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Hay un punto donde el barranco del Poyo rompe sobre los arrozales antes de desembocar en la Albufera, en el Tancat de la Pipa. Y ... ahí, justo enfrente del puerto de Catarroja, el barranco es habitualmente una rambla de aguas tranquilas, que hace 21 días bajaron con tanta furia, después de atravesar toda la comarca, que se llevaron por delante un trozo del camino que separa entre arrozales los términos de Catarroja y Massanassa. A ese punto ha ido a parar una buena parte del fango, cañas, coches e incluso contenedores que arrastró la corriente. Y ahí mismo, entre el lodo que les hunde hasta las rodillas, trabajan buscando a los ocho desaparecidos que siguen sin localizar tras la DANA un equipo del quinto batallón de la Unidad Militar de Emergencias de León, que lleva desde el día 30 de octubre en Valencia.
«Empezamos en el punto que acabamos ayer. No olvidéis buscar entre las cañas, a treinta metros del margen». Palmo a palmo. El militar al mando da las órdenes a un grupo de dieciséis soldados de la UME, que van equipados con ropa impermeable y un palo o una caña, que les sirve para clavar en el lodo o rebuscar entre el material de deshecho arrastrado por la crecida. Algunos son de León, otros de Asturias, también se escucha algún acento gallego entre los militares, que no imaginaban conocer de esta manera el lago de la Albufera y su paisaje infinito de arrozales. No es fácil andar entre tanto barro; de vez en cuando se caen y a veces necesitan ayuda para poder avanzar, unos al lado de otros, siempre coordinados.
La cifra total de víctimas mortales registrada a causa de la DANA ha aumentado a 220, tras el levantamiento del cuerpo sin vida de una mujer en término municipal de Torrent, mientras que el número de expedientes por denuncias de desaparición que están activos se mantiene en ocho.
Así se recoge en el balance con el acumulado histórico desde que se produjo el episodio que elabora el Centro de Integración de Datos (CID) y que ha sido actualizado a las 20 horas de ayer.
A los 220 fallecidos se les ha practicado la autopsia y 219 de ellos están plenamente identificados: 170 por huellas dactilares, 45 por análisis de ADN y 4 por identificación hospitalaria en vida. Por tanto, está pendiente de identificación la última víctima mortal.
Así, en comparación con el balance del día anterior, martes 19 de noviembre, en las últimas 24 horas se ha registrado la entrada de una nueva víctima mortal en las instalaciones del Instituto de Medicina Legal de Valencia (IML) y los forenses han realizado una autopsia más.
El número de identificaciones se mantiene como ayer en 219 y el de expedientes activo por desaparición tampoco varía y sigue siendo ocho.
Conforme van pasando los días, cada vez se hace más complicada esta tarea, porque son decenas de kilómetros cuadrados de superficie, desde Riba-roja hasta la Albufera. El fango, además, se va secando y se endurece, dificultando todavía más las labores de búsqueda. «Es como buscar una aguja en un pajar», comenta alguien, a media voz. Pero ellos siguen. Lo dijo el general jefe de la Unidad Militar de Emergencias, Javier Marcos: «No pararemos hasta que encontremos a todos los desaparecidos».
El camino que discurre paralelo a la rambla ha sido revisado por los perros de búsqueda de la UME; también han volado los drones, imprescindibles en los primeros momentos en los que los accesos eran muy complicados y había decenas de desaparecidos. Pero ahora hay que caminar sobre el terreno, peinando los arrozales, los márgenes de cañas, el barranco, el lago de la Albufera, el mar.
«Vamos a aprovechar la luz, así que hoy pararemos a comer más tarde», comunica el oficial al mando, que va dando instrucciones para que la búsqueda sea exhaustiva. Para no dejarse ni un rincón sin revisar. Así, cualquier prenda de ropa enterrada en el fango es motivo para detenerse, para escarbar. También se paran a mirar bien entre el lodo o el agua estancada, o entre decenas de ramas arrastradas.
En esta zona no se ve ni rastro del arrozal que había originalmente, cubierto por una capa gruesa de fango que costará eliminar. A lo lejos, dos contenedores de barco arrugados como si fueran un simple papel. También se ven algunos fardos de plástico de una planta de reciclaje ubicada kilómetros arriba.
Los militares ya han revisado el puerto de Catarroja, donde los restaurantes siguen sin poder abrir sus puertas, llenos hasta arriba de lodo y con un paisaje muy distinto al habitual, con zonas donde las cañas arrastradas alcanzan varios metros de altura y las barcas de navegación están vueltas del revés por la fuerza de la crecida.
Los militares de la UME no están solos en la búsqueda, en la que participan policías, bomberos e incluso voluntarios llegados de otros países. Por ejemplo, una fundación holandesa sin ánimo de lucro y dedicada a la búsqueda y rescate de personas, Reddingshonden, ha desplegado un contingente de veinte voluntarios y doce perros adiestrados en las zonas afectadas. También están colaborando en esta tarea un grupo de voluntarios mexicanos, llamados los Topos Aztecas, que han viajado más de nueve mil kilómetros para aportar su profesionalidad, acumulada desde que se creara el grupo tras un terremoto en México en 1985.
En el mar, quien está trabajando es el buque Ramón Margalef, que utiliza un robot para rastrear el fondo marino frente a las orillas del Mediterráneo. De hecho, se han prolongado hasta el próximo 25 de noviembre las restricciones a la navegación entre el sur del puerto de Valencia y el límite con la provincia de Alicante. Además, trabajan en la búsqueda por mar embarcaciones del Servicio Marítimo de la Guardia Civil, Salvamento Marítimo y la Armada.
La navegación de barcas en la Albufera también está restringida debido a las tareas de localización, que se completan con la utilización de georradares. La directora general de Prevención de Incendios Forestales, Rosa Tourís, ha hablado precisamente de que la búsqueda está centrada en cuatro puntos: la Albufera, el mar, el barranco del Poyo y el polígono industrial La Reva de Riba-Roja, aunque uno de los últimos cadáveres recuperados estaba en un descampado de Sedaví.
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