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La memoria del general Gan vuela a Figueres y Lleida, a la niñez en la que «cantaba en catalán en el coro del cole», sin recuerdo de la supuesta persecución histórica a Cataluña. «Perfecta integración», resume. Sangre aragonesa por su padre, un teniente coronel, y catalana por su madre, de Corbins. Es el menor de dos hermanos. De la bici pasó a una escopeta de corcho. Y de ahí a las escaladas, el esquí, el mapa y la mochila, bien cargada de ilusiones y canciones de Sabina.
Comenzó una carrera militar que discurrió de ascenso en ascenso. Se licenció en Ciencias Políticas y Sociología. Y mientras forjaba soldados de montaña y nieve, se convirtió en un aventurero de leyenda. Es el primer español, posiblemente el único, que ha conquistado el Everest (1992), el Polo Sur (1995) y el Polo Norte (1999). Y suma otros dos ochomiles, el Nanga Parbat y el Shisha-Pangma, donde se dejó dedos de una mano y, «lo más doloroso», un compañero de expedición. «Vuelve», le reiteraba su mujer antes de partir.
Ha visto las balas de cerca en Kosovo, Bosnia o Afganistán, con la amarga pérdida de un sargento en accidente. Gan está casado y es padre de dos hijos. Cree en Dios y concibe la muerte como «el final necesario para vivir». Entre sus virtudes, la tenacidad y la empatía. Sus defectos: «Soy impaciente y me juzgo con severidad».
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