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Luis Rojas-Marcos (Sevilla, 1943) contesta por teléfono desde Nueva York a la llamada de LAS PROVINCIAS con un mensaje donde se mezcla la autorizada ... voz del experto en salud mental, una referencia a nivel mundial, con la opinión más personal: esa vertiente humana donde late la conmoción que también al otro lado del Atlántico despierta la catástrofe de Valencia. Un drama con graves consecuencias de toda índole que aboca a las víctimas a un proceso de reconstrucción que implica sanar la salud mental. ¿Cómo rearmar la conciencia moral de toda una sociedad? A partir de su experiencia, tristemente enriquecida durante los días siguientes al 11-S, Rojas-Marcos ofrece algunas pautas que alimenten la esperanza.
– Hay una analogía muy recurrente para comparar lo sucedido en Valencia, salvadas todas las diferencias, con el Nueva York del 11-S, sobre todo en el aspecto de cómo reanimar a una sociedad abatida. ¿Es una idea que usted comparte?
-Bueno, cuando hablamos hoy en psiquiatría moderna de situaciones traumáticas, de desgracias comunes como la pérdida de un ser querido, la ruptura de relaciones o enfermedades graves que no nos esperábamos, ahí también entran las calamidades excepcionales como las que ha sufrido Valencia y la que sufrió Nueva York. Pero si entramos a pensar en qué tipo de desastre o de trauma significa uno y otro caso, ahí vemos que hay una diferencia: en una el agresor es la naturaleza y en la otra, el agresor fueron seres humanos. Pero, en el fondo, la mente humana reacciona a la tragedia y al trauma de una manera semejante: son todos esos casos de estrés postraumáticos parecidos. Sufrimos pánico, ansiedad, insomnio. Incluso ansiedad y también depresión, pero dependiendo siempre de cada persona: hay quien lo supera en unos meses y hay quien lo puede sufrir de manera crónica. Según los estudios epidemiológicos, en el mundo occidental cada persona sufre de media dos grandes adversidades en la vida. Esa estadística significa que todos estamos expuestos. No nos libramos de padecer algo terrible a lo largo de la vida.
- ¿Y cómo salió Nueva York de aquella tragedia? ¿Qué lecciones puede extraer Valencia de aquella triste experiencia?
- La primera lección que es importante aprender es que una vez que uno ya ha sufrido el trauma tiene que pasar por el proceso de aceptarlo. ¿Cómo? Hablando. Hoy sabemos que hablar es importante. Compartir lo que sentimos, buscar información y pedir ayuda. Preguntarnos qué podemos hacer para superar esta situación y adoptar una actitud. Lo opuesto a decirnos: 'Mira, yo no puedo hacer nada a veces y que sea lo que Dios quiera'. Esa actitud pasiva no ayuda. Es importante lo que llamo localizar un centro de control dentro de uno mismo y como digo buscar ayuda, exactamente igual que cuando notamos en otras circunstancias de la vida que no funcionamos bien, sea por ansiedad o por depresión. Insisto: la idea debe ser buscar ayuda, tener una actitud activa, preguntarnos cómo lo vamos a solucionar…
- ¿Se refiere a superar la fase inicial del duelo y pasar al estado de aceptación?
- Es que una vez que pasa el tiempo el reto pasa a ser distinto. El reto entonces es no estancarse en la situación traumática. Hablo de cuando ya han pasado dos meses, más o menos. Y vuelvo a reiterar que en ese momento es clave hablar, hablar y hablar. Para curar las heridas, hay que pedir ayuda y compartir el dolor. Y también utilizar la memoria para irse liberando de la situación de víctima. A veces las personas que tenemos alrededor o el sistema no nos ayudan porque se tiende a mantener la situación de víctima. Al principio es normal pero una vez que pasa el tiempo, mantener esa identidad de víctima no es útil. No. Compartir lo que sentimos nos permite superar lo que estamos viviendo. Pero eso lleva tiempo.
- Eso le iba a preguntar, siguiendo con la analogía del 11-S, porque han pasado ya más de dos décadas desde entonces. ¿Le parece a usted que Nueva York ha salido ya del diván y se ha puesto en pie? ¿O cuándo recuperó la compostura?
- Bueno, la actividad tardó tiempo en recuperarse porque la ciudad lo vivió como un trauma. Hay que tener en cuenta, y esa es otra semejanza con Valencia, que el 11-S no hubo apenas heridos. Hubo muertos y hubo supervivientes, así que la cuestión central fue cómo tratar la parte psicológica. Qué puedo hacer para entender eso y para superar la ansiedad o la depresión. Fue cuando entendimos la importancia de buscar ayuda y de que la persona recuperase el control de su vida dentro de sí misma y organizase su respuesta de manera activa. Como digo, la pasividad no ayuda. Ahora bien, cada víctima se recupera de forma distinta. Hay quien tarda unos meses en superarlo pero otras personas han tardado más tiempo. Un año, dos años…
- ¿Y la moral ciudadana? ¿Cómo se recupera una ciudad?
