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Benidorm sin bullicio produce una extraña tristeza. En sus hoteles caben 42.095 personas, 31.750 pueden vivir en sus apartamentos turísticos, cerca de 3.000 en sus campings, también hay más de un millar de establecimientos donde comer, contando restaurantes, cafeterías y bares. Pero ahora brilla el sol sobre edificios, playas y paseos vacíos. Eso también está medido. La temperatura media anual es de 18,8 grados. Entre las playas de Levante y la de Poniente suman unos 272.000 metros cuadrados de arena, aunque se trate de un cálculo aproximado.
Hay cosas difíciles de medir, como el silencio. Jhon Galiana, director comercial de Hoteles Poseidón, que cuenta con siete establecimientos, explica que ahora sólo tres de ellos están abiertos, los que se dedican al turismo rural que, «por ahora, se están salvando». En el Poseidón Playa, desde cuya piscina se divisa la isla y, a su derecha, una enorme obra de lo que será un aparcamiento, las sábanas cubren los muebles desde hace meses. Algunos pudieron aprovechar los últimos días de negocio del puente de Octubre, otros llevan cerrados desde marzo, pronto hará un año.
A pesar de ello quieren evitar los mensajes catastrofistas e incluso ver en este momento la ocasión para mejorar las instalaciones. Rafael Belenguer, director general de Port Hoteles, recuerda mientras recorremos las plantas vacías de su hotel de Benidorm que en esta época del año «la ocupación suele estar en torno al 91%, en su mayoría de origen británico». En el exterior unos operarios trabajan en la reparación de la piscina y en el solar contiguo han comenzado a prepararlo todo para la ampliación del edificio, que ahora tiene 280 habitaciones y ocupa a 110 trabajadores. Desde la terraza, protegida por una barandilla de cristal, hay una vista impresionante del peculiar skyline de Benidorm. Da una idea de la dimensión económica y social que la ausencia de turistas causa en un lugar tan orientado al ocio.
En la otra punta de la ciudad, cerca de la playa de Poniente, Pilar Medina abre las puertas de uno de los tres hoteles de su familia, obra del esfuerzo iniciado por su padre hace muchos años. Un humilde trabajador que como tantos vio en aquel lugar una oportunidad de negocio y se lanzó a construir un edificio. Ellos esperan el regreso de los jubilados y se muestran felices por compartir un Benidorm «distinto al que pintan siempre en la televisión». Recorremos las salas vacías, instalaciones que cuentan con los entretenimientos favoritos de sus clientes, entre los que no falta una pista de arena en la que jugar a la petanca. En el centro, en el Belroy, explica Fede Fuster que incluso ha sido necesario cambiar los contratos de la luz para intentar recortar los gastos fijos durante estos meses de inactividad. El hotel luce en perfecto estado de revista. Todos están preparados y esperan que este vacío sea pasajero. Ahora mismo (25 de febrero) sólo hay tres hoteles abiertos. El resto aguarda a que pase el que, sin duda, habrá sido el peor de sus años.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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