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La Guardia Civil, en el edificio donde se produjo el crimen de Picassent. Miguel Ángel Polo

Los conflictos familiares están detrás de casi la mitad de los crímenes

Cuatro de los once asesinatos de este año en la Comunitat Valenciana se han producido entre personas con parentesco de primer grado

José Molins

Valencia

Domingo, 23 de abril 2023, 23:29

Hay hogares en los resulta muy complicado vivir por las continuas situaciones de gritos, peleas o agresiones. Más allá de la violencia machista, hay una ... realidad que afecta a muchas casas de la Comunitat y que es la violencia doméstica, entre familiares que conviven juntos que no son pareja. En lo que llevamos de 2023 se han producido ya cuatro crímenes de personas cuyo agresor tiene un parentesco de primer grado, ya sea hijo, madre o hermano. El año pasado en abril ya había cinco casos, y se cerró el ejercicio con ocho. En esta ocasión se han concentrado en un mes y medio y representan cuatro de los once asesinatos que se han producido hasta ahora en la región.

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El deterioro de la convivencia se produce por múltiples factores, aunque los expertos señalan que la violencia está aumentando en los últimos años en el hogar. «Hay un incremento de denuncias de este tipo de violencia intrafamiliar, ahora se acude más a la justicia y se visibiliza más, pero la violencia doméstica siempre ha estado presente», asegura Silvia Sempere, Vicedecana de Criminología de la Universidad Católica de Valencia. «Hay una educación a los hijos en la sobreprotección, y cada vez más adolescente y jóvenes tienen adicción a las redes sociales, el móvil, las drogas, pornografía, juegos de azar, y todo eso genera posibles agresiones si los padres les quitan el teléfono o no les dan lo que piden», explica. «Las adicciones son una enfermedad y provocan reacciones que sobrepasan al adolescente», apunta.

El 27 de febrero en Vilamarxant una madre de 36 años mató a su bebé de 11 meses y después se intentó suicidar. Esa misma semana, sólo cuatro días después, en Picassent un hombre asesinó a su hermano con un cuchillo por una discusión mientras estaban en casa. Y 20 días más tarde un hombre que había dejado de tomar la medicación acabó con la vida de su madre, con la que convivía en el barrio de San Marcelino de Valencia. El último caso ocurrió el pasado 16 de abril en un camping de Enguera, con otro hijo que mató a su madre, en este caso con una adicción a las drogas como detonante.

Vivienda en la que un hombre asesinó a su madre en el barrio de San Marcelino. Irene Marsilla

Otro de los puntos principales para los expertos es el consumo de drogas, que suponen una bomba de relojería para la convivencia en el hogar. «Derivan en enfermedades mentales como esquizofrenia, y si el paciente no está bien medicado tiene puntos de subida y bajada, por lo que si no consiguen dinero para drogas, se producen agresiones a los padres. Cuando hay maltrato suele ser por drogas o adicciones, porque se les niega lo que exigen. No son todos los casos pero es una causa de riesgo», argumenta Sempere. «La policía cuando investiga un crimen lo primero que mira es el entorno familiar. No suele haber motivos para agredir a un desconocido en la calle, algo hace que la violencia surja, y con quien más roce tienes es con la familia. Es mucho mas fácil de acceder a alguien de su entorno que buscar alguien de fuera para descargar esa ira en un determinado momento», comenta.

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Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, los casos de violencia doméstica, que son aquellos que no se producen entre la pareja, han batido récords en los dos últimos años analizados, 2020 y 2021. Un total de 8.240 personas fueron víctimas de violencia por parte de familiares en el hogar en este último ejercicio y 5.288 agresores fueron denunciados.

Los expertos lamentan que hay pocos datos que ayuden a analizar los casos de crímenes intrafamiliares, como sí ocurre con la violencia machista. La única tesis doctoral que se ha publicado en España sobre los homicidios filioparentales es de 2022 y estudió todos los casos que se produjeron durante 25 años mediante la búsqueda de sentencias publicadas en las bases de datos especializadas. Está dirigida por el criminólogo valenciano Vicente Garrido y la autora es Tania Vidal. Establece que los agresores suelen vivir en una familia desestructurada y en un 60% de las situaciones tenían algún problema mental.

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Un arrebato

Según el estudio, los agresores no suelen contar con antecedentes previos y sus actos violentos se deben a un arrebato sin premeditación para poner fin a un conflicto con el padre o madre, debido al escaso autocontrol que tienen de sus impulsos. Las adicciones como las drogas, que derivan en problemas mentales, normalmente actúan como detonante.

Para Roque López, psicólogo de la Federación Salut Mental de la Comunitat, «el ámbito familiar es el más cercano y cuando hay un problema dual de drogas y enfermedad mental, manejarlo en casa es muy difícil, son comportamientos y conductas muy complicadas de llevar y pueden ser muy violentas y agresivas, difíciles de controlar, pero es algo que se puede difuminar más en la calle», expresa.

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Sempere ha sido también juez y ha visto muchos casos de violencia familiar. «Los delitos más graves se cometen en el ámbito intrafamiliar, crímenes, agresiones físicas, sexuales, ocurren en la intimidad. El lugar donde tienes que estar protegido ya no lo estás. Habría que ver cada caso, pero los factores de riesgo como la drogadicción y el alcoholismo aumentan la violencia», destaca la experta.

