Fallece Miguel Pinilla Villanueva, director de colegios de la Universidad Laboral de Cheste

Miguel Pinilla entregó su vida a la Uni de Cheste. Dio su mejor lección de bonhomía a sus alumnos y a sus compañeros. Enseñó a unos y otros con dignidad, con señorío y hasta con ironía. Fue generoso en esfuerzos en horas días y años con el Centro al que dedicó su vida.

Cuando el tiempo y la vida nos ha hecho a todos recorrer experiencias y kilómetros, van quedando a mano los verdaderos afectos de los momentos felices, los que dan sentido a la vida, los que uno quisiera repetir, no para recuperar juventud sino para revivir la alegría de una amistad como la que nos unió a Miguel.

Cuando se jubiló, en septiembre hizo 11 años, una muchedumbre de amigos acudimos a su homenaje. Hacer un amigo es una gracia. Tener un amigo es un don. Conservar un amigo es una virtud. Ser su amigo ha sido un honor para cuantos, alumnos y compañeros, le hemos tratado.

En todo este medio siglo de amistad ha sido un ejemplo en lo serio, en la lógica, en el realismo, en el sentido común y en algo que dada su altura no tenía mérito: en saber otear el horizonte y lo que se avecinaba.

Mantener el entusiasmo en la enseñanza es difícil pero Miguel parecía estar de vuelta de muchas cosas, mucho antes que otros. Parecía pensar como agustiniano: «No corras que donde tienes que ir es a ti mismo».

Para muchos de los que hemos vivido en la Uni de Cheste su opinión era un seguro contra el riesgo de la urgencia y de la improvisación. Tuvo como padrino un maestro de los antiguos, don Severino Teruel, de aquellos de primeras letras y de 4 reglas, que sin necesidad de explicar los conjuntos, ni los morfemas sabían algo de casi todo y enseñaban a ser hombres. Miguel ha enseñado a muchos alumnos a ser hombres que es de lo que importa ejercer en esta vida.

En la Uni de Cheste dejó buena parte de sus saberes profesionales y de sus inquietudes personales. En ella repartió con la generosidad del sembrador, mano abierta en el surco del trabajo, sus enseñanzas y su larga experiencia. En esa Uni estará presente, como acicate para otros profesores, su realismo de pies asentados en el suelo para enseñar la ciencia práctica de la vida, única asignatura que no tiene más que una convocatoria.

En los Colegios, en las Aulas, en los Departamentos y en toda la casa de la que conocía todos sus rincones, está ya impreso su sosiego y su larga mirada, para dar a los alumnos la perspectiva de lo valioso y del tiempo cambiante.

Habrá algo que queda fuera de las aulas y de los claustros porque lo puso en cada uno de los corazones de los que fuimos sus amigos, de los que fueron sus compañeros o de los que simplemente tuvieron la suerte de pasar cerca de él. Es algo más que recuerdos gratos y afectos sinceros. Es una urdimbre de amor por la verdad, placer de las cosas sencillas y satisfacción por la obra bien hecha.

Me viene al recuerdo un párrafo de 'La Oración de la Maestra' de Gabriela Mistral cuando decía:

«Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto.

Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren.

No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de los que enseñe».

Porque tengo la impresión de que muchas veces en su vida reflexionó como ella.

Decía Aranguren que «hay dos clases de entusiasmos: uno ilusionado de ida, y otro lúcido de vuelta». Miguel Pinilla creo que gozó de los dos y ahora puede disfrutar de la gratitud de quienes le conocimos y le quisimos por recibir de su compañía la verdad de su enseñanza y el placer de su amistad.

Descanse en Paz.