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El móvil marca seis grados y el cielo está despejado en Moncada, junto a la entrada del instituto Enrique Tierno Galván, donde una treintena de estudiantes se concentran en protesta por las condiciones en las que se imparten las clases. Se muestran críticos con la organización derivada de la pandemia y con las bajas temperaturas en las aulas.. Denuncian que no están acondicionadas y que la calefacción ni se nota. Es el Tierno Galván pero puede ser cualquier centro valenciano, pues el protocolo Covid obliga a mantener la ventilación natural, lo que equivale a soportar el frío si se quiere reducir el riesgo de contagio .
Varios grupos se alejan de la puerta buscando zonas al sol. Lucen pancartas, guantes, gorros, plumíferos y mantas, las mismas con las que se cubrirán en las aulas. La protesta, un plante en la entrada, dura dos horas. Y no es la única. Entre las de ayer y las de hoy sumarán una veintena en las tres provincias, convocadas por el Sindicato de Estudiantes.
«Estamos aquí por las malas condiciones que tenemos en clase. Pasamos mucho frío. Sabemos que hay que estar con las ventanas abiertas pero se podía haber acondicionado mejor», explica Celia, alumna de un ciclo formativo. «Damos clase en el gimnasio donde tenemos tres radiadores, pero al ser tan grande no sirven, te lo tienes que poner debajo para que se note. Con las ventanas y la puerta abiertas es imposible que se caliente», explica. A su juicio, sería necesario instalar más aparatos de calor.
Una de sus compañeras relata que también se ve a profesores equipados con mantas, mientras que otra accede a describir su equipamiento habitual para ir al centro: «Debajo del chándal o el vaquero llevo un pantalón de pijama. Y también la parte de arriba, además de la sudadera y la chaqueta, y la manta por encima». Un joven entra en la conversación compartiendo su truco: se coloca guantes de plástico, «de los del Mercadona», encima de los normales: «Así se me calientan más las manos».
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Daniel Carabal estudia en el IES Serpis de Valencia, donde los alumnos se concentraron sobre las cinco de la tarde. «Los radiadores se encienden pero al ubicarse debajo de las ventanas y estar estas abiertas es como si no hubiera nada», señala. El suyo es el turno de la tarde, y explica que cuando empiezan «las clases están a la temperatura adecuada», aunque la sensación desaparece con el paso de las horas.
«Vamos con chaquetones gordos y guantes, y los que no los llevan están constantemente frotándose las manos para coger calor. También ves a profesores con gorro y bufanda, y moviéndose mucho para entrar en calor», añade. Cree que debería mejorarse el equipamiento, con más radiadores o purificadores de aire, y admite que las bajas temperaturas complican la concentración.
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En Novelda, los estudiantes del IES Vinalopó han comenzado a recoger firmas en protesta por las condiciones térmicas. Iván Moreno, uno de los alumnos, asegura que se han quejado a la dirección porque la calefacción no está activa todo el tiempo. «Los alumnos se ponen encima de todo», resume de forma gráfica.
Lo mismo sucede en el Gilabert de Centelles de Nules, donde no se descarta la huelga. El relato de Mar, una de las estudiantes, es coincidente: la calefacción apenas se nota y predominan los gorros, los guantes y las mantas: «En los últimos días de frío no tenías ni ganas de sacar las manos de los bolsillos», señala.
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El portavoz del Sindicato de Estudiantes, Carlos Naranjo, dijo ayer que la intención es continuar con las protestas la próxima semana. «Constantemente se ponen en contacto con nosotros alumnos de centros porque la situación es inaguantable, ya sea por miedo al Covid ante la masificación de las aulas o por el frío», relata. «Aunque la ola esté remitiendo las bajas temperaturas seguirán, y la climatización no es suficiente, los centros no están adecuados y es necesaria una intervención inmediata», dice.
La Conselleria de Educación remitió el pasado lunes una carta a los equipos directivos en la que recordaba que el protocolo, en caso de condiciones climatológicas adversas, prevé la apertura de las ventanas de manera intermitente (entre tres y cinco minutos cada media hora). También instaba a mantener la calefacción en marcha «todo el tiempo que sea necesario».
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Por otro lado, la distribución de purificadores de aire, que evitarían tener que depender de la ventilación natural al eliminar la posible carga viral del ambiente, acaba de comenzar, con sólo mil de los 8.000 aparatos previstos para un sistema educativo conformado por 47.000 aulas.
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