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«Sin novedad, estamos igual». Es la respuesta de dos destacados empresarios con inversiones a la espera de la licencia definitiva para abrir sendos hoteles en Valencia. En la misma situación de estas empresas se encuentran unas 4.000 licencias de obras y actividades para la construcción o reforma de negocios y viviendas en el cap i casal.
La casuística es tan variada como la actividad económica de una ciudad, pero el denominador común son las quejas de los afectados por los plazos de espera. Aunque en esto el gobierno municipal se defiende diciendo que en 2015 la situación era mucho peor con un atasco que se ha reducido estos años.
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Aún así, fuentes de la concejalía de Desarrollo Urbano señalaron que la media de espera para que se asigne un técnico a un expediente para la rehabilitación de un edificio no protegido es de nueve meses. «En 2015, la media era de 13 meses», se defienden, para admitir que hay margen de mejora. Según las cuentas de la delegación, la espera en los protegidos es de ocho meses y en la obras de nueva planta está en cinco meses. Datos que son negados por los afectados. Hoteles como el de la calle Blanquerías donde se situaba la sede del PSPV comenzaron su tramitación en 2017 y todavía no tienen fecha, lo que se agrava incluso en otros establecimiento en la calle Eixarchs, que suma la demora por lustros.
«Cuando se asigna el técnico, ya depende de la documentación que presenten los solicitantes», indican en el Ayuntamiento. Ahí es donde surgen los problemas al comenzar un rosario inacabable de trámites, con continuas subsanaciones que deben afrontar de los proyectos.
La declaración responsable fue un paso para ahorrar trámites. En síntesis, algunas obras pueden comenzar y luego son validadas por un inspector municipal. «Claro, que puede pedir que se cambie todo lo hecho», indican fuentes de la asociación de Comerciantes del Centro Histórico. Algunas reformas de tiendas son relativamente sencillas, aunque otras «dependen de muchas cosas, nosotros ayudamos a los asociados en todo lo que podemos», señalaron.
Para los promotores y las empresas del sector el atasco en la concesión de licencias se traduce en costes: «perdemos los costes de oportunidad y repercute en el precio final, encarece la vivienda, además de lo que repercute en la actividad económica, el empleo y los gastos», explica el presidente Asociación de Promotores Inmobiliarios y Agentes Urbanizadores de Valencia, Antonio Olmedo. Sin duda, la gravedad alcanza a que «se tarde más en obtener los trámites administrativos que en hacer la obra». Olmedo señala a la carencia de un sistema digital municipal como causa del problema.
Otra herramienta mucho más próxima en el tiempo es la aprobación de las entidades colaboradoras, empresas certificadas que pueden suplir algunos trámites tanto para obras como para actividades. En este último caso sí que se ha presentado alguna en el Consistorio de Valencia, aunque no ocurre lo mismo con las primeras. «Sí que se han pedido información, pero de momento nada más», precisaron. Los gastos corren a cuenta de los solicitantes, lo que puede explicarlo.
En cifras, a 15 de marzo había pendientes de autorización 3.372 licencias de obras en Valencia. En esta cifra está también englobadas las declaraciones responsables, aunque siempre con el riesgo que apuntan los responsables. En cuanto a las licencias de actividad, en una respuesta al grupo popular se habla de 3.774, de las que 1.906 son del periodo 2015-2019 y no se han resuelto todavía, es decir, que son las más «veteranas» en el atasco.
El presidente del Colegio de Administradores de Fincas, Sebastián Cucala, asegura que con la pandemia la situación aún ha empeorado más. Estos gestores deben lidiar continuamente con los retrasos en la tramitación de licencias de obra, en muchos casos, reformas y rehabilitaciones que se realizan en las comunidades marcadas por la propia ley. «Toda demora conlleva un perjuicio para los implicados, en nuestro caso en las comunidades de propietarios, por no poder hacer el mantenimiento y la conservación que la ley obliga y por otro lado, para el propio sector de empresas de construcción y auxiliares que trabajan con estas intervenciones que sufren estos márgenes de espera que les obliga a tener una actividad parada», explica.
