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Ya no sabe qué hacer. Vive un infierno cada día cuando regresa a su casa. Este sanitario valenciano, que prefiere mantenerse en el anonimato, ha ... denunciado la situación en los juzgados, ha pedido ayuda a las instituciones, pero no le dan ninguna solución. Su hermano les tiene atemorizados a su madre y a él. Padece esquizofrenia paranoide y tiene una discapacidad del 78%, pero no toma la medicación con regularidad y con mucha frecuencia se muestra agresivo. Tanto que en varias ocasiones ha pegado a su madre.
Los episodios violentos cada vez son más frecuentes, en especial por las noches. «Estoy desesperado, mi hermano cualquier día nos mata a mi madre o a mí», dice el hombre. Está buscando una ayuda para su familiar, que se pasa los días encerrado en casa sin salir. «Necesita asistencia profesional, quizá ir a un centro de día, no me importa que venga a dormir a casa si está en condiciones, pero que vaya a un sitio donde tenga una actividad. Que por las mañanas se vaya a hacer lo que sea, pintar, dibujar, que esté ocupado en algo y que tenga autonomía», solicita este valenciano. Relata que su madre se dedica en exclusiva a atenderlo, lo que en su opinión no le hace ningún bien. «Ahora no tiene autonomía, mi madre se la ha quitado toda, es tóxica para él, hace un exceso de cuidados hacia él y ella tiene 81 años. Le lleva hasta el agua a la cama, con 39 años que tiene. Mi hermano está encerrado en casa, no baja a la calle, fuma sin parar, se va a morir al final de una insuficiencia respiratoria o de la diabetes, y además atraca la nevera por las noches», cuenta. Su caso se agravó al estar enganchado durante años a las drogas, que desde hace tiempo ya no consume.
Este martes de nuevo fue al juzgado de primera instancia número 13 de Valencia para solicitar medidas de apoyo a personas con discapacidad para ratificar la denuncia que ya presentó en enero, cuando se produjo la última agresión a su madre. «He ido al juzgado a pedir ayuda para mi hermano. Yo sé que su enfermedad no tiene curación, pero lo único que quiero es que esté en manos de profesionales, tenga una actividad, recobre autonomía y el día de mañana pueda vivir él solo, que se pueda integrar», expresa.
Pero de nuevo se topó con trabas administrativas, ya que su hermano no está incapacitado ni inhabilitado pese a su discapacidad. «Me dijeron que si alguno de la familia dice que no está de acuerdo con que esas medidas se tomen, o el propio enfermo lo hace, archivan el caso. Pero digo yo que tendrá que valorarlo alguien, un forense o quien sea, porque hay un informe médico que dice que necesita ayuda». Así que está perdido en trámites burocráticos. «Me enviaron a Fiscalía, pero allí me dijeron que no se podían hacer cargo de ese asunto y que volviera al juzgado. Me instan a que haga un escrito al juzgado de primera instancia solicitando medidas de apoyo a mi hermano y advirtiendo del riesgo que corre mi madre, perdí la mañana y no he solucionado nada. Me dicen que tienen que ponerse en contacto con él y que podría ponerse agresivo», lamenta.
Este valenciano se ha dado cuenta ahora de cuál es la realidad de su hermano. Al divorciarse hace unos meses se ha ido a vivir a un piso de su propiedad en el que residen desde hace años su madre y su hermano y es testigo de la degradación que hay en el hogar. «No habla con nadie, está metido en casa todo el día, sólo está con el teléfono y las ideas religiosas que escucha en radios sudamericanas y eso no es bueno. Mi madre no puede ayudarle ya, se pasan el día discutiendo. Él se agobia por el exceso de cuidados de mi madre y se pone agresivo y la agrede. A mi madre deberían de evaluarla también porque no está asentada tampoco», indica. De hecho, ella se opone a buscar una ayuda para su hijo. «Dice que si inhabilitan a mi hermano, ella también se va con él, me hace chantaje moral, cuando lo único que quiero es ayudar a mi hermano para que no la mate un día», señala. En una de las ocasiones que su hermano se puso agresivo al no tomar la medicación, fue una ambulancia a su casa junto a dos policías y les agredió a ambos, según cuenta.
El último informe psiquiátrico de su hermano fue en enero, cuando estuvo ingresado en el hospital Doctor Peset de Valencia, tras haber agredido a su madre. El médico reflejó las recaídas frecuentes que sufre por el abandono del tratamiento, el consumo exagerado de cafés, bebidas energéticas y tabaco. Relató también la «sintomatología psicótica con ideas delirantes de perjuicio y religiosas y conducta agresiva», según el facultativo. El informe detalla que en una llamada de teléfono de control al paciente, éste le contestó con un «Cristo al habla» y le preguntó al psiquiatra: «¿Quieres que te evangelice?». Unas palabras que preocuparon al galeno, según consta en el informe hospitalario.
Por estos motivos su hermano está luchando por una solución. «Es un enfermo y tiene derecho a ser tratado como tal y a que le den las medidas necesarias para intentar curarlo y que el día de mañana pueda estar integrado en la sociedad. Medicado, porque eso es para siempre, pero controlado. Que pierda peso, que esté contento de hacer algo útil, porque ahora mismo no hace nada útil, está todo el día tirado, duerme por el día, no para de dar golpes y molestar por las noches», explica. Además, expone los peligros a los que se puede enfrentar: «Fuma en la cama, la tiene toda quemada, cualquier noche se prenderá fuego el colchón y arderemos todos, o cogerá un cuchillo y nos matará a mi madre o a mí. Yo duermo con la puerta atrancada con unas maletas y mi madre con un pestillo».
Pero en esta lucha se encuentra solo, porque su madre, pese a las agresiones que ha sufrido, no quiere denunciar nada para proteger a su hijo. Y de los otros dos hermanos, uno vive fuera y no mantiene relación con ellos, mientras que la otra sufre un trastorno depresivo mayor. «Mi madre cree que lo van a meter en un manicomio y por eso lo oculta todo, miente porque no quiere que su hijo vaya a ningún sitio, y mis hermanos la apoyan. Se creen que yo quiero echar de casa a mi madre y a él, pero lo que quiero es que pongan en orden a mi hermano», asegura.
Por eso, entre las trabas administrativas y la lucha con su familia, se muestra desesperado. «Hay un riesgo de que pueda matar a mi madre y yo no quiero que mi hermano termine en una cárcel. He hablado con él, pero siempre dice que no se acuerda de nada, ni de haberle pegado a mi madre ni nada. No es una mala persona pero está enfermo», expone. De hecho, además de la esquizofrenia paranoide, es diabético, tiene una insuficiencia respiratoria por la que necesita oxígeno en ocasiones y su encierro en casa ha derivado en una obesidad mórbida, ya que pesa unos 150 kilos, que siguen aumentando al no salir a la calle.
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