El horno de pueblo con parking y merendero
HISTORIAS VALENCIANAS ·
La tradición panadera de los Iborra empezó antes de la guerra. Cinco generaciones que han transformado La Beata Inés en un icono con colas diariasHISTORIAS VALENCIANAS ·
La tradición panadera de los Iborra empezó antes de la guerra. Cinco generaciones que han transformado La Beata Inés en un icono con colas diariasCARLOS RUBIO
Domingo, 1 de agosto 2021
Una larga carretera que conecta con Cullera separa el horno de un amplio merendero, un garaje y un gran comedor de dos plantas. Todo construido por la familia Iborra. Antes solo era un campo de naranjos. Ahora aparcas el coche, cruzas la estrecha carretera y te acercas a la entrada. Desayuno, comida, merienda o cena. Da igual la hora. Das un paso adentro y escuchas «¿quién es el siguiente?».
Publicidad
Y esto, si tienes suerte. En Pascua o verano, las monas, bizcochos, pizzas o cocas, aglutinan a tanta clientela que, lo más normal, es que tengas que esperar fuera.
La Beata Inés abrió en 1995. Pero no es ni mucho menos toda la historia panadera de la familia Iborra. La tradición familiar se remonta mucho tiempo atrás. Tanto, que Moisés Iborra, hijo de Ramón, el actual regente del negocio, no es ni capaz de cifrarlo.
Ya su bisabuelo tenía un horno en Sueca. La familia Iborra siempre ha sido de allí. Sin embargo, la faena que daba el horno en aquel entonces no era suficiente para mantener a todos los hijos. Fue el abuelo de Moisés el que decidió tomar la iniciativa y marcharse al extranjero. A Francia, París, concretamente a una empresa de aviación, Mirage.
Sin embargo, la distancia no apartó al abuelo de su auténtica pasión. Durante su estancia en París nació Ramón, el mayor de sus dos hijos y padre de Moisés. Lograron ahorrar una pequeña fortuna que les permitió volver y comprar el actual horno Iborra del Mareny de Barraquetes. Fue Javier el que cogió el testigo del horno, y su hermano Ramón, junto a su mujer, Noemi, y sus dos hijos, Ramón y Moisés, se embarcaron en una nueva aventura. Compraron un horno que se encontraba a tan solo dos kilómetros de distancia, en el Mareny de San Lorenzo. Era 1995, momento en el que junto a su familia, creó la Beata.
Bordeando el horno, una carretera. Ni tan siquiera tenía acera cuando abrieron. Enfrente, un campo de naranjos. Apenas podían detenerse los coches. «Compramos el campo e hicimos un pequeño parking, así podían, al menos, detenerse algunos coches», recuerda Moisés.
Publicidad
Sin embargo, ese fue el inicio de un gran lavado de cara. «Los surfistas venían de la playa y compraban. Se sentaban o en sus coches o en las cajas vacías que dejábamos allí almacenadas. No nos cabía todo el producto dentro».
El menor de los Iborra recuerda las palabras de su padre al ver la situación: «¿Che, y si ponemos cuatro mesitas? Comenzamos con bancos de piedra, más tarde vino más gente, tuvimos que poner mesas normales, móviles. Luego las anclamos. Lo último, decidimos comprar tres casas cercanas a la zona del merendero, reformarlas por completo y crear un espacio más cómodo para días de frío o mucho calor».
Publicidad
Hoy en día el horno Iborra aún lo regenta la familia de Javier, y La Beata, la de Ramón. Aunque sean dos negocios similares y bastante próximos, no hay competencia. «Son dos grandes hornos y todo lo hemos construido poco a poco desde cero. Da igual a cual de los dos ir, no nos consideramos contrincantes. Al final y al cabo, todo se queda en casa», sonríe Moisés.
Son 5 generaciones y muchos años de historia, que no son olvidados. Un día, los regentes de la Beata se quejaban en casa del estado de la harina. Moisés recuerda la respuesta de su abuelo: «eso no es nada. En tiempos de guerra, cuando yo trabajaba, la harina nos venía en tan malas condiciones que no 'lligava'. Se usaba más de lo adecuado las partes de la planta, si no, ni se podía conseguir la harina. Fueron tiempos muy duros, solo se hacía pan de molde».
Publicidad
Pero ahora, para la familia es momento de mirar al futuro, continuar construyendo un proyecto que la siguiente generación pueda heredar. Moisés y su mujer tienen dos hijos que, al igual que el joven Iborra, también se han criado con masa para jugar.
«Por supuesto, me gustaría que la familia continuara con la tradición. Tengo dos hijos, uno de 11 y otro de 7 años. Me gusta ver cuando juegan porque, al igual que otros niños juegan con plastilina, ellos lo hacen con pasta. Y ya no se les escurre entre los dedos. Si quieren podrán tomar el relevo», asegura Moisés.
Publicidad
De hecho, esa complicación que subraya el hornero es también el motivo por el que ninguno de los cuatro se ha retirado del negocio, a pesar de su claro éxito. «No creo que pudiéramos hacerlo. Es un negocio que hay que conocer muy bien. En el producto puede influir desde la temperatura hasta la humedad del día. No es algo que se pueda aprender en un momento», asegura Moisés.
La Beata vende comida salada y dulce. Pero insisten en no distinguirse por un producto en concreto. Desde el horno remarcan «vendemos ilusión, alegría. Las ganas de traer a un conocido y presentarle el sitio. Llevarte algo y comerlo con amigos. Eso es lo que buscamos».
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.