La Guardia Civil ha celebrado este viernes el 50 aniversario de la creación de su unidad aérea con un simulacro de rescate en el mar y una exposición en el puerto de Valencia. Los dos actos han mostrado a la ciudadanía la destreza en los operativos de salvamento de los agentes de la Benemérita y la historia de una especialidad que facilita el desarrollo de múltiples misiones policiales.
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El Edificio del Reloj, que acoge este fin de semana la exposición, simboliza lo que pretende transmitir la Guardia Civil: la evolución de esta unidad con el paso del tiempo. El Servicio Aéreo de la Benemérita «ha servido para afianzar su carácter imprescindible y necesario en el conjunto de la Guardia Civil, ejecutando perfectamente y cada vez con mayor solvencia las actividades que la institución desarrolla en el ámbito aéreo», ha afirmado el coronel José Miguel García Malo de Molina, jefe del Servicio Aéreo de la Guardia Civil.
En la exposición, que estará abierta hasta el domingo, se puede comprobar la evolución que han tenido los uniformes de los especialistas aéreos de la Guardia Civil, así como el material aeronáutico que equipa las aeronaves y que complementa los servicios en los que intervienen. También se exponen una colección de fotografías que ilustran los sucesivos avances tecnológicos que ha experimentado la unidad e instantáneas de servicios realizados en diferentes ámbitos.
El Servicio Aéreo es una unidad especial cuyo cometido es operar los medios aéreos de la Guardia Civil. Cuenta con una flota de 45 helicópteros y tres aviones asignados a las 14 unidades operativas repartidas por el territorio nacional, además de varias unidades de apoyo en Madrid.
Con este despliegue de medios atienden los requerimientos o solicitudes de apoyo que llegan desde cualquier punto de España, e incluso operan fuera de las fronteras europeas, como es el caso de un destacamento situado en Mauritania. También realizan misiones internacionales bajo la dirección de organismos de la Unión Europea.
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Con lluvia, viento traicionero o niebla, el ‘Cuco’ levanta el vuelo en numerosas ocasiones para rescatar a víctimas de accidentes en el mar o la montaña o para buscar a personas desaparecidas. En el argot policial, ‘Cuco’ es un nombre en clave para referirse al helicóptero de la Guardia Civil en las comunicaciones policiales.
En cuanto a personal, la plantilla del Servicio Aéreo está formada por 400 guardias civiles entre pilotos, mecánicos de aeronaves, operadores de sistemas y personal de apoyo a las misiones. Desde la creación de la primera unidad en 1973, las aeronaves han realizado más de 300.000 horas de vuelo con una media actual de 6.000 servicios al año, según ha explicado el coronel José Miguel García.
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Los experimentados pilotos y mecánicos son conscientes del peligro de su labor. Desde el año 1982, los accidentes de helicópteros de la Benemérita en España se han cobrado la vida de 17 guardias civiles y una espeleóloga inglesa.
En la exposición inaugurada en Valencia hay un panel en memoria de las víctimas: los capitanes pilotos Bernardo Pérez Navas y Antonio Hidalgo García, el guardia civil Pedro Garrido Zapata (Servicio de Montaña), el cabo primero Francisco Granados Burgos, el guardia civil José Antonio Firvida Colmenero (Unidad Especial de Intervención), el agente Miguel Ángel Arroyo Esteban (Servicio de Montaña), el capitán piloto Rodolfo López Tello Herrera, el sargento piloto José Ángel Carpio Martín, el sargento mecánico Rafael Benito San José, el guardia civil mecánico José Muñoz Hidalgo, el teniente piloto Guillermo Antúnez Mellado, el sargento piloto Ángel Macías Álvarez, el cabo primero Santiago Fuente Gayoso (Seprona), el guardia Diego Barreiro Chousa (Seprona), el capitán piloto Emilio Pérez Peláez, el teniente piloto Marcos Antonio Benito Rodríguez y el guardia civil José Martínez Conejo (Servicio de Montaña).
