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Jóvenes: empleo y vivienda | La generación que teme vivir peor que sus padres

La generación que teme vivir peor que sus padres

Desafíos. Los jóvenes exigen apoyo en la inserción laboral y en vivienda y subrayan su capacidad para adaptarse

Domingo, 3 de julio 2022, 00:45

Enrique Martínez tiene 18 años recién cumplidos y es de Paiporta. Forma parte de la generación que debe ser el futuro de la Comunitat, aunque no sabe cuál será el suyo. «No me he planteado si voy a vivir mejor o peor que mis padres, pero lo cierto es que afrontamos nuestra siguiente etapa con incertidumbre», afirma el joven, que preside la Xarxa d'Estudiants de la Comunitat Valenciana. Él mismo tenía pensado estudiar Ciencias Políticas y, ahora que ha acabado el Bachillerato y ha hecho el selectivo, ha dado un viraje: «He elegido el doble grado de Turismo y Administración y Dirección de Empresas». Lo cursará en la Universitat de València y el primer motivo al que alude es el que preocupa a la práctica totalidad de los catalogados como jóvenes, esto es, personas de entre 15 y 30 años: «Si quisiera estudiar fuera no podría por motivos económicos».

En la Comunitat se fija en los 30 años el paso a la edad adulta. La media de emancipación se sitúa actualmente en los 29

Las dos opciones más viables que se le presentaban era la Universitat de València y la Politècnica, esta en los campus de Gandia y Alcoi. «Al final en casa de mis padres, en Paiporta, estoy mejor porque me puedo desplazar relativamente fácil y, además, cuando tengo que ir a Madrid a alguna reunión de la Confederación también tengo el AVE a mano», señala Enrique, que sí espera que en algún momento de su plan de estudios le dé para poder irse de erasmus. Como él, miles de jóvenes ni se plantean volar del nido. Y cada vez menos, en una tendencia que se ha agravado durante la pandemia. La tasa de emancipación en España ha caído al 14,9% entre los jóvenes. Esta cifra es aún peor en la Comunitat: el 13,7%, lo que la sitúa en 'zona de descenso' entre las 17 autonomías, sólo por delante de Cantabria y Castilla La Mancha. En 2013 ese mismo indicador entre Valencia, Castellón y Alicante era del 21,9%.

La tendencia ha sido a la baja, sobre todo los últimos dos años, hasta llegar al índice más bajo del siglo. «Los datos que nos llegan son alarmantes, pero este proceso de precarización viene dándose desde 2008», apunta Cristina Martínez, presidenta del Consell Valencià de la Joventut. Apunta al problema laboral, que deriva a la otra gran preocupación, el acceso a la vivienda como punto de partida de un proyecto vital: «Muchas personas tienen que invertir casi la totalidad del salario para alquilar, porque comprar ya es imposible».

En la Comunitat, el límite entre la juventud y el paso hacia la edad adulta está fijado en los 30 años. «La edad media de la emancipación es de 29», añade Cristina Martínez: «Cada vez está complicándose más la estabilización, hay mucha gente de entre 30 y 34 residiendo aún con sus padres porque no les llega para poder independizarse».

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Al hablar con representantes de las nuevas generaciones y con jóvenes a título individual, siempre aluden a esas dos preocupaciones. Da igual el nivel de formación, el lugar de residencia, ser hombre o mujer, incluso la edad. «Mucha gente cuando concluye sus estudios universitarios regresa a casa de sus padres», lamenta Andrea Paricio, que es una de las vicepresidentas del Consell Interuniversitari Valencià d'Estudiants: «Primero es que no puedes permitírtelo, pero hay tanta incertidumbre que no sabes dónde vas a tener que acabar viviendo». Estas dos preocupaciones desembocan en una tercera, un concepto en auge porque cada vez inquieta más a los jóvenes: la salud mental.

«Esta es una generación que tenemos más preocupación por este tipo de asuntos, igual que por el feminismo o el movimiento LGTBI», comenta: «La salud mental nos preocupa porque hay muchos momentos de presión en los que puedes llegar a sentir ansiedad. Que es normal en un momento de mucho trabajo, o ante la selectividad, pero no cada tres días. Seguimos teniendo profesores que piensan que para progresar primero hay que sufrir, y eso es mentira». Andrea Paricio incide en ese cuidado de la salud mental: «Es que no sabemos qué crisis va a venir, debemos enfrentarnos a esa inestabilidad de desconocer cuándo va a acabar o dónde vas a estar».

