El coronavirus en la cabeza de un niño

En muchos casos es un bicho verde o rojo rodeado de cilios que a menudo se dibujan como pies, aunque la mente de los niños muestra en sus dibujos algo que ya sabemos, que están dotados de un sexto sentido. Cogen la información que toman del entorno y la sintetizan creando arquetipos, especialmente cuando se da una situación de incertidumbre vital. La que todos estamos viviendo en estos momentos y ellos, encerrados en las casas, la sufren con una intensidad que a menudo puede pasar desapercibida. Lo que amortigua este golpe es que las dudas sobre el futuro se están pasando en casa, con los padres, lo que también es un shock de reconexión.

El virus está sobredimensionado en sus mentes. Los más dependientes del movimiento físico y la conexión con sus amiguitos lo expresan a través de imágenes que recuerdan a animalitos enjaulados, los que necesitaban están más tiempo con sus padres muetran la situación como un regalo. La imagen, en general, se corresponde con la que se repite de forma incesante en los medios de comunicación, una bola que nos ataca y a la que solo podemos hacer frente cumpliendo una serie de normas obligatorias. La mayoría de los dibujos, son niños menores de 12 años, tienen varios denominadores comunes: la conciencia sobre la existencia del virus, las reglas que se han de cumplir (movimientos, higiene), la diferencia entre dentro y fuera, el contraste entre la impotencia por el encierro y la proactividad de los críos y, por supuesto, un reflejo de la sobreexposición al tema que padecen. No son muy distintos a los dibujos de las guerras. Niños intentando definir en su fragilidad la sacudida de sus rutinas en un mundo confuso en el que se aferran a los conceptos como tabla de salvación.