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Una cinta policial en la puerta de una casa en la calle Francesc Pi i Margall de Massanassa avisa del riesgo de derrumbe. La crecida del agua ha dañado la estructura, y no es posible acceder a una vivienda donde hasta el pasado 29 de octubre vivía Luis Vila. Quizás por ese nombre no lo conozca mucha gente, pero todo el mundo sabía quién era el 'tauter', el apodo de una familia de funerarios muy conocida en Massanassa. Todavía está en la puerta el cartel con los números de teléfono para avisar en caso de fallecimiento.
En el teléfono fijo ya nadie contesta, ni siquiera existe el cliente, como dice una voz. Porque Juan Vila hace tiempo que se jubiló, y vivía solo en esta casa, que fue además el lugar donde lo encontraron tras la DANA.
En la puerta de la vivienda, pegado con unos trozos de cinta aislante, lleva poco tiempo un papel escrito con un ordenador que empieza así: «Era mi abuelo, mi amigo, mi padre, mi persona favorita en el mundo». La carta es un homenaje de su nieta que, además, ha colgado en la reja de la ventana contigua a la puerta varias fotos donde se la ve a ella con su abuelo, o cuando era joven, en el tradicional retrato con uniforme de la mili...
En el escrito, que no está firmado, su autora se acuerda de «cómo cada semana nos sentábamos en una silla a tomar un 'cafenet' porque era lo que te llenaba el corazón y a mí me lo llenaba ver tu sonrisa». Habla de las coplas que escuchaban juntos en la salida, de cómo dibujaban juntos desde que ella era pequeña, o de cuando se quedaban abrazados en el sofá. «De las tardes en el corral, de oler tu cuello y sentir que era el mejor olor del mundo, la risa interminable, las navidades con belenes kilométricos...».
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La nieta de Juan Vila cuenta además cómo, aunque tenía 89 años, no se merecía irse aún, «irse así. Te vi y mi corazón no podía gritar y llorar más fuerte, no va a poder callar nunca. Te abracé e intenté darte todo el calor que te faltó cuando esta tortura llegó y lo seguiré haciendo con el alma hasta el día en que nos volvamos a ver».
Juan Vila quería vivir solo. Los vecinos explican que una mujer iba todos los días, le hacía la comida y le arreglaba la casa, y que él era feliz así, sin molestar a las dos hijas que tenía. Y ahí mismo murió, cuando la tromba de agua le impidió huir. «Te fuiste en tu casa, la que construiste con tus manos y defendiste hasta el final», reza la carta, que acaba diciendo que el Tauter fue «el hombre más bueno que he conocido en mi vida. Gracias por darlo todo por nosotros, por ser mi familia».
Ha habido muchas personas mayores entre los fallecidos, que vivían en casas de pueblo de planta baja, donde no había salida, a veces ni siquiera una primera planta donde ponerse a salvo de la tromba de agua. También gente con dificultades de movilidad que se veían arrastrados por la corriente.
En circunstancias similares fallecieron en Massanassa los padres de Mariano, que aunque vive a cien metros de la casa familiar no pudo rescatarles y el miércoles por la mañana pudo comprobar que no habían podido resguardarse del tsunami en que se convirtieron las calles de la población.
Ahora la vivienda de Juan corre riesgo de derrumbe, y ni siquiera está permitida la entrada, así que la puerta se ha convertido en un precioso homenaje de una familia que no va a olvidar al Tauter.
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