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Jaime Parra y Jairo Aldonza, tras el acto protocolario este jueves en El Puig.

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Jaime Parra y Jairo Aldonza, tras el acto protocolario este jueves en El Puig. IRENE MARSILLA

Los héroes de la residencia de Moncada: «A más de un metro, no veíamos nada y respirar era imposible»

Los guardias civiles condecorados salvaron más de 70 vidas en el incendio de un centro para personas mayores en Moncada en el que fallecieron otros 9

Jueves, 12 de octubre 2023

A ellos no les gusta, pero como los periodistas tenemos que buscar las palabras que más se ajusten a la realidad, la adecuada para referirse a los guardias civiles Jairo Aldonza (León, 1981) y Jaime Álvarez (Granada, 1995) es héroes. Díganme si no cómo llamarían ustedes a quienes, en una fría noche de enero, se adentran en un infierno de humo y fuego para salvar la vida a más de 70 ancianos que dormían en su residencia de Moncada, que ardió el pasado año. «No veíamos nada más allá de un metro y respirar era imposible», cuenta Álvarez. «Volveríamos a hacerlo», añade su compañero. Ambos, así como la guardia civil Coromoto Souto, han sido condecorados este jueves en el Día de la Virgen del Pilar con la Cruz al Mérito con Distintivo Rojo, la máxima condecoración que otorga el Instituto Armado.

La magnitud de lo ocurrido aquella noche de enero de 2022 en la residencia de mayores de Moncada es complicada de imaginar para quienes no estuvimos allí. La tragedia se desencadenó al filo de la medianoche cuando ardió una regleta en la que había demasiados aparatos enchufados. Los guardias civiles estaban patrullando en una localidad cercana cuando recibieron el aviso. Había pasado algo en la residencia, un centro que Aldonza conocía. «Ya se había dado un incendio ahí antes», comenta. Llegaron los primeros. Lo que se encontraron es material para las pesadillas de todos los que no estamos hechos de otra pasta.

«Nos encontramos una fuerte cortina de humo. Había personal de residencia para recibirnos. Nos dijeron que en el ala donde se había producido el incendio, en el primer piso. estaban los ancianos con movilidad más reducida. Comenzamos a actuar desalojando», cuenta Aldonza. «Había una cortina de humo denso y negra inmensa, no se podía ver. Con ayuda de las trabajadoras de la residencia y con agentes de la Policía Local fuimos sacando a esas personas», relata. Dice que no sabe a cuánta gente salvó. «Nos dijeron que 76 o 77», añade como si fueran multas puestas en un control de carretera o gatos atrapados en un árbol.

Su compañero explica que entraron en el área incendiada «con una linterna y una mascarilla quirúrgica». «No se veía nada, a más de un metro era imposible. Respirar también. Gritábamos para que alguien nos escuchara y pudiéramos sacarlo corriendo sin pensar hasta que el oxígeno llegaba a su límite. Íbamos tanteando las paredes porque la visibilidad era nula. Por suerte conseguimos salir porque si no podríamos haber sido uno más», explica Álvarez. La situación fue tan dramática que cuando llegaron los bomberos, la orden fue clara: «No entra nadie más». Nadie más que no fueran ellos, claro, con bombonas y equipo ignífugo.

«Lo que hicimos fue formar una cadena humana en la que los bomberos iban sacando a los ancianos encamados y nosotros los movíamos y los bajábamos en sillas o en sillas de ruedas hasta sacarlos a zona segura», cuenta Álvarez, que destaca también la labor de los bomberos y de la Policía Local.

¿Qué se le pasa a alguien por la cabeza enfrentado a una columna de humo que sube hacia el techo y que convierte el mundo en una cortina gris y asfixiante? «No piensas. Sólo ayudas. Era lo que tenía en la cabeza. Para una cosa así ingresé yo en la Guardia Civil», dice Parra: «Era el momento de hacer todo lo que se pudiera. Luego entran las otras valoraciones de si era más o menos peligroso. Eso es a posteriori porque en el momento si piensas se pasa la oportunidad».

«Hoy volvería a hacerlo. Va en nuestro sino, es nuestra idiosincrasia. No nos paramos a pensar cuando hay vidas en peligro. Es una cuestión de nuestro Instituto. Lo volveríamos a hacer. No piensas en que tu vida está en peligro. Te queda la emoción de haberlo hecho bien y la tristeza de que hay personas que hoy no pueden estar aquí», añade su compañero: «No hay cabida para el miedo: antepones tu vida a la de los demás». Héroe: para la RAE, «persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble».

Pero hasta los héroes se emocionan. Le ha pasado a Jairo, que lleva 15 años en el Cuerpo, cuando ha visto que quienes les iban a imponer la condecoración eran las mujeres a las que salvaron. Gladys, María, Plácida o Margarita están hoy vivas gracias a ellos. «Me he emocionado, no voy a mentir. No sabía si saludar al general, a la delegada del Gobierno o agacharme», cuenta Aldonza entre risas. «Ha sido un acto muy especial. Hasta una cuidadora ha venido a darme un abrazo y las gracias», explica Álvarez.

Su compañera condecorada, por cierto, no ha podido estar en el acto porque acaba de dar a luz. Tanto el general de zona como la delegada del Gobierno han insistido en la necesidad de que haya más mujeres en el Instituto Armado, aunque las últimas promociones ya llegan al 30% de mujeres egresadas.

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