Quizás por este motivo, los grados universitarios más demandados sigan siendo Medicina y los de Magisterio. Formaciones donde, una vez titulados, los ya ex estudiantes tienen claro el rumbo para la inserción al mercado laboral. Que no quiere decir que el camino sea fácil.

En otras titulaciones, desde el primer día los universitarios saben que la parte teórica está obsoleta. Andrea, por ejemplo, estudió Bellas Artes. «A los 16 años debes tomar una decisión y, muchas veces, ya no puedes cambiar. Hay miedo a no tener una segunda oportunidad. Es como si contaras con una bala y, si no aciertas, luego ya re resulta complicado reengancharte», lamenta: «Si dispones de dinero, tendrás más ocasiones... bueno, existe la posibilidad de trabajar, por ejemplo, en una pizzería para pagarte los estudios. Pero entonces sacarás peores notas y se te complica el acceso a las becas».

La salud mental es un concepto que preocupa más a una generación que se considera sensibilizada con las causas sociales

Ella logró reinventarse. Estudió en la Politècnica y quizás ese fue su salvavidas. Hizo el grado en Bellas Artes, pero también un máster en artes visuales y multimedia. Ahora trabaja programando APP: «No tenía ni idea de ese mundillo». Andrea saca la moraleja: «Lo que estudias sabes que está desfasado, que lo teórico no te va a servir, pero te enseñan a adaptarte». Y esa es la gran capacidad, el 'súper poder' de esta generación que, además, cuenta con el arma de las nuevas tecnologías. Sobre todo, internet.

«Es una ventaja competitiva para aprender y contar con más recursos, pero también hay que ser capaces de discernir», explica Andrea: «Los jóvenes somos curiosos. Estamos acostumbrados a las redes sociales, a irnos fuera, a acudir a conferencias, a cursar másteres... estamos muy habituados a salir de nuestra zona de confort».

Cristina introduce el concepto de 'adultización de la sociedad': «El modelo está configurado para satisfacer las necesidades de un grupo de edad de entre los 35 y los 50... eso deja fuera a los niños, a personas de más de 60... En ese sentido nos sentimos estigmatizados, que no se escuchan nuestras reivindicaciones. A veces se piensa que sólo nos interesa el botellón».

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Los representantes juveniles reclaman más ocio activo. Y el que existe, que se promocione mejor. Sienten que la sociedad está muy orientada a actividades como sentarse en una terraza a tomar algo. Aquí cierran el círculo: ¿y qué pasa con las personas que viven con lo justo para poder costear sus estudios y el alquiler? «En Valencia es horrible. Antes encontrabas una habituación por 180 euros. Ahora, por menos de 250, nada», comenta Andrea. Si socializar también cuesta dinero, hay personas que no se relacionan y, entonces, afloran otro tipo de problemas.

La salud mental, un concepto que muchas personas siguen tomándose en broma pero sí preocupa cada vez más a una generación que, según el Informe de la Joventut Valenciana de 2020, en un 37% considera que la democracia española no funciona bien. Preocupante.

Estudió para animación socio deportiva y trabaja en hostelería. LP

Jorge Moncho | Gandia, 21 años

«Pagamos los mismos, sea por el Covid o la guerra»

Jorge Moncho ha dedicado los últimos años a su formación y es técnico superior en animación sociodeportiva, pese a eso no encuentra trabajo relacionado con sus estudios. Ahora es encargado de un local de hostelería en Gandia. No deja de pensar en el futuro y una «estabilidad» que parece que se resiste.

«Los jóvenes que hemos estudiado queremos dedicarnos a algo relacionado con nuestro sector, lograr una estabilidad que te permita tener tiempo libre y vivir un poco mejor», explica: «El futuro se presenta muy complicado. Todo está subiendo y eso hace que se vea todo con incertidumbre. Hay menos oportunidades y tenemos miedo que vaya a más». Los salarios es otra de sus preocupaciones: «Las empresas pagan poco y piden mucho. Es cierto que están asfixiadas por impuestos y pagos. El Estado las aprieta a los negocios y esto nos afecta al final a los empleados». Tanto él como sus amigos ven «pocas soluciones»: «Siempre hay algo que lo fastidia todo y que nos hace pagarlo a los mismos, cuando no es una crisis ha sido el Covid o ahora la guerra, pero se acaba traduciendo en precios elevados y salarios muy reducidos».

