Un esmorçaret y un brindis por la vida tras la DANA

Son cuatro de los clientes del bar Laura, que no da abasto para atender a LAS PROVINCIAS… pero es que le cuesta, junto a los camareros que la ayudan, dar servicio a todos los que dejan de lado un rato el barro para darse el gustazo de disfrutar de algo tan valenciano como un esmorçaret. «Vienen los clientes de siempre, además de otra gente del pueblo y voluntarios un montón. Personas que quieren unas tostadas o un bocadillo», señala la dueña de uno de los siete recintos hosteleros de Benetússer que ya han abierto después de la DANA.

La localida de l'Horta Sud está dividida en dos partes: entre los que tuvieron el agua y el fango a la altura de los tobillos y, conforme más cerca se está del Parque Alcosa, quienes sufrieron la destrucción en su forma más cruel. Como la familia que tiene como consuelo las múltiples muestras de cariño, velas encendidas y cartas de otros niños en memora de su pequeña. El dueño de la cafetería Rodado tiene suerte de que sus pérdidas 'sólo' sean materiales, pero a día de hoy no sabe si la DANA puso fin a un negocio de varias generaciones. «Está todo hecho una ruina y lo había reformado todo hace poco. No voy a volver a hipotecarme. Ahora me he gastado 8.000 euros en poner las persianas, pero si no llegan pronto las ayudas tendré que cerrar», lamenta.

Está justo en la otra parte del pueblo de donde Laura tiene su bar. Ella tuvo que estar tres o cuatro días sacando fango y peleando para reabrir el 2 de noviembre. «Al principio estábamos con una hornilla de butano y con lo que había», señala la dueña, que reconoce que el gran problema una semana después son las provisiones: «Me toca ir a Valencia y comprar. Nosotros somos de Tavernes Blanques y me pasé el domingo trayendo el género». Los primeros días fueron los peores, pero el negocio ya arranca de nuevo.

Apenas tiene tiempo para atender a este periódico. Se pasa la mañana haciendo cafés y llevando bocadillos a las mesas. «Mira, prefieren no hablar. Perdóname, pero es que se me enfría el bocadillo», replica un cliente. Otro, de fondo, reprocha hacia la barra: «¿Voy a estar toda la mañana para que me sirvan dos cervezas?». La gente está harta de fango y busca un oasis en una de las costumbres mayoritarias entre los valencianos.

Al lado del bar de Laura está Rama, que también prepara pollos asados. «Abrimos el sábado anterior, pero hasta este no hemos tenido disponibilidad», precisa su dueño. «A nosotros nos entró un palmo de agua, así que levantamos las máquinas, lo sacamos… sólo tuvimos una avería en una cámara, pero ya estamos en marcha», indica Enrique, el dueño: «Tenemos más amigos que nunca porque vienen de todo el pueblo, porque como hay muchos bares cerrados… incluso ha venido gente caminando desde Paiporta».

Esa cultura del esmorçaret les obliga a trabajar a mayor velocidad entre las 10 y las 12:30… y a compartir materia prima. Por ejemplo, el pan, el del horno de la misma calle y que sirve a los dos bares. Antes del mediodía les toca cocer más. «Es que el primer día la gente ya sabía que abríamos y había como 40 personas esperando», comenta Enrique.

María ha quedado a tomar una cervecita con una amiga en el mesón La Barraca. Els Escalons, en la misma plaza del Ayuntamiento de Benetússer, ultima la limpieza del local de la Asociación Cultural para reabrir este martes. «En principio haremos tostadas y poco más… que yo también tengo mucho lío en casa», comenta la dueña. En Paiporta ya hay un bar abierto junto al barranco y Albal, en Corts Valencianes, ya cuenta con un par de opciones donde tomar algo.

«Nosotros hacemos ya medio menú», apunta Laura. Se quedó con un traspaso en 2019 y sabe de sobra lo que hay que pelear para sacar un negocio adelante. Ha sabido sobreponerse a las adversidades y aprovechar la fortuna de estar en una de las zonas menos azotadas de Benetússer. «Aquí falta mucha gente, que en el pueblo nos conocemos todos…», comenta José , mientras se toma un bocadillo en lo que es un respiro después de días compaginando la retirada de fango con los cuidados a su madre de 92 años: «Hoy hemos enterrando a mi suegra». Dos mesas más allá, Paco sigue celebrando la vida: aunque el agua arrasó dos locales que tenía alquilados, es consciente de que la suerte quiso concederle una segunda oportunidad cuando pudo salir del coche que ya era arrastrado por la corriente. Por eso, él y sus tres amigos piden una segunda ronda. El camarero se lleva el vaso y se lo devuelve lleno de nuevo con cerveza, bien fría. El agua estropeó uno de los lavavajillas que tenía el local y hay que economizar.

Eso no les impide brindar. Disfrutar de los buenos momentos. Unas calles más allá una mujer barre en la puerta de casa. Es una vecina de avanzada edad, cuya casa de toda la vida ha quedado arrasada. Ella también tuvo fortuna: el 29 de octubre por la tarde estaba cuidando a un nieto, a salvo del agua desbocada. Pide perdón. Es incapaz de articular una palabra más sin que se le quiebre la voz. La gente de Benetússer valora mucho más las pequeñas cosas. L'esmorçaret es una cultura, un oasis de relax y un tesoro, y más en estos días funestos en los que hay tanta gente que lo ha perdido absolutamente todo.