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Un grupo de jóvenes charla mientras consume bebidas alcohólicas en el barrio del Carmen. I. Marsilla
La factura del botellón: cientos de menores en urgencias y 1.500 alcohólicos cada año

La factura del botellón: cientos de menores en urgencias y 1.500 alcohólicos cada año

Los jóvenes valencianos comienzan a abusar de la bebida y a emborracharse entre los 13 y los 15 años

J. A. MARRAHÍ

Valencia

Sábado, 11 de noviembre 2017

Teresa Cortés, profesora titular en Adicciones de la Universitat de València, realizó hace unos años un estudio entrevistando a 4.000 chicos y chicas de entre 14 y 25 años. Ocho de cada diez universitarios reconoció practicar el botellón y tomar cinco cubatas por noche. Su trabajo demostró que siete de cada diez adolescentes beben alcohol en estos encuentros.

Los corrillos en torno al vodka, ron, refresco y hielos se adueñan cada fin de semana de la noche valenciana. El alcohol callejero regaba copas a raudales en jardines, plazas y bancos de Jacinto Benavente, El Carmen, plaza del Cedro... Avivando risas, chistes y momentos chisposos de colegueo. Pero también vómitos, riesgo al volante o las habituales molestias entre vecinos.

Más allá del jaleo en la calle o la suciedad, está en juego es la salud de los jóvenes. «Beber se ha bebido siempre y no nos vamos a convertir en alcohólicos», confían muchos de los consultados. Pero las estadísticas del Ministerio de Sanidad revelan un fenómeno que crece y preocupa: el llamado 'binge drinking' o atracón de alcohol. Esa borrachera intensa, rápida y pretendida. El beber para 'pillarla buena' se ha triplicado en una década en España, con una prevalencia en chicos de entre 20 y 24 años.

Intentamos conocer los resultados más peligrosos de ese consumo. La factura del botellón. El peor final, como es lógico, es la muerte. Una niña de 12 años falleció hace un año en Madrid por un coma etílico. Se bebió, junto a compañeros de instituto, una botella de ron y otra de vodka en cuatro horas. Sanidad no recuerda ningún caso reciente parecido. Sus estudios contabilizan 16 muertes por consumo de alcohol entre 2003 y 2014, pero no especifica cuántas son de menores o jóvenes.

Sí está a la orden del día, al menos en fines de semana, paellas universitarias y grandes fiestas, son los traslados hospitalarios por excesos. El exjefe de la Policía Local de Valencia, hoy subdelegado del Gobierno, José Vicente Herrera, reveló el año pasado que casi 950 menores valencianos acabaron ingresados en hospitales a lo largo del curso escolar por ingestas abusivas de alcohol. Mientras, la Conselleria de Sanidad cifra en 342 los menores que acabaron en urgencias el año pasado.

Eva Salvo es médica de Urgencias en La Fe. «Cada fin de semana llegan entre uno y tres jóvenes con intoxicaciones etílicas. En Fallas, Nochevieja o Halloween, entre cuatro y cinco». Según alerta, el peligro va desde la muerte a «las convulsiones, el coma o el daño cerebral irreversible» por la ingesta abusiva crónica.

«Yo paro de beber entre semana, no creo que me convierta en un alcohólico por emborracharme cuando salgo», confía Jorge, de 20 años, mientras llena su vaso de vodka en un botellón. «Yo ya necesito un día entre semana para tomarme mis birras», discrepa uno de sus colegas. El tercer riesgo es el de la adicción. El alcohol está creando cada año cientos de nuevos adictos entre los jóvenes valencianos.

Dos jóvenes, durante uno de los botellones celebrados en Valencia. I. Marsilla

El Servicio de Drogodependencias de Sanidad lo confirma. Durante el año pasado más de 12.000 personas iniciaron tratamiento en los centros de la red pública valenciana, casi un tercio por culpa del alcohol. Y entre aquellos que buscan librarse de la dependencia de la bebida, más de 1.500 eran jóvenes de entre 18 y 29 años. En la Comunitat, hay unos 300 chavales al año que se convierten en alcohólicos poco después de superar la mayoría de edad.

Búsqueda de lo barato

Viajamos atrás en la línea de la vida. ¿A qué edad empieza el consumo en la Comunitat? Vicente Pizcueta, portavoz de Controla Club, lo tiene claro: con 13 años y medio, primeras copas, y 15 para las primeras cogorzas de botellón. Los jóvenes consultados en estos encuentros callejeros están convencidos de que la práctica «va a más» en Valencia. Es más fácil que hace años convocar botellones gracias a las redes sociales y aseguran que su bolsillo no da para las copas de pubes y discotecas. Añaden «la dificultad de tener trabajo para pagarlas».

