Como hacía durante la pandemia, Juan Dasí anda por el pasillo, arriba y abajo, y vuelta a empezar. Intenta así mantenerse activo después de 43 días sin poder moverse de casa, un piso en el Camí Reial de Catarroja. Pasa los ratos sentado en una ... pequeña y soleada salita; vivir en un cuarto piso le permite disfrutar de una luminosa mañana y, al mismo tiempo, estar en las alturas le mantiene encerrado. «Mis piernas no me permiten ya subir cuatro pisos», admite Juan, que con 83 años dice que esta cautividad le ha dejado sin masa muscular. Es su mujer quien sube y baja los tramos de escalera varias veces al día para ir a comprar, hacer colas, trámites y todo lo que esta nueva normalidad tras la DANA la mantiene ocupada.
Publicidad
El caso de Juan Dasí no es el único. Ni mucho menos. Casi un mes y medio después de que una DANA anegara bajos y garajes, más de seis mil ascensores siguen averiados, según las estimaciones de Emilio Carbonell, presidente de la Asociación de Empresas de Ascensores de la Comunitat Valenciana. «Tienen diferentes afecciones, dependiendo de si la cabina estaba arriba o abajo en el momento en que se llegó el agua». Si, con suerte, se encontraba elevada, puede que sólo haya que cambiar los elementos de seguridad del foso, o alguna de las puertas. En el caso de que la cabina haya quedado inundada, habrá que sustituirla. Y si se trata de un ascensor hidráulico, que tienen el motor en la parte inferior, hay que instalar uno nuevo. Así, los importes pueden variar desde los dos mil hasta los 60.000 euros, según explica Carbonell.
Pero el principal problema no tiene que ver con el dinero, sino con los lodos. Sí, hay reparaciones muy costosas y todavía no está claro en cuánto valorará el Consorcio de Compensación de Seguros los daños en las comunidades de vecinos. «Estoy pendiente de una reunión con el consorcio para aclarar estos puntos», confirma Emilio Carbonell. Pero en este momento la preocupación radica en que los técnicos no pueden reparar los ascensores hasta que los fosos no queden limpios de lodo. «Son la parte más baja de una finca, y hay que esperar a que se limpien los sótanos porque podría volver a anegarse», asegura Carbonell. Además, hay sótanos donde los vehículos quedaron flotando aquel fatídico 29 de octubre y golpearon las bajantes, lo que ha provocado roturas y vertidos de aguas fecales en los garajes. En estos casos no se puede acceder sin las medidas de seguridad necesarias, y ya se han dado casos de intoxicaciones, como confirmaba la ministra de Defensa.
La Diputación de Valencia ha sido quien se ha hecho cargo, a través de diferentes contratos con empresas, de la limpieza en los garajes, y según fuentes municipales de Catarroja, se ha establecido una preferencia para que se limpien antes aquellas fincas donde se haya acreditado que existe una persona con minusvalía. En el caso de los fosos, estas mismas fuentes atribuyen la competencia a la Unidad Militar de Emergencias. «El problema es que no tenemos ningún calendario de actuación, algo que venimos reclamando a Emergencias desde hace tiempo», explican fuentes municipales.
Publicidad
Jessica Ruiz es madre de un niño de nueve años que se llama Ezequiel Gómez. A las ocho y cuarto de la mañana ya está vestido y preparado para irse al colegio, como cualquier niño de su edad. Pero Ezequiel sufre dos enfermedades raras y su madre tiene que bajarlo a cuestas por las escaleras desde el cuarto piso. «Cuando llego a la planta baja lo tengo que dejar en el suelo para sacar su carro, que lo tengo bajo llave porque la puerta del patio queda siempre abierta por las humedades y no puedo arriesgarme a que lo roben». A las cuatro y media, cuando llega del colegio, toca subirlo los cuatro pisos. «Mi marido es camionero, se va a las cuatro de la mañana y no me puede ayudar», explica Jessica.
