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En la finca de la Avenida Constitución 262 no paran de entrar y salir personas. «Es por el trapicheo», explica una vecina del barrio de ... Orriols. No es ningún secreto que, desde hace unos 8 años, los residentes ilegales de la finca se dedican al narcotráfico. Los habitantes están acostumbrados a vivir con el ruido de fondo de las peleas constantes. También, de las fiestas que celebran en el garaje con la música a tope hasta horas intempestivas. O de que roben día sí y día también a cualquier transeúnte.
«A partir de las siete de la tarde da miedo pasar por esta calle. Cuando anochece, me encierro en casa», comenta otra de las habitantes. La finca okupa de Orriols se ha convertido casi en un problema endémico del barrio. Pocos son los que se atreven a pasar por el portal, que carece de puerta, porque los okupas se encargaron de echarla abajo.
Desde la avenida se puede observar que el edificio está repleto de suciedad. Abandonado. Devastado. «Lo peor es que hace poco vino la Policía. Se esforzaron en sacar toda la basura que había ahí dentro y luego llegaron los okupas y la volvieron a meter toda para dentro», cuenta María Dolores, una señora de avanzada edad. Ninguno de los entrevistados se atreve a identificarse con su nombre completo por miedo a las posibles represalias.
De hecho, la concejalía de Sanidad ya expresó a principios de este año su voluntad de entrar para limpiar, dado que la Sareb, propietaria de la finca, ha hecho caso omiso a las reclamaciones. La situación de insalubridad ha llegado a tal extremo que la contrata es la que se encarga de la tarea. Pero como comenta María Dolores, de nada sirve hasta que consigan desalojar la finca. Porque aunque la consigan limpiar, los residentes ilegales tardan escasos minutos en traer la suciedad de nuevo al barrio.
Del portal salen tres hombres de origen magrebí. Uno de ellos lleva un carro de la compra lleno de chatarra. Es por la mañana, y ya se escucha música desde el garaje. El bar de al lado de la finca está lleno, pero en cuanto comienza a oscurecer, sólo los valientes se atreven a sentarse en la terraza. «Hace una semana había una chica tomándose algo fuera y vino uno de los okupas y le robó el bolso y entró corriendo en la finca okupada. Eso es lo que siempre hacen: roban y se meten allí corriendo porque saben que nadie va a entrar allí», cuenta Idel, otra de las vecinas.
La afectada del robo interpuso una denuncia dado que el valor de las pertenencias que le sustrajeron ascendía a 2.000 euros. Sin embargo, todavía no saben si la denuncia llegará a alguna parte. No contentos con robar a sus propios «vecinos», los okupas intentan revender las pertenencias robadas en los negocios del barrio. Bolsos, móviles, patinetes... cualquier cosa que hayan conseguido llevarse en un descuido.
María Dolores recuerda que este invierno «incendiaron la finca dos veces». Ante la propuesta de Sandra Gómez de crear una Supermanzana en Orriols, los vecinos están de acuerdo: «Primero que se dediquen a limpiar el barrio de los okupas y la suciedad». Idel lo tiene muy claro: «Cualquier cosa que hagan que no sea desalojar la finca es como darle vitaminas a una persona que tiene cáncer terminal. No va a servir de nada».
Idel es madre. Sus hijos acuden al colegio del barrio y le preocupa que vivan diariamente asediados por esta realidad. «El otro día mi hija los señaló mientras estaban con los trapicheos y me preguntó: 'mamá, ¿qué es eso?'» La mujer lo recuerda destrozada. No supo qué responderle a su niña.
Manolo ahora tiene 66 años, pero recuerda cuando sus hijos cumplieron la edad de ir solos al colegio. «Pasaban mucho miedo por su culpa», comenta el hombre. El hartazgo de los vecinos de Orriols es evidente. No pueden descansar. El temor les acompaña diariamente. «Es una situación muy embarazosa. La gente que vive allí es muy polémica y siempre están todos metidos en líos», explica Manolo. Los vecinos están hartos de que las vistas desde sus ventanas reflejen la inmundicia que asedia al barrio desde hace más de 8 años y que se ha enquistado en Orriols.
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