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Sin excusas para salir: la Policía no es tonta

Cazadores de pokemon, paseadores de cabras o expulsadas de la casa de una amiga por la madre tras una semana juntas son algunos de los argumentos más peregrinos para intentar burlar el confinamiento

B. f.

Martes, 24 de marzo 2020, 00:48

Los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se han convertido en los garantes de que las medidas de confinamiento se cumplan. Los hay que no se lo ponen fácil. Por las redes sociales comienzan a circular decenas de detenciones de peatones, ciclistas, vehículos repletos de gente, ante los cuales bregan los agentes, obviamente expuestos al contagio. Son la primera línea de contención del incivismo. Igual que los sanitarios son la vanguardia contra el avance del virus. No están para bromas. Sin embargo, la gente es capaz de inventar cualquier cosa. Las excusas parecen intentar encontrar los límites de la paciencia policial. «Vengo de pasear los perros de mis abuelos», se ha convertido en un clásico, según fuentes de la Policía Local.

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«El indice de denuncias es bajo pese a lo que pueda parecer. Somos latinos y es difícil mantener a la población en casa encerrada, y eso que el tiempo acompaña a ello...de momento, ya veremos cuando llegue el solecito y el calor«, advierten fuentes del SPPLB, el sindicato policial de referencia en el Ayuntamiento de Valencia, que en las primeras 48 horas apenas puso 14 denuncias. Posteriormente, el cerco se estrechó, principalmente en los accesos a la capital, donde los agentes se han encontrado con peripecias rocambolescas, como la explicación de dos chicas, una semana después de iniciarse el confinamiento: «Vamos a casa porque nos pilló el estado de alarma en casa de una amiga y nos quedamos allí, pero hoy nos ha tirado su madre».

La palma se la ha llevado un anciano en el barrio de La Latina de Madrid, que a las 13.15 horas del domingo, a sus 77 años, alegó que andaba paseando por la calle «cazando pokemon», según reza la multa, que puede alcanzar los 500 euros.

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Lo de bajar al perro y sacar la basura, prácticas que siempre han generado un escaqueo general en cualquier familia, ahora se ha convertido en un lujo. «Al perro le doy un paseo de dos horas», admitía el sábado un vecino de La Pobla de Vallbona en la cola del supermercado. Tan largos paseos también se han detectado en Cataluña, donde el subjefe de la división técnica de los Mossos d'Esquadra, Josep Antoni Saumell, explicaba que se han encontrado «de todo. Hay gente que baja con una cabra«. En Figueres, un ciudadano acabó multado a pesar de que se excusó en que se disponía a realizar un servicio sexual a domicilio. En Ibiza, los agentes interceptaron el martes a dos jóvenes «amigos de lo ajeno» que junto al mirado de Cala d'Hort explicaron su presencia a kilómetros de su domicilio y de noche porque iban «a lavar el coche». En Málaga, los agentes pararon a un ciclista en la zona de La Palmilla. Al preguntarle qué hacía allí, aseguró que iba a comprar galletas de un centro comercial específico, que son sus favoritas. «Nos encontramos con una mujer que vimos entrar en un supermercado y salir con un cartón de leche, al rato volvió a por carne, y luego a por pan», relató un miembro del Cuerpo Nacional de Policia sobre una vecina de la capital malagueña. Al margen de rarezas, la desobediencia es un problema para todos. En la localidad aragonesa de Barbastro, una patrulla tuvo que atender a un joven motorista accidentado, subido a las dos ruedas por placer, lo que acabó en el hospital, donde ya tienen bastante con no acabar colapsados por el coronavirus como para, además, añadir las imprudencias.

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