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Esta es una historia de cronologías. De tiempos y de terrores. Cuando el día 29 de octubre por la mañana José Ángel Núñez, jefe ... de Climatología de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y la persona que más se desgañitó aquel día para informar de la tragedia que se cernía sobre Valencia, salió de la sede de la entidad, detectó que el aire era muy cálido. «Malo», se dijo. Horas antes, a las 7.36 horas, se había aumentado el nivel de alerta, al pasar a nivel rojo por lluvias en el litoral sur de Valencia, porque se preveía que se pudiera sobrepasar el umbral de 180 litros por metro cuadrado en doce horas. De hecho, el meteorólogo que lo elaboró añadió un comentario: «La acumulación puede darse en dos o tres horas». Ese correo se remitió al Centro de Control de Emergencias de la Generalitat. Desde entonces, 12 horas y 36 minutos antes del mensaje famoso que pilló a mucha gente en l'Horta Sud encaramada al techo de su coche o agarrada a una verja, el Consell sabía que las lluvias iban a ser catastróficas. «Esto es gravísimo, supone una situación muy grave, excepcional y seguramente catastrófica, como así fue», explica Núñez. De hecho, el aviso rojo ya habla de daños «muy graves o catastróficos». El mensaje, por cierto, se emitió nueve horas y 24 minutos antes de que se convocara el Cecopi.
El parte es el primero de los dos que Aemet emitió aquella oscura, ventosa y cálida mañana. En el plazo de dos horas emiten dos boletines. El primero es de las 7.36 horas. En él se eleva la alarma hasta nivel rojo y marca una probabilidad de entre el 40 y el 70% para el fenómeno de lluvias que pueden dejar más de 180 litros por metro cuadrado en doce horas. La hora de inicio del fenómeno es las 7 de la mañana y la finalización, la medianoche del día 30. Además, se añade el mensaje del técnico, tan lacónico como aquellos de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) que advertían de que la crecida en el Poyo, ya con el caudal del Ebro, estaba siendo «muy rápida»: «La acumulación puede darse en dos o tres horas».
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La mañana avanzó. A las 9.41 horas, se emitió otro. De nuevo, por nivel rojo por lluvias. Además del umbral de 180 litros en doce horas, se añade uno de 90 litros en una hora, una magnitud que, como se ve a simple vista, es bastante superior. En este caso, se amplía la zona geográfica también al litoral norte. El plazo de finalización es de las 18 horas, lo que podría explicar aquella famosa declaración del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, que a las 12 horas dijo que la tormenta se iba hacia Cuenca a esa hora. De nuevo, hay un comentario del meteorólogo, que sirve para afinar el área afectada por las tormentas: «En el litoral norte, la mayor probabilidad de alcanzar el umbral se dará en las comarcas del interior». «Cuando el meteorólogo puso el comentario de que el umbral en el litoral norte se dará en las comarcas de interior, precisamente estaba poniendo el foco de atención en la zona donde más llovió, en la Ribera Alta y la Hoya de Buñol, muchos de cuyos pueblos pertenecen a la zona de avisos litoral norte de Valencia e, indirectamente, se deduce que en la franja litoral el peligro era menor, como así ocurrió, aunque fue donde hubo más fallecidos, pero no por las lluvias, sino por las riadas», indican fuentes de Aemet.
Como el capitán del Titanic, la Generalitat tenía los avisos de iceberg en la mano. Otros dirigentes políticos sí tomaron decisiones: la delegada de Gobierno, Pilar Bernabé, pidió a las agencias gubernamentales que estuvieran pendientes (en Aemet, nadie durmió esa noche); el presidente de la Diputación, Vicent Mompó, envió a los funcionarios a casa a las 14 horas; en el Ayuntamiento de Valencia, la alcaldesa María José Catalá convocó el Cecopal a las 11 horas, mientras había un pleno y sin que en la ciudad hubiera caído una sola gota. «No es una cuestión de colores políticos, sino de buena o mala preparación de los responsables de cómo funcionan los avisos y de una buena capacidad para, con todos los indicios disponibles, saber evaluar el riesgo tan grave en el que estábamos inmersos el fatídico 29 de octubre», insisten desde Aemet. Llama la atención, en este mismo sentido, que a primera hora de la mañana la alcadesa Catalá, del mismo color político que el presidente Mazón, ya estaba retuiteando mensajes de los bomberos donde pedían a los valencianos que evitaran «desplazamientos innecesarios».
La preocupación era tal que Aemet se extralimitó en sus atribuciones y el mismo Núñez habló con À Punt, entre otros medios, para alertar de que las lluvias que a eso de las 15.30 horas se quedaron estacionarias sobre Turís o Chiva podían provocar barrancadas y arrastres de coches. Pese a eso, el Cecopi no se convocó hasta las 17 horas, aunque el aviso para ello llegó en torno a una hora y media antes. Después, historia contada: 180 minutos de discusiones y de espera hasta que el presidente llegó al Cecopi, retrasado por el tráfico según explicó, hasta que el pitido que jamás olvidaremos pilló a cientos de personas con el agua rugiendo a su alrededor.
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