Secciones
Servicios
Destacamos
Javier Martínez
Valencia
Lunes, 25 de noviembre 2024, 00:20
Gracias es la palabra que más repite Maruja en el reencuentro con sus rescatadores. El fatídico 29 de octubre, la anciana de 94 años vivió ... momentos de gran angustia. Su vivienda se inundó en pocos minutos en la calle Rafael Ridaura en Alfafar. Una veintena de escalones separaban a la mujer de su salvación, la planta superior de su casa, donde vive su nuera. La calle era una rambla. El agua corría con fuerza y comenzaba a arrastrar los coches. Maruja Rodrigo no tenía escapatoria en silla de ruedas, pero llegaron sus ángeles de la guarda: sus vecinos Pedro Moreno y David Pérez, un policía local y un mecánico.
¡Mi abuela, mi abuela! ¡Ayudad a mi abuela!», gritó Verónica. Los dos hombres no dudaron en prestar auxilio a la anciana. Estaba tan asustada como su nieta, pero no perdió la calma. Pedro y David intentaron cogerla en volandas. Uno agarraba por las axilas a la mujer y el otro levantaba sus piernas. La estrechez de la escalera y nos nervios dificultaron el rescate.
«El esfuerzo que hicieron era para verlo. Mi abuela pesa mucho y la subieron a la primera planta poco a poco, escalón a escalón, con pequeños descansos para no hacerle daño», explica Verónica. «Nunca vamos a olvidar lo que hicieron!», añade la joven con gratitud. Cuando iban por la mitad de las escaleras, Maruja dijo: «Dejadme aquí, ya no puedo más». Pero sus vecinos no le hicieron caso. Faltaban una decena de peldaños. Era necesario un último esfuerzo. Y no pararon de estirar y forcejear hasta que la pusieron a salvo.
Tras dejar a la anciana en el primer piso, Pedro y David se apresuraron en salir de la vivienda. El desbordamiento del barranco del Poyo había inundado ya varias casas en Alfafar, y el nivel del agua comenzaba a subir en la calle Rafael Ridaura. El reloj marcaba las 20:08 horas. «Mi cuñado necesitaba ayuda. Su casa está más cerca del barranco. Antes de que Verónica pidiera auxilio, saqué mi coche del garaje y lo tuve que dejar con el motor en marcha en la calle mientras ayudábamos a Maruja», recuerda el policía local.
Cuando los dos hombres salieron de la vivienda, el vehículo de Pedro ya no estaba. «Una vecina lo había movido para sacar el suyo», añade. Fueron momentos de gran tensión y nerviosismo en los que los vecinos temían la furia de la DANA, trataban de salvar algunas pertenencias en las plantas bajas y se ayudaban entre ellos. «Soy músico y perdí un piano, dos órganos y otros instrumentos. El coche de mi mujer también quedó destrozado», afirma Pedro con resignación.
Mientras Verónica subía al piso superior la cena de su hijo, un niño de cinco años, y la silla de ruedas de su abuela, el policía participaba en otro rescate junto con el comisario Santiago Valcárcel, jefe de la Policía Local de Alfafar, y el intendente Antonio Oliver. Los tres hombres improvisaron un equipo de salvamento para socorrer a un joven que corría peligro de ser arrastrado por el agua. Formaron una cadena humana tras sujetarse uno de ellos con una eslinga enganchada a una señal de tráfico, y de esta forma lograron salvar al chico.
En otra calle cercana, el inspector Juan Manuel Romeu, un mando de la Policía Local que está a punto de jubilarse, vivió momentos de gran angustia cuando auxiliaba a un hombre y su hija en un centro de reconocimientos médicos. Las tres personas se refugiaron dentro del establecimiento con el agua hasta el cuello, y fue entonces cuando se rozó la tragedia.
«La corriente nos sacó a la calle. Me agarré a una farola con un brazo y sujeté al padre, pero no pudimos aguantar. Braceaba a oscuras para esquivar los coches que flotaban, y oía los gritos de la joven y de otros vecinos que pedían socorro», relata Romeu. Tras ser arrastrado unos 400 metros, su mano quedó atrapada entre un tronco y un coche. «Me costó mucho sacarla y me rompí un tendón por el esfuerzo», explica el inspector, que estuvo varias horas agarrado a un árbol.
Cuando bajó el nivel del agua, Romeu comenzó a andar con gran dificultad. Las voces que escuchaba le guiaban en la oscuridad de la noche. «Eran dos chicas que estaban subidas en coches. Llegué hasta ellas y los tres caminamos por el agua hasta una zona más segura», señala. Una vez a salvo, dos vecinos de Sedaví se apiadaron del inspector y lo acogieron en la casa de uno de ellos. También le dieron ropa seca para que se quitara el uniforme mojado.
Romeu pidió a un vecino que le dejara su móvil para llamar a su mujer: «Quería tranquilizarla porque no sabía nada de mí». Y horas después recibió una buena noticia. «Me dijeron que la joven y su padre también se habían salvado. Tuvimos mucha suerte. La chica pudo agarrarse a un toldo y unos vecinos la ayudaron, y su padre fue arrastrado hasta un semáforo. Llegamos a pensar que esa noche moríamos los tres», dice con el rostro cariacontecido.
Tras hablar por teléfono y revivir los momentos de angustia, ahora quieren reencontrarse para reforzar un vínculo con sentimientos encontrados: tristeza por la catastrófica DANA y alegría por salvar sus vidas aquella fatídica noche.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El rincón de Euskadi que te hará sentir en los Alpes suizos
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.