Primer día de clase en un centro educativo. Ismael Herrero/EFE

El rendimiento de los estudiantes valencianos con menos recursos supera la media española

Un estudio del IVIE vincula el efecto positivo de la educación temprana para los colectivos menos pudientes, incide en el impacto negativo de la repetición y avala que mayor inversión no supone más igualdad de oportunidades

Joaquín Batista

Valencia

Martes, 10 de septiembre 2024, 11:47

El 32,4% de los alumnos valencianos más desfavorecidos obtuvo en la última evaluación de PISA (2022) un rendimiento académico alto, bastante mejor del esperado. Es decir, superaron las expectativas teniendo en cuenta su situación de partida a nivel social y económico. El porcentaje es ... mayor que la media estatal (30,3%), algo que sucede por primera vez desde que la Comunitat participa en la evaluación internacional de la OCDE con una muestra representativa de alumnos. Eso sí, en el ranking autonómico ocupa la parte media-baja de la tabla, con un discreto décimo puesto.

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Este indicador, conocido técnicamente como resiliencia educativa, resulta interesante en términos de eficiencia y equidad de la educación, que cumple la función de ascensor social, dando al alumno lo que necesita para facilitar su progresión. Y también por los factores que influyen en los resultados, que llegan a sorprender. Por ejemplo, no se trata de gastar más, sino mejor. Y es que no hay correlación entre el PIB per cápita o la inversión educativa por alumno para explicar los resultados españoles.

La Fundación Ramón Areces y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) han presentado este martes la monografía 'Resiliencia e igualdad de oportunidades educativas en el ámbito regional', basada en los resultados de PISA entre las ediciones de 2015 y 2022, que analizan las competencias del alumnado de 15 años en matemáticas, lectura y ciencias.

Para calcular el volumen de alumnos resilientes (desfavorecidos que superan las expectativas educativas que se presuponen por su condición) los investigadores tomaron como referencia al grupo de estudiantes que se situaban en el tercio inferior en términos socioeconómicos (según la formación, los estudios y los bienes de los padres) y se construyó modelo predictivo en base a técnicas estadísticas que decía qué rendimiento, qué puntuación, debían conseguir en la citada evaluación. Así los que superaban la previsión, consiguiendo situarse en el tercio superior en términos de resultados, obtenían esta condición. «Lo que encierra el indicador es el grado de igualdad de oportunidades que tiene determinado sistema educativo», en palabras de José Manuel Pastor, director de la monografía.

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España presenta importantes diferencias por comunidades, despuntando las situadas en el noroeste peninsular. En Castilla y León y en Cantabria alrededor del 40% de los estudiantes más desfavorecidos son resilientes, por detrás se sitúan La Rioja y Galicia, con un 37% y un 35,9% respectivamente, y cierran el ranking Canarias, País Vasco y Andalucía, regiones en las que sólo alrededor de un 25% del colectivo supera los resultados esperados. A nivel nacional «la tercera parte de los desfavorecidos supera las adversidades», ha sintetizado Pastor durante la presentación del trabajo, antes de destacar que la Comunitat, además que quedar por encima del promedio, «ha mejorado la igualdad de oportunidades», siendo la tercera autonomía con mayor crecimiento respecto a la situación de 2015 (cuatro puntos más).

En cuanto a los factores, los investigadores descartan la influencia de la inversión en términos cuantitativos. Aquello de cuanto más, mejor. «Los resultados no permiten apreciar ninguna relación con la mayor o menor capacidad financiera de las autonomías o el gasto educativo por alumno», defiende el IVIE. De hecho, País Vasco, que figura en el penúltimo puesto en alumnado resiliente, es la región que más gasto realiza (10.290 euros por estudiante en 2021).

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El patrón territorial de la resiliencia educativa no se corresponde, ni en sentido positivo ni negativo, con el habitual en muchos indicadores de desarrollo económico (renta per cápita o empleo cualificado), mercado de trabajo (tasa de paro o temporalidad) o niveles de formación de la población. Por contra, sí influyen de manera significativa características personales del alumno, el tipo del centro, el clima en las aulas (el grado de colaboración entre estudiantes), determinadas políticas educativas, y, sobre todo, la implicación y concienciación de la familia en los estudios.

El porcentaje de resiliencia de los chicos es mayor que el de las chicas en matemáticas (35,3% de los desfavorecidos frente a 28,4%) y en ciencias (30,5%-26,6%), mientras que ocurre lo contrario en lectura (35%-26,1%).

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Además, la condición de inmigrante no tiene por qué limitar la resiliencia: sólo en el caso de estudiantes de primera generación, que obtienen peores resultados en las tres competencias que los nativos (22,8% frente a 33,2%, en matemáticas, por ejemplo). En cambio, no afecta los de segunda generación, pues ya superan a los nacionales (36,7% -33,2%).

La trayectoria previa también es relevante, con la repetición de curso como uno de los factores negativos más determinantes. El 44,4% de los desfavorecidos que nunca han repetido obtiene resultados altos, mejores de los esperados, frente al 10,8% de los que sí lo han hecho alguna vez. Por otra parte, los que han cursado uno o más años de educación temprana (no obligatoria, como Infantil de primer y segundo ciclo) presentan unas tasas de resiliencia que duplican las que obtienen los que no: 33,9% frente a 15%.

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Otros aspectos que marcan diferencias positivas son las aspiraciones futuras (mayor resiliencia entre los que quieren llegar a la universidad), el estado de salud o las características emocionales y psicosociales de los alumnos. «Tener niveles altos de curiosidad, perseverancia, asertividad o resistencia al estrés arroja una diferencia superior a diez puntos», explica el investigador Lorenzo Serrano, que vincula estos factores al contexto familiar, en el sentido de que es el que ayuda a modelar estas conductas.

En cuanto a centros, se detecta mayor porcentaje de resiliencia en centros privados y concertados que en públicos, aunque estos 'fabrican' más alumnos que superan los resultados esperados (tres de cada cuatro). Por contra, no hay grandes diferencias en ratios de clases inferiores a 25 alumnos, o por la introducción del aprendizaje digital. 

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Incentivar la resiliencia

El estudio también ha detectado que mayores índices de resiliencia no comprometen otros objetivos educativos, como unos buenos resultados globales en las competencias analizadas (o incluso en términos de excelencia), y plantea una serie de recomendaciones para avanzar en este indicador. O lo que es lo mismo, en la igualdad de oportunidades.

Lorenzo Serrano habla de «una mayor y mejor orientación a los alumnos que aborde la dimensión psicológica y las características positivas», de impulsar el acceso temprano a la educación -«si colectivos desfavorecidos tienen más facilidades para hacerlo cabe esperar una mejora sustancial»-, de un entorno educativo «lo más colaborativo y seguro posible», pues el acoso también resta, y mucho, en términos de resiliencia, o de «políticas específicas para colectivos con necesidades especiales o inmigrantes de primera generación».

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