La pedagoga Ángela Serrano apunta a que la educación actual a los niños carece de muchas normas y está basada más en el afecto. «Esto provoca que al hacerse mayor, el joven va teniendo una actitud desafiante ante el derecho de los otros. Si el hijo no ha tenido una educación con normas, tiene un modelo de desafío, en el que quiere imponer y reclamar sus derechos», señala la directora de Educación Inclusiva en la Universidad Católica. «Además hay factores de riesgo precipitantes como el consumo de drogas o alcohol, que desinhibe y desconecta del autocontrol, por lo que la persona está más impulsada a hacer lo que quiere y no lo que debe», explica, y alerta de que cada vez el consumo de alcohol y drogas se da en edades más tempranas. «Los jóvenes consumen muchas imágenes violentas en los móviles y pueden terminar imitándolas. Interpretan el mundo como ellos quieren y los padres se encuentran con una actitud desafiante que no reconoce su autoridad», argumenta Serrano.

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Acelera la violencia

Ese factor acelerador de la violencia que son las adicciones también supone un problema clave para López. «Si una persona con problemas de salud mental recurre a sustancias u otro tipo de conductas, como las adicciones al juego online, el cibersexo, compras convulsivas, videojuegos, esas conductas adictivas pueden crear la necesidad de seguir apostando mucho dinero y generar una situación de mucha violencia», destaca el psicólogo. Y también apunta a la educación como base: «Hay personas violentas con problemas de salud mental y otras sin ella, jóvenes violentos que usan sustancias y otros que no, depende del tipo de pautas familiares educativas que hayan tenido».

Lo que sí recomiendan siempre los expertos es que la sociedad debe contribuir a acabar con esta lacra. «Cuando hay agresiones en la familia hay que atajarlo de inmediato y denunciarlo, pero las propias familias lo tapan porque creen que el agresor va a ir un centro de reforma y va a ser peor, así que no se pone solución y va empeorando. Por eso si los vecinos tienen conocimiento deben trasladarlo a la policía y que actúe», comenta López.

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Sempere también apuesta por la prevención. «Las Administraciones deben trabajar en educar e intervenir en las familias, pero es algo que requiere mucha logística e inversión. Es más fácil para el Estado aumentar las penas, pero eso no evita el delito», dice. Además critica que los jóvenes que agreden a sus padres y tienen un problema mental grave, como esquizofrenia, deberían tener centros donde ser tratados, porque en los hospitales psiquiátricos de la Comunitat no hay plazas suficientes. «Tiene que haber todo un aparato que ayude a prevenir, realizando planes desde cada municipio, igual que se hace con la violencia machista», destaca.

Los casos de este 2023

En los crímenes domésticos de este año, en el caso de Vilamarxant la madre sufría depresión posparto, que es algo que afecta a una de cada cinco mujeres, y degolló al pequeño. Después saltó desde la azotea de un edificio cercano, de una altura de un cuarto piso, pero la caída no fue mortal. En el homicidio de Picassent las drogas también están detrás, ya que el agresor sufría constantes paranoias por su adicción. El hombre discutió con la pareja de su hermano, y al intentar mediar éste, el autor del crimen le propinó varias cuchilladas que acabaron con un vida.

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Los hermanos vivían en el mismo domicilio de la calle Escultor Galarza de Picassent, junto a su madre y su tío. El homicida asestó dos cuchilladas a su hermano cuando estaba en el suelo tras tropezar con un patinete eléctrico dentro de la vivienda y después persiguió a la víctima con el cuchillo por la casa hasta que lo mató. Las discusiones eran frecuentes en la casa, según los vecinos, especialmente entre el homicida y su cuñada. El agresor era adicto a las drogas y bebía alcohol en exceso. Además toma pastillas, al parecer por la depresión que padece, y había sufrido paranoias en las últimas semanas. De hecho, los gritos, golpes y peleas eran habituales en la casa, lo que llevó a los vecinos a llamar en varias ocasiones a la Policía Local.

El abandono en el tratamiento de la medicación por los problemas mentales graves fue el detonante en el crimen de San Marcelino. Un hombre de 37 años mató a su madre, con la que convivía. La golpeó primero en varias ocasiones con una escoba y después la estranguló. En este caso los vecinos también aseguran que eran frecuentes los gritos del hombre increpando a su madre, pero no tenían constancia de que se hubiera producido algún episodio de violencia física. Ni Elena, la mujer fallecida, ni su hijo, apenas salían de casa, sobre todo después de la pandemia, y la señora sufría depresión tras la separación de su marido.

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Se trata de un caso que guarda muchas similitudes con el que contó un sanitario valenciano en LAS PROVINCIAS precisamente un día antes de este crimen. El hombre alertaba de que su hermano, de la misma edad que el anterior homicida y que está diagnosticado de esquizofrenia paranoide, no tomaba la medicación, y que temía que pudiera matar a su madre o a él, con quienes convive. Pedía ayuda desesperada para que la Administración o algún centro especializado en salud mental pudiera ocuparse de su hermano y señalaba que el exceso de cuidados de la madre resultaban tóxicos para el joven. No tenía trabajo y se pasaba todo el día encerrado en casa. De hecho, el 82% de los enfermos mentales graves no tiene ningún empleo, según la OMS.

Y el último caso de violencia familiar hasta ahora, el de Enguera, también está relacionado con las drogas. Un joven de 24 años mató a su madre en una cabaña del camping Los Carasoles. Eran de Chella pero solían ir de vacaciones a este paraje rural, donde nadie en las cabañas vecinas escuchó ningún grito mientras el chico, que también sufría problemas mentales, asestaba cinco cuchilladas a su madre. Ella cuidaba siempre de su hijo y estaba pendiente de que tomara la medicación por sus problemas mentales.

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Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, una de cada personas tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida y 450 millones en todo el mundo se ven afectadas por un problema de este tipo, que dificulta gravemente su vida.

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