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José Belmonte observa los daños en el ventanal de la casa de sus padres, en Bejís. Iván Arlandis

Desolación en la vuelta a Bejís: «Ha desaparecido nuestro medio de vida»

Los daños en las viviendas son menores, salvo en una finca próxima al castillo, pero las llamas han devastado el entorno. Se ha perdido la práctica totalidad del término municipal

Joaquín Batista

Valencia

Sábado, 20 de agosto 2022, 20:27

El regreso de los vecinos de Bejís ha sido progresivo. Casi todos los que llegan pasan por el Ayuntamiento -hay acopio de garrafas de agua, la del grifo aún no se puede consumir- antes de encaminarse hacia sus casas para comprobar su estado. Han sido más de tres días de angustia pensando en los posibles daños, que gracias a los servicios de extinción son menores en el casco urbano. La peor parte se la han llevado los vecinos del final de la calle Camino del Castillo. Más de la mitad de la fachada de la finca está calcinada, y hay desperfectos evidentes en balcones y ventanas.

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Dentro del pueblo la ceniza aún llega arrastrada por el viento, el olor a quemado impregna el ambiente y muchos lindes de las vías más exteriores están abrasados, justo hasta que empieza el asfalto de la calle o la línea de fachadas.

Bien distinto es el panorama que presenta el entorno, arrasado casi en su totalidad. Ya no hay verde, sólo tierra quemada salvo algunas superficies cultivadas y zonas agrestes en las que parece que el fuego pasó por encima. La palabra más repetida entre los vecinos que regresan es «desolación».

«El pueblo está bien, no ha tocado casi nada, pero el término municipal está todo quemado. Impresiona verlo todo negro, cuando antes era verde. Prácticamente ves las pierdas», describe Enrique Córdoba, residente en Valencia y vecino de Bejís desde hace cuatro años. Su piso está intacto, pero el paraje al que asoma su balcón (la zona de Ríos de Abajo y la Masía de los Pérez) está irreconocible. «No me esperaba que estuviera tan afectado», completa su mujer. El fuego se quedó a unos 20 metros de la fachada.

Asunción Vicente porta varias maletas y tiene ganas de ver cómo está su casa, a la que aún no han entrado. «Salimos con lo puesto, pensando que sería poco pero se fue agrandando. Estamos bien, que es lo importante, las casas no las ha tocado», señala.

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Casi a la vez Mari Carmen Román sube la persiana de la Olivera, su negocio de comidas para llevar. Teme que parte del género se haya echado a perder. «La sensación es de mucha tristeza, también porque no sabemos qué pasará a partir de ahora, cuándo volveremos a la normalidad, o si volveremos», explica. «Es una pena ver cómo está el término municipal, todo era verde y ahora está quemado», añade resignada.

Poco antes de la una llega María José Madrid, la alcaldesa. Con sensaciones agridulces. Contenta de que ya se pueda acceder y desolada al ver con sus propios ojos el aspecto del entorno. Señala que ha resultado afectado el 99% del término municipal.

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El municipio está a la espera de que los técnicos de Sanidad hagan los análisis pertinentes en la red de agua para autorizar su uso (por si ha resultado contaminada por el incendio) y no hay servicio de internet por los daños en la red y en el repetidor. Los móviles sí funcionan, pero no los teléfonos fijos.

«Gracias a los servicios de extinción se han salvado los núcleos de población, aunque hay algún desperfecto en el perímetro. Pero no el paraje natural, nuestras zonas de esparcimiento y nuestro medio de vida», lamenta. La tierra y el atractivo turístico.

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«Aquí la gente vive de la agricultura, tiene olivos, almendros y nogales. También se trabaja la trufa y la carrasca, y tenemos mucho turismo rural. Además, desde el Ayuntamiento gestionamos la planta envasadora de agua, el Agua de Bejís, que aparentemente no ha resultado afectada, al menos desde fuera, aunque tardaremos en ponerla en funcionamiento», añade. También es preciso verificar que el incendio no haya contaminado el caudal de la que se alimenta y evaluar la situación del interior. De ella vive mucha gente del pueblo.

También agradece que la llegada de los vecinos esté siendo progresiva, una manera de no colapsar la única carretera de acceso habilitada (la CV-236) y facilitar el movimiento de los servicios de emergencia, que se mantiene.

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Principales daños en viviendas

La peor parte se la han llevado los vecinos de la finca situada al final del calle Camino del Castillo. En los días previos el Ayuntamiento difundió una foto en que se veía buena parte de la fachada ennegrecida, Varias familias han acudido lo antes posible para valorar los daños. Nueve de las doce viviendas están afectadas.

La casa de los padres de José Belmonte es una de ellas. En lugar de balcón tiene ventanal, por lo que los desperfectos no han pasado de ahí, aunque impresionan. «Pese a lo sucedido estamos contentos porque se ha quedado sólo en eso», señala. Su mujer, cuando vio la foto del Ayuntamiento, temió lo peor. «Casi no nos lo creemos, se ha podido salvar la casa», dice. Hay cristales reventados, varios estores están quemados y la carpintería metálica está visiblemente abombada por efecto del calor. En su rellano, la puerta de enfrente, que sigue cerrada, presenta en el exterior marcas de humo. Mala señal, pues se intuye que las llamas tuvieron una mayor penetración en la vivienda.

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«Nuestra principal preocupación era que hubiera afectado a la estructura, pero ya nos han dicho los técnicos que está bien. Sabíamos que no se había quemado la casa porque lo vimos a través de la cámara de seguridad que tenemos instalada. Vimos humo, y la temperatura que marcaba se elevó a 57 grados. Tres cuartos de hora después bajó», explica María, de la misma finca. Su marido explica que al saltar la alarma llamó al 112 para dar aviso de la incidencia, sobre las siete menos cuarto del martes. Lo que ya no sabe es si se envió alguna brigada para atender la emergencia.

Sobre las sensaciones tras la vuelta, María se emociona cuando se le pregunta. «La pérdida es enorme, similar a la que se siente cuando pierdes a un familiar, es muy grave cómo ha quedado el monte. Casi que los daños de la vivienda (que se centran en el balcón) son lo de menos», acierta a añadir.

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Julia Soriano, de Burjassot, también tiene la terraza calcinada. El fuego, o el calor por la proximidad de las llamas, también dañó los cristales de su habitación, que recae a la estancia exterior. «Al tenerla cerrada esperaba que no hubiera afectado tanto como en otras casas que sí tienen el balcón abierto», explica.

En la cocina se observa el fregadero con la pila de platos y enseres pendientes de limpiar. Síntoma de la urgencia de la evacuación. «Estábamos comiendo y enseguida nos desalojaron», dice. Su marido, Bartolomé, también se refiere a la desolación del pueblo. «La pérdida ecológica es enorme. Bejís ya se había salvado de dos incendios. Esta vez no», lamenta.

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