Sueña con ser editora o correctora, toca el clarinete y ya ha escrito un libro. LP

Aitana Amorós | Xàtiva, 22 años

«Lo tenemos más difícil que nuestros padres»

Aitana Amorós acaba de finalizar Filología Hispánica. De momento se plantea hacer un máster. «Aunque todo el mundo da por hecho que con esta carrera mi decisión es dedicarme a la docencia, en principio no me lo planteo porque quiero dedicarme al mundo editorial», indica.

Aitana lo tiene claro pero también sabe que trabajar en lo que ella quiere es complicado. Su sueño es ser editora o correctora y quiere intentarlo. De esta rama en España no hay másteres oficiales y hará uno online. «También realizaré la capacitación para la docencia, por si no me queda más remedio», señala.

«Los jóvenes tenemos cierta esperanza, pero sabemos que lo tenemos más complicado que nuestros padres», asegura. Entre las principales dificultades que señala, «piden experiencia, cuando no tenemos porque acabamos de terminar los estudios Y una vez que tienes trabajo, sabes que las condiciones, en la mayoría de los casos son de precariedad». Eso dificulta la emancipación. Por eso, cuando acabe los másteres planea visitar otros países: le gustaría vivir en Xàtiva pero sabe que para dedicarse a lo que quiere será difícil.

Raquel Brisa es una apasionada de los clubs de debate. txema rodríguez

Raquel Brisa | Bétera, 22 años

«No creemos demasiado en el mercado laboral»

Raquel Brisa acaba de cumplir 22 años y, a la vez, ha completado Periodismo en el CEU. «La mentalidad que tenemos muchas veces es que no vamos a poder formar una familia o que vamos a tener una vida bastante precaria», apunta. Se ha especializado en comunicación y márketing político y es una apasionada de los clubs de debate.

Ahora, sus cuitas van por otros derroteros: «El pánico que nos da es si habremos tirado el tiempo con la formación que hemos recibido o si nos tendremos que ir de Valencia». Asegura que otras ciudades, como Málaga, están en un punto mucho más pujante para la juventud: «Tenemos la incertidumbre de si lo que hemos hecho va a ser suficiente».

Reconoce que aunque ha tenido, «la suerte», asegura, de poder realizar bastantes prácticas y alguna entrevista de trabajo, «en mi clase el ánimo general es un poco triste porque no creemos mucho en que el mercado laboral nos pueda abrazar». La lectura es, además de una de sus aficiones, «la mejor manera de estudiar, según nos dijeron nuestros profesores». Así, Raquel prevé devorar este verano varias novelas saltando de un género a otro.

Carolina y Juanvi afirman que formarse continúa mereciendo la pena. LP

Carolina Solber y Juanvi Arazola | 28 años

«Este mes seré indefinido... en el Burger King»

Carolina Solber y Juanvi Arazola son dos jóvenes de la Marina Baixa de 28 años y hablan del futuro con una mezcla de optimismo y pesimismo. «Cuando comenzó la pandemia estaba terminando la carrera. Me fastidió mi etapa final, pero yo ya estaba pensando en trabajar. Me gustaría emanciparme, pero yo estudié turismo y ese es un sector muy afectado por la crisis y aunque ahora tengo un trabajo un poco estable, me impide pensar en eso», indica Carolina.

Juanvi Arazola lamenta que en el acceso a la vivienda las cosas van de mal en peor: «No tenemos las mismas facilidades que había antes tanto por la realidad del mercado laboral como por las dificultades de acceso al crédito que ponen los bancos», asegura: «Para comprar o alquilar, estamos obligados a tener pareja. ¿Por qué tenemos que hacerlo de esa manera? ¿Por qué no podemos vivir solos si así lo deseamos?».

Pese a todo, ambos coinciden en que el esfuerzo en formarse académicamente merece la pena. «Se supone que este mes voy a firmar mi primer contrato indefinido… en el Burger King. Es un primer paso, ¿no?», apunta Carolina con cierta ironía.

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