Noticia relacionada
María José Carchano
Su finca tiene dos plantas de aparcamiento, y la segunda todavía está anegada. «Dicen que tenemos preferencia por Ezequiel pero aquí no ha venido nadie todavía». Esta madre, que tiene que llevar todos los meses a su hijo a La Fe porque tiene una infección en el intestino desde hace un año, que ha tenido que someterse a once operaciones, que ha estado a punto de morir varias veces, muestra un aplomo y una fuerza descomunales. Y cuando ve por la calle un militar, un bombero, un camión cuba, pregunta. «Algunos ya me conocen, o me dicen: '¿tú eres Jessica, ¿verdad?'». Sí, es Jessica, y nadie contesta a sus preguntas, y eso que lleva semanas luchando para que arreglen el ascensor de su casa, una dificultad más en una vida ya de por sí complicada. Las hermanas de Ezequiel, que tienen 15 y 18 años, saben que no se pueden ir de vacaciones porque es muy difícil que salga de su entorno, que incluso cuando era pequeño tuvieron que despedirse de él porque tenía muy pocas probabilidades de sobrevivir. «Es fuerte», dice Jessica, que trabaja de camarera y está en ERTE porque el bar donde trabajaba quedó completamente destrozado.
Publicidad
En la parada de autobús, Ezequiel se encuentra con Mateo, un niño de diez años que también necesita silla de ruedas para desplazarse. Tampoco tienen ascensor en su finca, y él vive en un quinto piso, así que su madre, Chelo, necesita la ayuda de su marido, que sale de trabajar de la pastelería un ratito por la mañana, otro por la tarde, para poder bajarlo. O subirlo. «Lo cogemos él de las axilas, yo de las piernas, porque sola no podría», dice Chelo. Hoy los niños están muy contentos porque ha vuelto el conductor de siempre, que les saluda con alegría. Antes de marcharse a llevar a su otra hija al colegio, se refiere a esa famosa lista donde se apuntaron como finca preferente, y que nadie conoce. «El problema es que casi todos los edificios tienen personas con movilidad reducida que necesitarían que el ascensor se arreglara ya», admite Emilio Carbonell.
Ramón Mollá es vecino de Juan Dasí, y lleva semanas luchando contra las administraciones para conseguir que limpien los lodos del garaje y del foso de la finca. Ha habido incluso intentos de que la limpieza fuera a cargo de voluntarios, «pero nos han prohibido la entrada porque el lodo es tóxico». Además, asegura que un camión cuba pequeño les estaba ayudando, pero «de un día para otro prohibieron tirar los lodos junto al barranco y había que ir a descargar a Manises, y es inviable tener que vaciar tan lejos con tan poca capacidad». Habrá un momento, además, que tendrán que plantearse cómo pueden pagar la reparación del ascensor, valorada en 15.000 euros porque la cabina estaba abajo cuando llegó la crecida del barranco.
Publicidad
Fuentes del Ayuntamiento de Catarroja dicen que lo avisaron desde el principio, que los medios disponibles no son suficientes para llegar a todo. «No lo eran al principio ni tampoco lo son ahora». Conforme han ido pasando las semanas, cada vez se ven menos efectivos por las calles de los municipios afectados por la DANA, sobre todo fuerzas de seguridad que venían de otras autonomías. Siguen trabajando los militares, que bajan cada mañana de los camiones que les trasladan desde la base de Bétera. Jessica les pregunta. También Chelo, y Ramón, y miles de vecinos que, con suerte, pueden subir y bajar escaleras. Juan bajó, sí, y lo hizo en ambulancia camino de La Fe porque está enfermo y necesitó asistencia urgente. «Cuando lo vi bajar por la escalera en camilla se me cayó el alma a los pies. Esto es muy injusto», lamenta Ramón.
Cada año se ponen en funcionamiento en la provincia de Valencia entre 1.300 y 1.500 ascensores al año, y según los primeros cálculos de la asociación de empresas que mantienen e instalan los elevadores, va a ser necesario sustituir más de dos mil. «Habrá fincas que tendrán que esperar varios meses», vaticina Emilio Carbonell, y la razón es que el sector no puede absorber de inmediato un volumen tan grande de instalaciones. «Se va a hacer un esfuerzo, sé que al final el sector dará respuesta», asegura, aunque reconoce que en algunos casos todavía no ha sido posible elaborar un presupuesto de daños.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.