

Secciones
Servicios
Destacamos
El espacio 24 horas de máquinas de vending -expendedoras- de mi pueblo (Chiva) me fascina. Es un lugar hipnótico, sorprendente para los adultos de mi ... generación y rutinario para los menores, que han crecido en el ambiente que se vive en ese pequeño local sin trabas ni cortapisas. De hecho, es frecuente verles merodear por allí dentro o usarlo como punto de encuentro. Antes, en mi adolescencia, quedábamos en los recreativos 'de arriba' -donde Rafa nos cambiaba las monedas de veinte duros por cuatro de 25 pesetas moviendo el pulgar con precisión- y ahora, el lugar de la cita es allí. Reconozco que he entrado con varios amigos en más de una ocasión a debatir sobre los productos que ofertan las máquinas y que se pueden adquirir con echar unas monedas. Y nosotros, que somos tipos modernos, nos preguntamos cómo se pueden vender determinadas cosas.
Desconozco quién regula lo que se puede vender. Por lo que he leído, los productos deben de estar correctamente envasados, en perfecto estado, no estar caducados y reunir los mínimos requisitos que exige la norma para estar en el mercado. Incluso hay legislación autonómica sobre su venta. Pero me llama la atención muchas de las cosas que están al alcance de la mano por un puñado de euros. Además, en este local de máquinas expendedoras todo parece seguir un orden, un trayecto incluso de satisfacción.
La primera máquina
La oferta es tradicional. Chucherías y merienda. Al alcance de cualquiera hay chupachups Kojak, botes de Pringles, gominolas de todo tipo -aquellas que se pueden adquirir en cualquier quiosco-, batidos, leche con fruta, café helado y refrescos de cola. De momento, una sobredosis de calorías de consumo rápido. El usuario marca la combinación de letras y números, paga lo que vale y el productor salta a disposición del consumidor. Hasta aquí todo normal.
La segunda máquina
Aquí el tema ya empieza a adquirir otro matiz. El abanico de refrescos se amplía a naranja y limón, además de a bebidas té. Hay agua, snacks y alguna bebida isotónica, por si alguno pasa corriendo o en bici y necesita sales. También se pueden encontrar galletas de chocolate. En los pueblos, merendar siempre es importante. En esa segunda máquina es donde aparecen las primeras bebidas energéticas, esas que ahora están en el ojo del huracán por excitantes. En nuestro caso, en esta segunda máquina hay de todo tipo. Marcas en su mayoría desconocidas y algo más baratas. Una de ellas es «la mezcla de extracto de cannabis, CBD, vitaminas, cafeína y taurina», una combinación perfecta de energía y relajación «con el verdadero sabor a cannabis». Para entrar en la web de esta marca de bedidas hay que ser mayor de edad; para comprar un bote, no, porque nadie lo controla. Los niños de mi pueblo pueden comerse unas patatas con bebidas energéticas con sabor a cannabis, dieta mediterránea.
La tercera máquina
En la tercera máquina, se mantienen las chocolatinas y se amplían el abanico de bebidas energéticas con marcas de primerísimo nivel. La conselleria de Sanidad, al calor de las modas, alertó no hace mucho del consumo de este tipo de brebajes entre los jóvenes y anunció unas medidas que todavía no han llegado. A la espera de su aprobación, hay una barra libre de venta y consumo sin que nadie advierta a niños y mayores de los peligros de estos productos. ¿Por qué las administraciones alertan del exceso de este tipo de consumo y todavía no se ha hecho nada para poner coto a su acceso a los menores? No hay tabaco ni alcohol pero hay bebidas que también tienen efectos nocivos sobre los menores, que se siente atraídos por este tipo de máquinas.
La cuarta máquina
La fiesta está en la última máquina, en la cuarta. Ahí es donde nos paramos todos ojipláticos, especialmente los padres, para conversar y analizar sobre los productos que se venden. Estamos de acuerdo que los profilácticos son necesarios para evitar enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. A partir de ahí se abre un mundo al que los cincuentones no teníamos acceso en nuestra adolescencia. Hay vibradores de todo tipo a partir de diez euros. Algunos de diseño tradicional y otros con forma de conejo. También hay vaginas plásticas, un masturbador de boca súper realista y un masturbador con sensación de penetración anal. También hay papel de fumar, boquillas, mezcladores de marihuana y pipas para fumar. ¿Quién controla todo esto? ¿Por qué no se abordan las lagunas normativas para que esto no sea rutina en pleno transito de casa al colegio?
Todas las máquinas siguen su orden y todas carecen de control. Y para terminar, una máquina de café, para disfrutar de la tarde. Y todo en la calle principal de Chiva, entre una tienda de ropa y el Pollos Planes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.