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El accidente más grave ocurrió el 17 de marzo de 2004 en un monte próximo a la localidad de Solmayor, en el municipio asturiano de San Tirso de Abres. En el siniestro perdieron la vida cuatro guardias civiles (dos pilotos, un cabo y un agente del Seprona) que realizaban un servicio de vigilancia de montes cuando el helicóptero colisionó con un cable de alta tensión.
El 31 de agosto de 1982, otra aeronave de la Guardia Civil cayó en Sotres, también en Asturias, tras rescatar a una espeleóloga inglesa del pico de Caspil, y murieron los cuatro ocupantes de la aeronave: dos capitanes pilotos, un guardia civil del Servicio de Montaña y la mujer que habían rescatado.
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Tres años después, el 19 de agosto de 1985, un cabo primero falleció al ser alcanzado por el aspa de un helicóptero en el monte Hibon en Hecho (Huesca), y el 18 de marzo de 1988 murió un guardia civil de la Unidad Especial de Intervención (UEI) en otro accidente, según los datos facilitados por el Ministerio del Interior.
El 27 de noviembre de 1992, los tres guardias civiles que viajaban en otro helicóptero de la Guardia Civil fallecieron al caer el aparato en las proximidades de la localidad leonesa de Robledo de la Valdoncina, en una zona donde en ese momento había una densa niebla.
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Otro guardia civil mecánico perdió la vida el 10 de abril de 1996 al caer al mar la aeronave en la que perseguía, junto con otros miembros del cuerpo que fueron rescatados con vida, a una lancha que transportaba un alijo de 600 kilos de hachís en las cercanías del Cabo Trafalgar (Cádiz).
El último accidente con victimas mortales de un helicóptero de la Guardia Civil tuvo lugar 24 de agosto de 2014. Dos pilotos y un especialista del Servicio de Montaña fallecieron al estrellarse el helicóptero del Servicio Aéreo cuando realizaban un rescate en la zona de Polinosa en el norte de la provincia de León.
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Los helicópteros de la Guardia Civil están dotados de la más moderna tecnología. Disponen de radares, visores con sistema de infrarrojos y cámaras fotográficas de alta resolución. También cuentan con dispositivos de vídeo que graban y transmiten imágenes en tiempo real. Sus misiones principales son de colaboración con otras unidades de la Guardia Civil, aunque destaca la faceta benemérita, como son los servicios humanitarios y de auxilio.
Con sofisticados aparatos de grabación, nada o casi nada se escapa a vista de pájaro. Plantaciones de marihuana, vertidos ilegales en espacios protegidos, lanchas neumáticas con alijos de hachís, atracadores que huyen a toda velocidad con un coche de alta gama… Toda actividad delictiva que detecta la tripulación del helicóptero puede ser fotografiada o grabada desde el aire.
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Las imágenes se convierten luego en las pruebas del delito. La mayoría de los vuelos se realizan de día, pero el ‘Cuco’ también vigila el litoral de noche para impedir los frecuentes desembarcos de droga y localizar pateras. Un potente foco de rastreo y otros elementos optrónicos aumentan las posibilidades de éxito de estos servicios nocturnos.
El coronel José Miguel García ha explicado también las nuevas competencias que tendrá que asumir el Servicio Aéreo de la Guardia Civil ante la amenaza que supone la utilización de drones con fines delictivos, como puede ser el trasporte de droga o acciones terroristas con aeronaves tripuladas por control remoto.
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Las unidades de la Guardia Civil disponían sólo de 35 drones en 2020, pero en la actualidad tienen 308 aeronaves no tripuladas para realizar servicios de vigilancia y búsqueda de personas desaparecidas, entre otros.
Con respecto a la renovación de la flota de helicópteros, el jefe del Servicio Aéreo ha recordado que en 2012 se interrumpió la fase de renovación de aeronaves debido a la crisis económica, aunque ha afirmado que el Ministerio de Defensa ha asignado a la Guardia Civil 9 de los 36 helicópteros ligeros Airbus H135 que compró el año pasado por 310 millones de euros.
