«Tenía ganas de volver a la facultad, pero lo del metro ha sido horroroso». La frase es de Juana, estudiante de la Facultad de Filología, Traducción y Comunicación de la Universitat de València que este lunes volvía a pisar un aula tras casi mes ... y medio de docencia online. Y resumía muy bien el desarrollo de una jornada marcada por la recuperación de la presencialidad en las instituciones académicas de la capital -total en la Politècnica y casi completa en la de Valencia-, un cambio de escenario que se ha dejado notar en el transporte público. Especialmente en el servicio de metro, que cabe recordar que tras su reanudación parcial (en Valencia capital) funciona con horarios propios de un sábado. Desde Ferrocarrils de la Generalitat (FGV) confirmaron la influencia que ha tenido la recuperación de la actividad lectiva en el incremento de desplazamientos, llegando a superarse durante el día los 200.000 usuarios. Es la primera vez que se alcanza la cifra tras la catastrófica DANA del 29 de octubre. En una jornada normal, antes de las inundaciones, se pasaban los 300.000, contando tanto las líneas de metro como las del tranvía.
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«Vivo cerca del centro, y cuando he llegado a la parada de Colón el metro ha tardado más de 15 minutos. Yo he acudido en el que era mi horario habitual, y estaba completamente lleno, hasta el punto de que he decidido esperar al siguiente porque no sabía si podría entrar. Y he llegado tarde a clase», explicaba la citada estudiante, que tenía como destino la estación de Facultats. La parte positiva de la experiencia fue el hecho de recuperar la normalidad. «Las clases online, por mucho que se lo trabaje el profesor, son frías, no rindes como con una sesión normal», explicaba.
Según señalaron fuentes de la Universitat de València, sólo dos facultades han optado por mantener la docencia online: se trata de Fisioterapia y Psicología y Logopedia, ambas situadas en el campus de Blasco Ibáñez. Por contra, la vuelta ha sido completa en Tarongers y Burjassot y también en el campus de Vera de la Politècnica, lo que se dejaba notar en el ambiente: goteo continuo de alumnos moviéndose entre los aularios y las escuelas, terrazas concurridas, mesas exteriores de la biblioteca Gregori Mayans salpicadas de alumnos almorzando y salas de estudio (como la de la Casa del Alumno de la UPV) con apariencia de normalidad. Síntoma de que la actividad universitaria de Valencia recupera su pulso habitual. Cabe destacar que ambas universidades han dado flexibilidad a los alumnos afectados, en el sentido de que no están obligados a acudir a los campus y se les sigue facilitando la atención a distancia.
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En Tarongers los estudiantes también se referían al cambio experimentado por el tranvía, el medio de transporte más utilizado para acudir a la zona. «Nos hemos quedado parados diez minutos y he llegado tarde, aunque es así la mayoría de los días, incluso antes de la DANA. Eso sí, iba lleno, con muchísima más gente que en días anteriores», explicaba Christian Porter, estudiante del grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos.
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«Cuando lo pusieron en marcha, antes de volver a las clases, se veía poca gente, mucha menos que ahora «, decía Hugo, que conversaba con tres compañeros de Derecho junto a la biblioteca del campus. Guillermo, uno de ellos, recurrió a la línea 40 de la EMT. «Siempre es lo mismo, pilla todo el centro y siempre va llena, antes y después de la DANA», señalaba con cierta resignación.
En cuanto a sus preferencias sobre la presencialidad o la enseñanza a distancia, había cierta división de opiniones en el grupo. «La rutina viene bien: levantarse, ir a clase, comer, siesta y ponerse a estudiar. La online puede resultar más cómoda, pero me viene mejor la presencial, es más productiva», decía Guillermo. Por contra, Lucas prefería la modalidad virtual -«por una cuestión de organización y porque colgaban el material y podías seguir la clase un poco mejor»- aunque también se quedaba con aspectos positivos de la docencia física. Por ejemplo, «poder preguntar dudas directamente».
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Jacobo, por su parte, destacaba la ventaja de que las clases estuvieran grabadas -«podías retroceder en el vídeo para apuntar lo que no habías cogido a la primera»- mientras que Hugo incidía en lo complicado de estar una hora y media «escuchando al profesor sin pausa, aunque es cierto que tener los apuntes ya disponibles ayudaba».
No había dudas entre Danielius Zakaras, Gabriel Crespo y Sheila Marín, tres estudiantes de 1º del doble grado en Derecho y Ciencias Políticas. «Las clases online han funcionado bien, los profesores explicaban y si pedías ayuda te atendían con tutorías o contestando por correo, pero ese formato no te obliga a estar tan atento como en las clases presenciales», explicaba el primero. «Cuesta más implicarse a distancia, porque en el aula participas más. Desde casa estás un poco más desconectado. Por eso se agradece la presencialidad, te fuerza a estar más pendiente», corroboraba el segundo. En cuanto a Sheila, reconoció que pasada la motivación inicial ganó más peso la «pereza», llegando a sentir «que no estabas siendo igual de productiva que cuando estás en el aula».
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Los tres estudiantes, si bien no se vieron afectados por problemas en el transporte, explicaron que algunos compañeros sí les trasladaron que habían llegado tarde por la «saturación del metro». Y aludieron a la problemática de varios alumnos de Torrent, cuya única alternativa, más allá del vehículo privado, pasaba por recurrir a autobuses lanzadera que les dejaban en puntos complicados para realizar trasbordos y llegar al campus.
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