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Detrás de José Gómez de Arteche Moro de Elejabeitia hay mucho más que un nombre de apellidos interminable, digno de cualquier familia nobiliaria. Coetaneo de Cánovas del Castillo, el general de división Gómez de Arteche (Madrid, 1821-1906) era una especie de Leonardo Da Vinci del siglo XIX español. Igual ingresaba a los tempranos 15 años en el Colegio de Artillería del Ejército español, que prestaba servicios de espionaje en Roma y Tánger o se convirtió en senador por Guipúzcoa durante tres años. Como también diseñaba un novedoso sistema de puntería para cañones o hacía planos de Gerona, Solsona o de la ruta a seguir para viajar de Madrid a Andalucía. Capaz de dedicar 40 años, cuatro décadas, la mitad de su vida, a escribir 'Historia Militar de España', una obra en 14 volúmenes sobre la Guerra de la Independencia que le abrió las puertas de la Real Academia de Historia y el acceso a las aulas militares españolas como obra clave en la instrucción marcial.
Pero como dice el silogismo, 'la verdadera muerte es el olvido'. Los restos del ilustre militar se encontraban en una discreta tumba en el cementerio madrileño de La Almudena. «En una sepultura sin ostentaciones, tal como el mismo quería». Pasado el tiempo legal para conservar un cuerpo en un camposanto, este iba a ser trasladado a un osario común. Hasta que apareció en el horizonte la Fundación Indortes. «Una guerra no termina hasta que el último de sus caídos es recuperado y enterrado dignamente», sostiene uno de los lemas de esta entidad surgida en 2015 y que lleva el nombre de Indortes, hermano de Istolacio, los dos primeros iberos caídos cuyos nombres conocemos, en lucha contra las legiones del Imperio romano. El objetivo de la fundación, localizar a los más de 100.000 combatientes caídos y «enterrados en cementerios, en fosas comunes o en campos de batalla». Honrar sus nombres y localizar sus tumbas si aún no lo están, cuidar sus mausoleos en cementerios o señalizar los que no lo están, acabar con los actos vandálicos contra monumentos funerarios militares, ayudar a los familiares de soldados que no puedan hacerse cargo de sus restos a darles un lugar digno de descanso eterno...
Y eso ha hecho la fundación con el general Gómez de Arteche. Gracias a la cesión de dos parcelas mortuorias en el cementerio de La Paz de Valencia, la entidad ha procedido a trasladar los restos fúnebres del militar hasta la Comunitat. Será este próximo martes cuando se proceda a inhumar sus restos en el panteón militar del camposanto valenciano.
«Nuestro primer cometido es conocer. Tradicionalmente España no ha reconocido la figura del soldado anónimo, porque sencillamente todos tienen nombre, todos han faltado en un hogar, entre sus amigos y compañeros. No existe el soldado desconocido. Es falso que haya soldados anónimos. En todo caso será que, en nuestra ignorancia, no los conocemos», es una de las máximas que defiende Salvador Fontenla, general de brigada retirado y ahora presidente de la Fundación Indortes.
En su vida, el 'Da Vinci español del siglo XIX' llego a atesorar un curiosísimo museo con piezas militares, muchas de las cuales han sido donadas al Senado. Allí hay también una colección de libros llamada 'Gómez de Arteche', comprada en 1906 al militar por lo que entonces fueron 150.000 pesetas. Y no es cualquier colección, pues está formada por notas, libros, planos, memorias, correspondencia y numerosos manuscritos (algunos tan ilustres como los de Jovellanos), hasta alcanzar más de 2.000 volúmenes impresos y 140 manuscritos. Entre los 'tesoros' de museo del mando militar, un sable del mariscal Souchet, arma con el que el arrojo del histórico militar brilló en varias batallas de la Guerra de la Independencia. Como en la batalla de Vitoria, en la que el ejército francés sufrió una contundente derrota.
En la histórica contienda contra las huestes galas participaron ron tanto el padre como un tío materno de Gómez Arteche, según la historiografía. Posiblemente de ahí surja la entrega mostrada por el militar para describir durante 40 años de su vida con todo detalle lo ocurrido en la Guerra de la Independencia. Su ascendencia en Madrid hace que incluso tenga una calle con su nombre en el hoy barrio de Carabanchel. Esa fue la zona que le vio nacer allá por 1821, cuando el lugar era un pueblo, Carabanchel de Arriba. Ahora, tras la callada pero reconocedora labor de la Fundación Indortes, sus restos reposarán en La Paz, el lugar para «un paladín y tenaz del nombre español», como lo describió un comandante coetáneo.
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Álvaro Soto | Madrid
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