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Estas aeronaves ligeras tienen unas características de diseño y fabricación que permiten ser operadas de forma económica y con una gran disponibilidad para los servicios. Uno de los helicópteros se incorporará a la Unidad Aérea de Valencia.
La Comunitat Valenciana atrae a numerosos turistas nacionales e internacionales, por lo que se ha incrementado la población en los últimos años en muchas localidades. Esto motivó que la Guardia Civil implementara una serie de medidas para afrontar las distintas problemáticas delincuenciales, operativos de búsqueda de personas desaparecidas y rescates de víctimas de accidentes, entre otros servicios.
La denominada entonces Agrupación de Helicópteros contribuyó inicialmente con la aportación de medios de forma ocasional y esporádica, pero en el verano de 1992 se creó por fin la UHEL-31 (Unidad de Helicópteros de Valencia) con base en el aeropuerto de Manises.
Los pilotos y mecánicos destinados en la UHEL-31 han realizado en los últimos años salvamentos muy peligrosos debido a las condiciones meteorológicas adversas. En diciembre de 2004, el 'Cuco' localizó en el barranco del Infierno en la Vall d'Ebo a cuatro personas que estaban aisladas en un peñasco y a punto de ser arrastradas por las crecidas aguas. Los miembros de tripulación del helicóptero fueron condecorados tras arriesgar sus vidas en un complejo rescate con escasa visibilidad.
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Otro servicio destacado tuvo lugar en diciembre de 2000 cuando otra aeronave de la Guardia Civil colaboró en la detención de dos atracadores en Moncofa. Los agentes recuperaron 80 millones de las antiguas pesetas (el botín) y dos armas de fuego. Y en mayo de 2006, dos helicópteros de la UHEL 31 persiguieron y posibilitaron la captura de otro peligroso ladrón que huyó de forma temeraria con un coche por la A-3
El área de responsabilidad y demarcación de la Unidad Aérea de Valencia comprende las provincias de Castellón, Valencia y Alicante, aunque colabora también con el Grupo de Montaña de Mora de Rubielos en la provincia de Teruel. Es también la cabecera del Sector Aéreo de Levante, que está integrado por las unidades aéreas de Valencia, Palma de Mallorca y Murcia, dependiendo estas dos últimas del sector sólo a nivel técnico.
Su céntrica ubicación facilita el desarrollo de múltiples misiones de colaboración con el resto de unidades de la Guardia Civil dependientes de la VI Zona de Valencia, realizando operaciones en apoyo de unidades de seguridad ciudadana e investigación, así como servicios de protección de la naturaleza, control de fronteras, seguridad de instalaciones, operativos antidroga y búsqueda y rescate de personas en la montaña y el mar.
La Sección de Helicópteros, como inicialmente fue denominada, realizó su primer servicio el 15 de junio de 1973 en Pamplona con un helicóptero que luego se convirtió en un símbolo de veteranía: el BO-105 de fabricación alemana.
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Culminó así un proyecto que se inició el año anterior a través de una comisión creada para definir esa primera aeronave. Tras ese primer servicio vinieron muchos más y demostraron la gran utilidad del apoyo aéreo en las misiones de la Guardia Civil.
Importancia fundamental tuvieron en la lucha antiterrorista, lo que provocó que la primera unidad descentralizada tuviera su base en Logroño. Y al ritmo de adquisición de nuevas aeronaves se crearon más unidades para cubrir toda la geografía nacional. En la década de los 90 se compraron más helicópteros para operar en el mar, una demanda necesaria entonces, y se ampliaron los servicios con la llegada de los aviones.
Los diversos requerimientos de servicio y la disponibilidad presupuestaria han conformado la actual flota de aeronaves de la Guardia Civil, que está compuesta por cuatro modelos diferentes de helicópteros y dos de aviones. Como último hito figura la asignación al Servicio Aéreo de la gestión y control de los sistemas de aeronaves tripuladas por control remoto, lo que ha obligado a reestructurar las unidades.
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