- Si hablamos de Nueva York en general, depende también de cómo definamos la idea de superar el trauma. Yo pienso en mi propia experiencia, que fue directa porque yo estaba allí. ¿Y qué me ocurrió entonces? Pues que me doy cuenta, como el resto de habitantes de la ciudad, de que ha quedado entre nosotros el sentimiento de vulnerabilidad. Yo llevo viviendo aquí ya 53 años y recuerdo que antes del 11.S no había ese sentimiento. Eso no podía pasar, entraba dentro de la fantasía que pudiera ocurrir aquí algo semejante.
- ¿Y ese sentimiento permanece en Nueva York? ¿Cree que puede ser otra analogía con lo que vivirán los habitantes de la zona cero de Valencia? Que el temor a otra riada complique superar el trauma.
- Bueno, en Nueva York ya no existe. Claro que pensamos que puede pasar algo así tal y como está el mundo hoy en día, con tanta violencia, todas esas guerras, pero claro que tenemos que estar también precavidos y ser conscientes de que un día vamos a tener que enfrentarnos a una situación difícil, a un desastre, que nos obligue a tener que organizar nuestra vida de nuevo. Pero recuperarse es cuestión de tiempo, como las heridas, como ocurrirá en el caso de Valencia, se curan. Es cuestión de tiempo, de reprogramarse a uno mismo y pensar que en psiquiatría se suele concluir que un estrés postraumático dura más o menos tres meses. Si dura más, ya hablamos de estrés postraumático crónico y hay que buscar ayuda profesional si vemos que no podemos dormir, que perdemos la ilusión por vivir… Lo que llamamos depresión, que se puede superar con el tiempo. De hecho, no podemos dejar de mencionar que en esas situaciones surge algo que puede parecer paradójico: es lo que llamamos crecimiento postraumático, un fenómeno muy estudiado en los últimos veinte años.
- ¿A qué se refiere? ¿Cómo se define ese fenómeno?
- A que hay entre quienes sufren un trauma muy serio un porcentaje que podemos situar entre el treinta o el cuarenta por ciento de personas que en la lucha por superar esa situación descubren cualidades en ellas mismas que no conocían. Se vuelven incluso personas más creativas. No hablo de la tragedia en sí. El dolor por sí mismo no ayuda en nada, pero sí activa una lucha por superarlo que nos ayuda a descubrir en nosotros o en las personas que tenemos alrededor esas cualidades y entonces nos decimos: 'Sí, aquello fue terrible. Pero mira yo descubrí esta parte mía que no la conocía. Descubrí la solidaridad en otras personas, que era algo que tampoco conocía'. Y eso es lo que llamamos ese crecimiento postraumático, que como digo no sucede al cien por cien de las víctimas pero sí en un cierto número de personas que se han enfrentado a grandes calamidades.
- Valencia cumple ahora un mes desde la catástrofe. Más allá de esos casos de superación que menciona, entenderá usted que la sociedad se sienta deprimida. Si estuviera en su diván, ¿cómo le ayudaría?
- Lo primero es saber cómo nos ha afectado. Cómo nos ha afectado como sociedad y cómo me ha afectado a mí y preguntarme qué voy a hacer. Y si me respondo que no puedo dormir o sufro un estado de ansiedad, que no es otra cosa que el miedo, o no sé cómo superar la pérdida, saber que tengo hacer algo por mejorar mi situación emocional.
- ¿Por ejemplo? Hablar, compartir, pedir ayuda… ¿Algo más, alguna terapia adicional?
- Pues por ejemplo aquí entra en juego la idea de colectividad. Una reacción compartida. La solidaridad es muy útil a la hora de superar adversidades, como ya sabemos por desgracia que ocurre en otras tragedias. Ayudar nos ayuda. Nos ayuda a nosotros también a superar el trauma. Comunicarnos, hablar… Pero es importante también ver cómo nos hablamos a nosotros mismos y tomar medidas para superar la situación emocional.
-¿Medidas de qué tipo? ¿También alude a la ayuda de las instituciones?
- Naturalmente. Me refiero a las medidas que tome la sociedad, las que adopte el gobierno… Ayudas económicas para compensar a quienes han perdido sus bienes, porque a la hora de superar un desastre colectivo hay que tener en cuenta cuál es la capacidad de las personas afectadas pero también la ayuda que puedan tener del resto de la sociedad. Y entonces es importante recordar aquello que decía Darwin, que no sobreviven los más fuertes ni los más inteligentes Sobreviven los más flexibles. Los mejor adaptables a los cambios, las personas que saben organizarse y que tienen un plan para superar esto.
