Imagen de planta solar y de biomasa situada en una aldea de Honduras. LP
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Energía para mejorar la vida desde Valencia

Los más comprometidos ·

El Instituto de Ingeniería Energética de la Politècnica desarrolla plantas eléctricas sostenibles en pueblos de países en desarrollo

Paco Moreno

Valencia

Martes, 2 de abril 2024, 01:14

En apenas año y medio, se oye música por todas partes. Eso es lo que ha ocurrido en la aldea El Santuario, una comunidad de ... unas 580 personas enclavada en Honduras donde en 2017 el Instituto de Ingeniería Energética de la Politècnica de Valencia se fijó para hacer realidad el proyecto de construcción de una planta eléctrica con placas solares y biomasa.

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Son voluntarios y no cobran, algo raro estos días. Es más, el director del instituto, Tomás Gómez, señala que están «exhaustos» y tienen sobre la mesa varias ofertas en el mismo país, tanto de instituciones públicas como privadas, antes de dar el paso y emprender otra planta. Razones más que suficientes para que formen parte de la serie 'Somos más' de LAS PROVINCIAS que difunde todas las iniciativas que contribuyen a cimentar la marca de la Comunitat, en este caso con los más comprometidos.

Gómez atiende a este periódico en el Ágora de la Politècnica, apenas unos días después de regresar de Honduras. La planta construida allí se monitoriza desde Valencia para un trabajo de investigación y consiste en una combinación de placas solares y biomasa, principalmente leña y restos combustibles de cosechas.

El Santuario es un pequeño conjunto de casas y muchas desperdigadas entre las montañas. Se trata de una comunidad agrícola donde las carreteras son en realidad pistas forestales donde un 4X4 tiene difícil pasar. La mayoría circula en moto, asevera el coordinador del proyecto. Hasta que se puso en marcha la planta inaugurada hace unos meses, literalmente carecían de electricidad para vivir.

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Interior de parte de la instalación construida por el Instituto de Ingeniería Energética. LP
El parque solar se encuentra entre montañas. LP

El salto es enorme, señala. «Hay una fábrica, como la llaman aunque se trata de una nevera y un congelador, donde preparan refrescos y helados. Antes los traían en moto desde Choluteca, que está a dos horas de viaje». Ahora, en cambio, el producto se lo llevan desde la aldea porque la electricidad sale más barata al tener un origen sostenible.

¿Cómo conservaban los alimentos? Tenían barras de hielo con paja de maíz para las medicinas, lo más valioso, mientras que todo lo demás, los alimentos, los compraban a diario en el mercado o los recogían de sus propios campos.

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La planta eléctrica hacambiado por completo el escenario. «Ha crecido la población y ya les hemos dicho que necesitarán ampliarla y con sus propios medios porque nosotros no estaremos siempre», apunta. Cuatro personas del lugar se encarga del mantenimiento diario.

La ampliación se prevé a medio plazo dado que la comunidad carece de fondos para comprar electrodomésticos. «Les pedimos que los compren nuevos y sostenibles. Por supuesto, están haciendo lo contrario, pero es lo que pueden hacer», dice riendo. La puesta en marcha de la planta ha permitido también la apertura de negocios. «Hay una peluquería, pero no pensemos en un local con espejos y tubos de neón. Es un señor que tiene dos máquinas para cortar el pelo», apunta.

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El Instituto de Ingeniería Energética desarrolla lo que llaman microrredes híbridas de energías renovables. «Proponemos alternativas para que llegue energía a todas las personas y que sea de calidad y asequible. Pensamos que por muchas razones debe ser la eléctrica», apunta.

Lo que hace tres o cuatro décadas se planteaba como algo revolucionario, pequeñas plantas de energía que den servicio a comunidades, ahora es factible. El problema es que no le interesa a nadie. «Estas zonas son ricas en recursos pero pobres en moneda, es decir, que la idea está muy bien y falta el dinero», dice.

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Ahí es donde entra en acción la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo, la Generalitat y algunas instituciones de la ONU. «Lo más efectivo son plantas híbridas», afirma el ingeniero por la experiencia que tienen desde hace más de una década. El instituto ha montado plantas en el Congo, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Colombia, aplicando en cada caso una solución, a partir de la energía hidroléctrica o viendo si la biomasa es húmeda o seca, cita como ejemplo. El equipo está formado, además del propio Gómez, por Elías Hurtado, Carlos Vargas, David Ribó y Lucas Martínez.

En el caso de El Santuario, el coste ha ascendido a 250.000 euros. «A cuatro euros el watio pico de potencia de inversión, si la red eléctrica está a más de cinco kilómetros ya sale más barato», sostiene, dado que la explotación es a «cero euros». Para que sea una realidad, lo primero es contar con el apoyo de la comunidad, sobre todo los más jóvenes que deseen mantener la instalación y no emigar. A partir de ahí, convencer a todos para llevar el tendido elétrico a sus casas. Superados ese obstáculo, podría decirse que sus vidas empiezan a cambiar de inmediato con algo tan cotidiano como la electricidad.

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