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Cercanías. Laura Bas, al frente de uno de los trenes que habitualmente conduce. irene marsilla

«El ferrocarril sigue siendo masculino y todavía hay que romper barreras»

Roser Obrer y Laura Bas trabajan en la Oficina del corredor mediterráneo y como maquinista de Renfe. Estas dos valencianas, que llegaron al sector por casualidad, destacan la importancia de que se favorezca la conciliación y mejore la información sobre el trabajo

Isabel Domingo

Valencia

Miércoles, 6 de marzo 2019, 00:50

Una es doctora ingeniera de caminos; otra, licenciada en Ciencias del Deporte y, desde hace dos años, maquinista. Las dos comparten un mismo escenario, el ferrocarril, un sector donde la presencia de mujeres todavía es muy reducida, especialmente en el ámbito donde ellas desarrollan su trabajo: explotación ferroviaria y conducción.

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De hecho, Roser Obrer, que es responsable de logística y relaciones con los puertos en la Oficina del comisionado del corredor mediterráneo, y Laura Bas, maquinista de Renfe, coinciden a la hora de definir como «muy masculinizado» este sector. «El ferrocarril sigue siendo masculino y todavía hay que romper barreras», apuntan.

Las dos comparten también la forma de aterrizar en el ferrocarril: por casualidad. En el caso de Laura, aunque viene de una 'familia ferroviaria', se decantó por las Ciencias del Deporte y se preparó para opositar a bombera. Como se le resistía, una conversación con su padre, que es maquinista -y ahora se ha convertido en su compañero Ramón-, le abrió los ojos hacia esa ruta.

«He visto cómo muchas reorientan su carrera hacia la enseñanza o las oposiciones», dice Obrer

Se apuntó y logró acceder al curso de maquinista que imparte Renfe en febrero de 2016, optó a una beca un año después y en julio de 2017 logró la habilitación como conductora en la red de Cercanías en Valencia. De hecho, fue ella quien hizo el recorrido en pruebas en el tramo Moixent-L'Alcúdia de Crespins hace una semana con el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, a bordo.

Y Roser pensaba que su trayectoria estaría marcada por la rama de letras, como le apuntaban en el instituto. En su caso, un amigo de la familia que era ingeniero de caminos le hizo ver las oportunidades en este sector. De la época universitaria recuerda que las mujeres sólo representaban el 30% de la carrera aunque, curiosamente, «entre las diez primeras que acabamos, siete u ocho éramos chicas».

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Inició su trayectoria profesional vinculada a los puertos (trabajó para la Autoridad Portuaria de Castellón) y luego dio el salto a Logitren, una de las primeras empresas ferroviarias constituidas en España a raíz de la liberalización del sector. Allí fue directora de Operaciones y de Desarrollo. Profesora asociada en la Universitat Politècnica, actualmente forma parte de la Oficina del comisionado del corredor mediterráneo.

«Me encontré muchas barreras al empezar mi carrera profesional, no así en la universidad. Ser mujer en un sector tan masculinizado y entrar en un terreno, el de la explotación ferroviaria, que es tan cerrado porque no ha habido relevo, hizo que no fuera nada fácil», detalla esta ingeniera. De hecho, recuerda que en Logitren sólo había otras dos mujeres cuando ella llegó.

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De ahí que optara por impulsar la figura femenina cuando tuvo que formar a su equipo. «Creo que las mujeres tenemos una forma de trabajar más disciplinada, algo muy necesario para empleos que son más de gestión», apunta. Confirma que en los últimos cuatro años «se ven más mujeres en este sector gracias a la oportunidad que tienen mediante becas».

A su juicio, uno de los grandes retos del ferrocarril, «y también de toda la sociedad, especialmente de las empresas», es «favorecer la conciliación». «Es muy complicado compaginar trabajo y familia y he visto cómo muchas ingenieras reorientan su carrera hacia la enseñanza o las oposiciones», lamenta Roser. «Nos dejamos la piel en demostrar nuestra valía, decides ser madre y sigues siendo responsable. Lo único que pasa es que hay que entender que necesitas reestructurar tus horarios», reflexiona desde la estación Joaquín Sorolla.

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Muy cerca, en la estación del Norte, Laura aboga por «mejorar la información sobre este trabajo porque mucha gente piensa que nosotras no podemos hacerlo porque es algo muy físico y no es así». Formación y constancia son los dos ingredientes que recomienda para aquellas que quieran ser maquinistas, un área en el que, asegura, «no he tenido problemas por ser mujer; al contrario, me han acogido muy bien». Eso sí, reconoce que es un «mundo masculino y un sector cerrado».

Entre sus reclamaciones para el 8-M, dos: que los uniformes se adapten al tallaje femenino y «animar a todas a hacer lo que quieran, que se decidan, porque se puede conseguir».

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