- ¿Llorar ayuda?
- Sí, las lágrimas ayudan. El llanto es una reacción normal ante una situación de tristeza, de abandono o de indefensión. La incertidumbre es parte de la experiencia del ser humano ante esas situaciones difíciles, como lo es la tristeza. Expresar esos sentimientos van a ayudar a la hora de superar el trauma.
- Se lo preguntaba porque he leído una frase suya de una entrevista donde se confesaba partidario del abrazo. Decía que la sociedad en general debía abrazarse más, expresar su cariño. Entiendo que esa idea es también clave para recomponer la moral ciudadana en casos como el de Valencia.
- Efectivamente, abrazarnos, hablar, compartir lo que sentimos. Es lo que decía antes: la solidaridad no solamente ayuda a quien nosotros ayudamos. Si preguntas a personas que han hecho actos solidarios estos días durante las inundaciones, te dirán que eso les ha ayudado a superar mejor la adversidad. Ocurrió durante la pandemia, por ejemplo. Había personas que decían: 'Mira, hay un aspecto en mí que yo he descubierto y es que cuando voy a saludar al vecino y quiere que le ayude su educación, me siento mejor. Y eso sucede también en momentos de desastres: quien ayuda a otra persona, tiene más resistencia al pánico. O sea, que tiene más probabilidades de sobrevivir. Son capacidades que tenemos los seres humanos a la hora de superar grandes desafíos. Y yo recuerdo si algo que he dicho alguna vez un amigo, un explorador noruego que fue el primero en llegar al Polo Norte y me dijo: 'A la hora de la verdad, lo que separa a los vivos de los muertos no es lo que llevamos en la mochila, sino en la mente'. Y es que todos podemos organizarnos, programarnos, hablar, pedir ayuda… Pero para eso tenemos que pensar qué puedo hacer yo por sentirme mejor.
- Y todos podemos querernos más también.
- Sí, claro. El amor, el apoyo de nuestros seres queridos es muy útil. Las personas que tienen más relaciones con otras, que tienen buenas conexiones, superan mejor que otras esta tragedia. La amistad, el cariño mutuo, son por supuesto muy importantes ante cada trauma.
- Su libro más reciente se titula 'Estar bien aquí y ahora', que es una frase que me parecía que podía ser también inspiradora para reanimar a quienes lo han perdido todo el 29 de octubre
- Es importante de ese titular lo del aquí y el ahora. Porque el ser humano no lleva bien la incertidumbre y por el futuro es tan importante. Cuando perdemos el sentido de futuro, es una fuente de problemas y de sufrimientos enormes. Por eso organizar nuestra vida, plantearte cómo enfocar el hoy, el problema actual… Es decisivo. Lo que digo del aquí y del ahora para víctimas de desastres. Preguntarse qué voy a hacer para sentirme mejor no en el futuro, sino la próxima semana. Eliminar ese factor de incertidumbre.
- Es usted también autor de un libro que se titula 'Eres tu memoria', que es una idea muy recurrente en esta conversación que estamos manteniendo. ¿La memoria puede operar como un bálsamo curativo en este tipo de de situaciones que vive Valencia, aunque suene contradictorio? ¿Recordar puede ser un antídoto contra el dolor?
- La memoria no es un ordenador. Es un disco duro que cambia. Nos ayuda pero también nos ayuda el olvido, que es una experiencia que cambia con el paso del tiempo. Y eso es muy útil: la memoria nos ayuda también a perdonar también poco a poco, en ciertas situaciones. Y nos ayuda a no estancarnos en la identidad de víctima, porque está bien sentirse víctima durante un tiempo, pero no dejes que tú mismo o la sociedad a tu alrededor te convierta en víctima años después. Eso yo no lo aconsejo. Hay que dar un paso y ayudarnos en el olvido y en el perdón, incluso hacia nosotros mismos.
- ¿Y se atreve usted a poner una fecha a ese momento, cuando la sociedad valenciana se ponga de nuevo en pie y las heridas hayan cicatrizado? ¿Es cosa de un año, de dos años?
- Hablar de un grupo de personas es demasiado general. Depende de la sociedad y depende cómo trate a las víctimas. Hay personas que en un año o dos años lo superan, personas que tienen ayuda, con buenas relaciones con otras personas, buenas conexiones con sus amigos. Personas habladoras, que comparten sus penas y sus alegrías, que piden ayuda… Esas van a dejar la identidad de víctima antes que la persona que es más introvertida, más anclada en sí misma, con menos recursos. No es tan sencillo.
- ¿Y si le llamo dentro de un año, le podré contar que nos hemos curado, que nos hemos puesto en pie?
- Muchos se habrán curado y otros estarán en el proceso de curarse. Pero muchos, sí. Muchos se habrán curado.
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