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HÉCTOR ESTEBAN
VALENCIA.
Sábado, 19 de junio 2021, 00:43
En el colegio concertado San José de la Montaña de Cheste no hubo vacaciones el verano pasado. La madre Mayra García, directora del centro, sólo tenía una idea en la cabeza: «Todos los niños tenían que venir a clase, había que garantizar su presencialidad con ... la máxima seguridad posible». Hoy, a menos de una semana de que termine un curso complicado, pueden decir que el objetivo se ha cumplido. Al colegio asisten 329 niños y no ha habido ni una sola notificación de brote de ámbito educativo o de contagio en las aulas. Los que se han dado entre los escolares en los últimos meses siempre han sido de origen social.
La tarea no ha sido fácil porque era enfrentarse a lo desconocido. «El primer paso era aprovechar todos los huecos que había en el centro para convertirlos en aulas», apunta la directora. Por eso hubo que inutilizar el gimnasio, el aula de tecnología, la de música y la biblioteca para colocar pupitres a un metro y medio de distancia con el fin de garantizar la seguridad entre los alumnos. Además, hubo que comprar proyectores, pizarras digitales y otro tipo de material para habilitar estos espacios.
«No teníamos tiempo. En los meses de verano tenía que estar todo listo para que los alumnos volvieran, porque tenían que volver. No sabes la alegría con la que se incorporaron en septiembre, el primer día de colegio fue algo inolvidable. No nos podíamos abrazar ni tocar, pero para todos, para ellos, para los profesores y para la comunidad educativa fue una inyección de moral. He de reconocer que había miedo a lo que iba a pasar pero todo ha salido bien», apunta la madre Mayra, que recuerda que en aquel momento no sabían qué iba a suceder, cuánto tiempo iban a estar abiertas las clases. «Trabajamos mucho para que hubiera seguridad y se ha conseguido. Los alumnos han sido disciplinados, han cumplido y han dado una lección a los mayores. Esto nunca se hubiera conseguido sin ellos, da igual la edad, porque desde los más pequeños a los más mayores han hecho caso a las normas», afirma con orgullo.
Un croquis del colegio sirvió para tomar decisiones. Hubo que derribar tabiques y colocar unos paneles móviles que permitieran hacer las clases más amplias. De esta manera, se ganaba espacio para ubicar a los niños, que quedaban fijados con una marca en el suelo. No sólo fue un proceso de esfuerzo mental y físico, sino que hubo que realizar una fuerte inversión de más de 63.000 euros en la habilitación de las aulas. La ayuda de la Conselleria de Educación, de 10.000 euros, ha llegado hace unos días. Una aportación que no cubre la mayor parte del gasto realizado. «La congregación, el AMPA y la colaboración de los padres ha sido fundamental para poder hacer todo esto. Además, teníamos que pensar muy bien lo que hacer para que los cambios que hemos ejecutado sirvan para cursos posteriores», señala la directora.
A la obra de albañilería hubo que sumar toda la señalítica, las pegatinas en el suelo, las pantallas en administración y todo lo necesario para poder utilizar el comedor o el patio. Los alumnos, además, han soportado el frío en invierno porque las ventanas han permanecido abiertas para garantizar la ventilación, de la misma manera que aguantan el calor con la mascarilla.
Además, se ideó un plan para motivar a los niños en su vuelta al colegio tras muchos meses en casa confinados por la pandemia: «En cada clase había una temática. Unos han sido los exploradores, otros los piratas... la idea es que tuvieran ese aliciente a la vuelta, un plus para sobrellevar un curso que no ha sido fácil».
La responsabilidad de los padres ha sido fundamental para evitar situaciones de riesgo, especialmente durante la tercera ola, donde Cheste, al igual que el resto de la Comunitat, vivió los momentos más duros de la pandemia con una incidencia por encima de los 1.000 casos por cada 100.000 habitantes.
Para el curso que viene ya saben que habrá que volver al menos con mascarilla y distancia de seguridad, aunque todo puede cambiar en función de la evolución de la pandemia. «Me gustaría volver pronto a la normalidad, a retomar el proyecto educativo que pusimos en marcha, que los niños puedan volver a salir de excursión, las actividades que hemos tenido que aparcar», termina la madre Mayra, con cierta esperanza de cara al futuro.
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