En febrero de 2019 se aprobaron una serie de trámites simplificados, mientras que durante la pandemia ha atención se ha mantenido con los solicitantes a través de correos electrónicos y por teléfono. «Se han hecho más de 1.300 consultas al mes», aseguran desde el Consistorio.
Para el arquitecto Jaime Langa, aunque depende del tipo de negocio que se quiera abrir, la espera puede ser eterna. «Si la licencia es para abrir una cafetería la licencia puede tardar en llegar casi un año, y el problema es que desde que el empresario tiene la idea, te reúnes con él, eliges materiales, diseñamos el proyecto y cuando ya está todo, nos enfrentamos a esto».
Para la portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento, María José Catalá, «estas cosas pasan cuando no se gestiona bien. Y la solución requiere coordinar los diferentes servicios para agilizar plazos, reducir burocracia y dar seguridad a todo vecino que se dirija al Ayuntamiento para pedir una licencia».
En su opinión, «anunciaron como un éxito que se iba a conseguir desatascar el servicio gracias a la posibilidad de dar licencias a través de ECUS (Empresas Colaboradoras Urbanísticas). Sin embargo, un año después del anuncio este plan ha vuelto a ser un nuevo fracaso por la ineficacia de la gestión».
Cucala comentó por su parte que las demoras suponen enfrentamientos con los propietarios. «Genera problemas con la propia justificación ante la comunidad pero también repercute en que hay obras que tienes un plazo determinado para poder empezarlas y acabarlas si has optado a ayudas públicas. Suele pasar que con los retrasos en la concesión de la licencia, se terminan agotando y provoca preocupación tanto en las comunidades como en nosotros por perder esas ayudas».
Olga Gómez | Vecina de Campanar
Desde jovencita había tenido una idea en la cabeza; como en los cuentos, cada vez era más grande el deseo y la imaginaba con tanto detalle que acabó por convertirse en un propósito, un sueño o una meta: tener su propia casa en el barrio donde había crecido. «Una de esas antiguas, que tienen dos alturas en la zona más vieja del barrio», describe Olga. La oportunidad le llegó cuando ya había formado su propia familia, y con dos niños pequeños. «Una de esas casas de la parte antigua se vendía porque los herederos del señor no la quería, y no me lo pensé». La compró, pensando que por fin iba a cumplir el sueño de su propio hogar. «Tuve que vender mi casa para poder comprarla y hacer la reforma, y aún así me tuve que hipotecar, como teníamos que vivir en algún sitio nos buscamos un piso de alquiler pensando en pasar allí los meses de la reforma, porque la verdad es que la casa está vieja y para tirar a bajo y volver a empezar».
Pero lo que empezaron siendo unos meses terminó en más de un año. «Su expediente está pendiente de informe técnico», esa es la única información que recibe Olga desde entonces. «Es un copia y pega que hacen y envían cada vez que pregunto sobre el tema, es desesperante al final estoy cansada y mentalmente esto está siendo una carga porque veo que no llega y aunque estoy haciendo de todo por intentarlo, ves que no puedes conseguirlo».
A través de una conocida supo que su expediente se encontraba «en un gran montón pero donde no tenía que estar porque me dijo que estaba en el de protegidos, y ese no es nuestro caso, además también me aconsejó que en lugar de solicitar la licencia podía pedir una declaración de obra nueva, y que de esa manera, únicamente con la solicitud podría empezar ya los trabajos de reforma, pero envié el email a la dirección que me aconsejaron y aún estoy esperando respuesta».
Durante todo este tiempo se ha replanteado todo, pero aún así sigue luchando por ella y por su familia. «Llegué a escribirle a Joan Ribó y me llamaron del Ayuntamiento, les conté todo y ¿sabes cuál fue su respuesta? Un año y unos meses, ¿te parece mucho? Parece que lo tienen asumido cuando para nosotros son muchos gastos y tiempo invertidos».
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