«Era ya difícil recordar una UCI sin Covid»

«Prométeme que me voy a despertar y volveré a ver a mi familia». El médico especialista en Medicina Intensiva Ricardo Gimeno recuerda que esta fue la frase más repetida por los pacientes con coronavirus, justo antes de que les entubaran. Pero no todos abrieron los ojos y escaparon de la pesadilla. A pesar de sus años de experiencia, Gimeno confiesa: «Nunca te acostumbras a comunicar que un paciente ha fallecido. Aunque sea parte de nuestro trabajo seguimos siendo humanos». Pero el balance de la UCI del Hospital La Fe es favorable dadas las circunstancias. El jefe del servicio de Medicina Intensiva Álvaro Castellano destaca la satisfacción que siente del trabajo de su equipo, ya que únicamente han tenido que lamentar entre un 25% y un 30% de fallecimientos de los ingresados. Cada pérdida es una marca con la que carga el personal sanitario, aunque lo que más ha marcado al jefe de la unidad es despedirse de las personas más jóvenes. «Ocurrió en la cuarta ola, cuando el perfil de los ingresados cambió de una media de 60 años a llegar a los 30 o 40. Sobre todo fueron no vacunados. Lo que llamamos 'muertes evitables'», lamenta Castellano.

Aquellas 600 personas eran más que otro número en las estadísticas de contagio. Tenían nombre y apellidos. El personal de la UCI de la Fe recalca «son pacientes de larga estancia». Acostumbrados a ver los mismos rostros durante meses, los enfermos dejaron de ser desconocidos a ojos de los profesionales. La médico Paula Ramírez recuerda perfectamente el primer ingreso, que ocurrió el 13 de marzo de 2020. Entre las primeras víctimas del Covid estaba un hombre de unos 75 años, «extremadamente educado y sufrido». «Tenía dificultades para respirar y las mascarillas le quedaban pequeñas y le oprimían las orejas. Le tuve que explicar lo que iba a ocurrir cuando lo intubamos y afortunadamente, despertó», recuerda Ramírez. Este fue el primer caso en el que realizaron una videollamada para que los enfermos y sus familiares pudieran comunicarse cuando todavía no podían refugiarse en los Equipos de Protección Individual (EPI) para ir a visitarlos.

La primera ola de Covid fue aterradora. La supervisora de Enfermería de la UCI, Gemma Leiva, rememora el miedo que sentían los pacientes cuando los bajaban a la unidad. «Se aferraban a su móvil porque era la única manera de tener contacto con sus seres queridos y no sabían qué era lo que les iba a pasar». Sin duda, la experiencia les ha fortalecido como equipo. Así coinciden los profesionales entrevistados por LAS PROVINCIAS, que halagan la labor de unos y otros sin necesidad de preguntarles. «Nos hemos unido más. Cuando trabajabas en el Box, o lo hacías en equipo o estabas perdido», apunta Leiva.

Después de 899 días, la Unidad de Cuidados Intensivos de la Fe vuelve a respirar. «Es una ventana de esperanza», dice el doctor Gimeno. Durante meses, vieron cómo los casos de Covid disminuían, pero hasta el momento no habían tenido el contador a cero. «Estamos aliviados pero nos mantenemos a la expectativa de que pueda haber más ingresos», recalca con firmeza la supervisora de Enfermería de la UCI.