Pero Pizcueta no está del todo de acuerdo. «El botellón en Valencia tuvo su 'boom' hace cinco años y ahora está estancado. Ese 'glamour' de lo prohibido ha desaparecido. No tiene ya el carácter alternativo con que nació y ahora es simplemente beber alcohol barato sin control». En su opinión, «el poder adquisitivo de los jóvenes es más alto que antes, pero nos instalamos en la cultura del 'low cost' con sus consecuencias». Para Pizcueta, «que esté relativamente caro es bueno para fomentar un consumo razonable. Me parece un error abaratarlo para hacerlo accesible a los jóvenes».

Para Controla Club, «el gran peligro del botellón es que se convierte en el beber por el beber, con la borrachera casi como único propósito, un consumo abusivo y compulsivo». Y eso, alerta, «acaba fomentando comas etílicos, sobredosis y el riesgo de accidentes de tráfico. Tenemos cada vez más grandes borracheras en jóvenes». Mientras, los jóvenes que lo practican defienden las bondades de «conversar y reírse» y lo consideran la antesala barata al baile en el pub o discoteca.

Las encuestas revelan que los menores consumen más alcohol en casas que en la calle

Según encuestas estatales, un 42% de jóvenes de entre 15 y 25 años hace botellón y es a partir de esta edad cuando la práctica comienza a decaer. La proporción nos permite esbozar que en la Comunitat son aproximadamente 160.000 los jóvenes que se reúnen en torno al alcohol a la intemperie. La región está, junto con Castilla-La Mancha y Navarra, a la cabeza de España en grandes borracheras de menores de edad, aquellas en las que los chavales toman cinco o más copas en un intervalo de sólo dos horas.

¿Cómo se organizan los botellones de los más jóvenes? Aquí llama la atención un dato: en Secundaria hay más reunión de bebedores entre cuatro paredes que en la calle. De algún modo, el espíritu del viejo guateque pervive. En concreto, un 38% de los jóvenes de entre 14 y 18 años se junta en casas, frente al 33% que lo hace en calles, plazas, parques, playas y otros espacios abiertos.

A la hora de analizar la adquisición de bebidas, parece claro que la prohibición de venta de alcohol a menores en tiendas y locales de ocio cae en saco roto. De hecho, un 37% de los jóvenes encuestados afirma que se abastece en supermercados, un 36% la consigue en bares o pubes y un 25% compra el alcohol en tiendas de barrio. Las 'trampillas' están ahí. Si bien la mayoría asegura adquirirla directamente, hay un sector importante de encuestados que reconoce que las botellas se las pasan colegas mayores de edad.

La era del cubata

El cubata sigue siendo el rey de las grandes cogorzas juveniles, por encima de la cerveza. Hasta tal punto que los combinados, habitualmente de vodka o ron, son consumidos por un 84% de quienes confiesan darse atracones de alcohol entre los 15 y 24 años. Según las encuestas, ni siquiera en la edad adulta este tipo de bebidas supera en prevalencia a la etapa juvenil.

Además de la salud, emerge el problema vecinal y para el tráfico. Las quejas de residentes son reiteradas. LAS PROVINCIAS consultó a la Policía Local sobre sus actuaciones ante el fenómeno y su cuantificación. Preguntamos por sanciones, decomisos y accidentes de tráfico con alcohol de por medio en Valencia. Pero el departamento que manda Anaïs Menguzzato declinó ofrecer cualquier explicación. Según el subdelegado del Gobierno, el alcohol está presente en más del 90% de los accidentes de tráfico nocturnos.

La mayoría de menores asegura que consigue alcohol en las tiendas y supermercados

Amparo Lara, coordinadora de la Unidad de Alcohología de Trinitat, alerta de la concentración de consumo de alcohol en fin de semana entre jóvenes. «En nuestra experiencia las intoxicaciones agudas desestabilizan las enfermedades mentales en un porcentaje elevado». Y lamenta: «A pesar de las campañas preventivas, no disminuyen en su incidencia».

¿Hay alternativa al botellón? Para Pizcueta, «hay que generar una oferta de ocio entre los 12 y los 16 sobre las cosas que les interesan a los más jóvenes. Deporte, arte, cultura urbana, lo audiovisual, los cómics, lo digital, lo 'cíber'... Algo que rompa la rutina de la salida para beber todos los fines de semana y les motive de otro modo, bien por la noche o por las mañanas de los fines de semana».

Esta es su conclusión: «Emborracharse en la juventud no es el apocalipsis. Pocos no lo hemos hecho. El verdadero problema lo tenemos cuando se torna casi un deber o no sabemos pasarlo bien de otro modo».

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