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En la calle Humanista Mariner, en la zona en expansión de Patraix, uno de los barrios de Valencia donde más se hizo rogar la luz ... , una farmacia cobró vida por sí misma. Ocurrió pasadas las diez de la noche, cuando el servicio de la red eléctrica volvió a alumbrar el distrito. Dos horas antes, sobre las 20:30, este negocio había bajado sus persianas. Las mismas que se levantaron solas al regresar la corriente. El sistema de encendido se reinició automáticamente y jugó una mala pasada. Un vecino se percató de la curiosa situación y alertó a la policía. Afortunadamente, no hubo altercados y los agentes custodiaron el local hasta que, ya a las dos de la madrugada, acudió el titular de la farmacia para cerrar debidamente. «No entró nadie», celebra Julio Iranzo este martes.
Julio Iranzo es el titular de la farmacia Nova Patraix y se llevó un buen sobresalto de madrugada. Al reiniciarse el sistema eléctrico del establecimiento pasadas las diez de la noche, se abrieron las puertas y se encendieron las luces.
En medio del apagón, la de este lunes fue una jornada complicada en la farmacia, aunque los trabajadores atendieron como pudieron a los clientes hasta las 20:30. Buscaban los medicamentos a la vieja usanza, sin poder recurrir al transporte por tubo neumático de aire comprimido. Además, la lectura de recetas y el cobro tampoco se podían llevar a cabo de manera electrónica.
«Los trabajadores cerraron las puertas con el sistema manual. Pero realmente las luces estaban encendidas. Entonces tuvimos jornada de puertas abiertas a partir de las diez de las noche hasta que me localizaron a mí», bromea Julio con una sonrisa: «Subió la persiana, se abrió la puerta automática y se puso en marcha toda la iluminación. La farmacia se abrió sola al público». Afortunadamente, no tuvo que lamentar incidentes.
«Un vecino avisó a la policía. Los agentes comprobaron que no había entrado nadie y estuvieron custodiando la farmacia hasta que llegué yo a las dos de la madrugada. Vivo en la otra punta de Valencia y tardaron un rato en localizarme. Cuando vine, había muchísima policía en la calle», comenta Julio, quien considera que el principal daño en su sector está relacionado con el deterioro de los medicamentos.
«El problema que estamos teniendo todas las farmacias es el control de las neveras. Muchísimos medicamentos tienen que estar entre cuatro y ocho grados, que es la temperatura de conservación. Tenemos unos termómetros internos en las neveras que nos dicen la máxima temperatura y la mínima a la que han estado. Habrá un montón de medicamentos que se vayan a la basura, dependiendo del tipo de nevera y del tipo de medicamento. El seguro se hará cargo. Y los almacenes normalmente te los reponen a la espera de que cobres. Es una pérdida muy grande», lamenta Julio.
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