiel, Valencia BH, Villar del Arzobispo, La Yesa.
Alicante. El Altet, Biar, Monóvar, Onil, Pilar de la Horadada, La Rabassa, Santa Pola, Villena, Xàbia.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.