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Detrás de la firma de alta cosmética Germaine de Capuccini hay una mujer, Carmen Vidal Ballester, que, aunque argelina de origen creó una compañía internacional desde Alcoi, municipio en el que se instaló en 1966 y donde había abierto, dos años antes, una peluquería que regentaban sus hijos mayores.
Carmen Vidal tenía entonces 51 años, momento en el que se lanzó a ser empresaria y a hacer realidad su sueño: el de crear su propio gabinete de belleza. Lo hizo precisamente en un anexo a ese Salón Dermabel. Allí realizaba tratamientos faciales a los clientes que lo solicitaban con las cremas que ella misma preparaba y en las que volcaba los conocimientos aprendidos en París y en Argel, donde había trabajado en el instituto de belleza de madame Fabré. A su lugar de origen volvió en 1952, a los 37 años, y permaneció una década para ayudar a su familia en plena posguerra española. Allí esta mujer transgresora, enérgica y vital trabajó en un acreditado instituto de belleza dirigido por madame Fabré.
Los secretos y el uso de la cosmética natural aprendidos en Argel durante su infancia y las técnicas y el saber hacer adquiridos en París (1962-1964) habrían de convertirse en el estandarte de una de las empresas de cosmética profesional de mayor prestigio en el mundo. Y lo hizo entrando en el mercado intermedio, en el de los productos y tratamientos exclusivos enfocados a la labor del profesional esteticista.
En los inicios de la empresa en los 60, Carmen Vidal visitaba en su coche los centros que habían solicitado sus productos y les enseñaba la forma de aplicarlos. En apenas una década el negocio de carácter artesanal y familiar se convirtió en una empresa que tuvo que ampliar instalaciones, dotarse de medios técnicos y contratar más personal.
Fue en 1976 cuando la compañía pasó a ser sociedad anónima, con Carmen Vidal de presidenta y sus cuatro hijos en el consejo. Se le dio el nombre de Germaine de Capuccini (Germaine para respirar carácter francés y Capuccini en honor a su actriz francesa favorita) y adoptó el cisne como imagen de marca. Dos años después, en Venezuela, comenzaba la veloz internacionalización de una empresa que hasta 2019 estuvo en manos de la familia Vidal, que la vendió a un fondo de inversión.
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