El efecto isla de calor eleva en 11,2 grados la temperatura en el centro de Valencia según una investigación de la Unidad de referencia de Cambio Climático y Salud del Instituto de Salud Carlos III (ISCII). Entre las estudiadas, se trata de la ciudad más afectada por este fenómeno climatológico que, añadido al calentamiento global como consecuencia del cambio climático puede ser un factor determinante que dañe la salud de la población, aumentando el riesgo de hospitalizaciones e incluso de fallecimientos.
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Se denomina efecto isla de calor urbana a un fenómeno meteorológico que se traduce en un aumento de la temperatura en áreas urbanas, generalmente por la noche, atribuido a factores como los elementos que desprenden el calor acumulado durante el día, entre ellos materiales presentes en las ciudades como el asfalto, las fachadas de los edificios y los aparatos de climatización.
A partir de datos obtenidos por los observatorios meteorológicos, uno situado dentro de la ciudad y otro en la periferia, se ha podido confirmar las diferencias térmicas del efecto isla de calor. En ciudades costeras como en Valencia identifican que hay un mayor riesgo para la salud, con un aumento de las temperaturas mínimas diarias urbanas que se relacionan con fallecimientos e ingresos hospitalarios.
No ocurre lo mismo en ciudades de interior como Madrid y Murcia, en las que la isla térmica puede generar incomodidad en las personas. Sin embargo, pese a que también sufran un aumento de las temperaturas, las ciudades de interior son menos proclives a que este fenómeno ocasione efectos de salud graves en la población. En urbes como Madrid y Murcia, hay menos muertes e ingresos hospitalarios urgentes a corto plazo que sean consecuencia de la isla de calor.
El trabajo está liderado desde Instituto de Salud Carlos III por los doctores Julio Díaz y Cristina Linares. Los investigadores Miguel Ángel Navas y José Antonio López Bueno, de la Unidad de referencia de Cambio Climático, también han colaborado en esta investigación, así como científicos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja del CSIC y del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha.
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El doctor Julio Díaz advierte de que «no se pueden generalizar las temperaturas a partir de las cuales pueden tener repercusiones negativas para la salud. En cada ciudad, la temperatura máxima y mínima varía».
Para poder sacar sus conclusiones, han tomado los datos a partir de observatorios que se situaban tanto en el centro como en el exterior de las ciudades. Para calcular a partir de qué temperatura comienza a darse el fenómeno de isla de calor hay que tener en cuenta diversas variables. Depende tanto de las características de la ciudad como de la pirámide de la población, es decir, qué parte de la ciudadanía ya es anciana, dado que son un grupo de personas a las que afecta especialmente el calor.
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Valencia representa la ciudad entre las estudiadas con la mayor diferencia entre las temperaturas que se registran en el exterior de la urbe y las que se registran en el interior de ella. En la capital del Turia, la diferencia es de 11,2 grados mientras que en Murcia son 9,5 grados y en Madrid 7,1.
Los resultados de esta investigación se han obtenido tras analizar algunas de las ciudades más pobladas de España: Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga y Murcia. Los resultados obtenidos se han publicado en la revista 'Science of the Total Environment'.
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Esta investigación no es la única que pone de manifiesto los efectos que el calentamiento global pueden tener en la salud de los habitantes. Más allá de que las altas temperaturas generen malestar, pueden tener graves consecuencias que deriven en ingresos hospitalarios o incluso en fallecimientos. De hecho, un estudio publicado en 'The Lancet' que partía de datos de 93 ciudades europeas, entre ellas Valencia, estimaba que un tercio de la mortalidad se puede atribuir al efecto que tienen las islas de calor.
Además, este estudio pone de manifiesto que estos efectos adversos podrían evitarse plantando un 30% de arbolado. Según esta investigación, en la capital del Turia se contabilizan unas 120 muertes en la temporada estival por este fenómeno.
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También hay que tener en cuenta otros factores, como la situación de sequía que ha atormentado a la Comunitat a excepción de estas últimas semanas, en las que el calor ha dado una tregua a la ciudadanía. La escasez de las lluvias se puso de manifiesto en la proliferación de incendios en la temporada primaveral.
Al margen de la falta de gestión forestal en los montes valencianos, la sequía, las altas temperaturas y la escasa humedad relativa son factores de riesgo que incitan a que se produzcan estos desastres. De hecho, las previsiones es que estos siniestros sean cada vez más frecuentes. Un planteamiento que ya es palpable en España, donde los incendios se han convertido prácticamente en el «pan de cada día».
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El cambio climático también tiene efectos adversos en la agricultura. Según fuentes de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA), desde hace años los efectos negativos están presentes ya que la agricultura mediterránea es más vulnerable a este fenómeno.
En el secano cultivos como la vid, los cereales, el almendro, el olivar han visto reducidas sus cosechas con lo que los costes se han disparado. También se han incrementado en el regadío porque la falta de lluvias ha hecho que este año se haya recurrido al riego. Esto ha generado que la factura energética se ha disparado. Por otro lado, el calor promueve las plagas, lo que ha hecho que se consuman más fitosanitarios.
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