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El agricultor Héctor Molina, en los terrenos de la escuela. iván arlandis
Huertos con tutor para urbanitas despistados

Huertos con tutor para urbanitas despistados

Educación verde. El agricultor Héctor Molina impulsa un proyecto de cultivo guiado y colaborativo en Valencia para cocineros que quieran aprender a cosechar sus propias verduras

M. HORTELANO

Sábado, 27 de marzo 2021, 23:53

Cultivar la tierra es algo tan antiguo como el propio mundo. Sin embargo, a día de hoy sigue pareciendo casi exótico para quienes tienen su único contacto con verduras y frutas a través de los lineales verdes del supermercado. A veces por desconocimiento, desinterés o simple miedo a no saber hacerlo, la mayoría de personas no se han planteado nunca tener su propio huerto o conocer más a fondo de dónde viene todo lo que comemos en nuestro día a día en casa en un restaurante. Pero las cosas comenzaron a cambiar hace unos años, con la irrupción de las políticas verdes, una mayor concienciación ambiental y, por qué no, una moda por todo lo saludable y ecológico que ha abierto las puertas del campo a un nuevo público que cada día quiere tener un mayor control del origen de su despensa, en casa y en los restaurantes que frecuenta. Porque no, las lechugas de las ensaladas no salen de las bolsas, sino de la tierra.

Valencia, rodeada de centenares de hectáreas de huerta y un clima favorable para las actividades al aire libre, es una ciudad ideal para iniciarse en la agricultura. Su despensa metropolitana ha conseguido abrir nuevas vías de ocio y negocio para particulares, con el auge de las cajas de fruta y verdura a domicilio, y ha abierto un nuevo capítulo en el relato de algunos cocineros y cocineras que han incorporado a la huerta como la verdadera despensa particular de sus proyectos. En esas, ha llegado Héctor Molina, joven agricultor de Vila-real, que dejó hace una década una vida entre despachos y azulejos para pisar tierra, y monta en este loco 2021 un proyecto que va a revolucionar el ecosistema gastronómico de la ciudad a todos los niveles.

¿Y cómo? Pues haciendo algo que siempre ha estado ahí, pero que nadie ha sabido ver: ayudarnos a entender el campo. Molina y su equipo traen a Valencia su máster en la vida verde. Un título que no se cursa en ninguna escuela, para el que no hacen falta libros y en el que el reconocimiento viene en forma de producto vegetal y manchas de barro. Para ello, han habilitado una docena de parcelas cultivables en plena Font d'En Corts, junto a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, para montar una especie de cooperativa de huertos urbanos que estará tutelada por un equipo de agricultores que guiarán a sus inquilinos en el mundo de algo tan sencillo y complejo como el campo. El proyecto arranca con una decena de cocineros valencianos y varios particulares, que dispondrán de parcelas de 50 metros cuadrados de huerta para cultivar sus propias frutas y verduras sin salir de la ciudad.

Pero la historia trae consigo una verdadera revolución más allá del verde. Una nueva manera de entender las cosas en la que la vida se vive más lento. En la que el ritmo lo marcan las estaciones, la paciencia es un valor y la recompensa un tomate con sabor. Otra manera de conectar con el entorno, con lo que nos rodea y volver a medir el tiempo en temporadas de cosecha.

Además, la cosa es sencilla. En el precio del servicio por uso de la parcela viene incluida la formación, el asesoramiento, las semillas, el seguimiento y, por supuesto, la recolección de los productos. Una especie de huerto con tutor que permitirá a los nuevos hortelanos aprender a cultivar su tierra con la ayuda y conocimiento de agricultores con experiencia e incorporar esta rutina en el día a día de sus negocios y de un arte tan agradecido como el de comer y dar de comer.

Los encargados del proyecto impartirán una formación básica sobre productos, utensilios, temporada, plagas, compostaje y demás conocimientos para que quienes lleguen a su parcela puedan empezar el recorrido con un proyecto en la cabeza. El compromiso pasa por trabajar la tierra al menos una vez a la semana, pero donde no llegue el nuevo hortelano llegará Héctor Molina y su equipo. «Un huerto requiere estar pendiente a diario, pero somos conscientes de que no todo el mundo puede hacerlo porque tiene su trabajo. Nosotros haremos el control y seguimiento de las parcelas para que todo esté en orden», asegura, que ya vaticina que «la gente se acabará enganchando y rascando horas para ir a darle a la azada». Se trata de poner a disposición de los nuevos usuarios el banco de semillas que llevan años almacenando, la innovación aplicada a las numerosas variedades que han conseguido archivar, enseñar técnicas como el compostaje para que los cocineros puedan incluso utilizar sus desechos orgánicos en su parcela y ayudarles a decidir qué variedad de una u otra verdura casa más con el plato que tienen en mente para el próximo menú. Un círculo casi perfecto en cocina. «El campo te enseña a observar. Enseñaremos a escuchar a las plantas. Porque a las plantas no hay que hablarles, hay que escucharlas», dice Héctor Molina, que quiere poner patas arriba las despensas de una decena de restaurantes. El proyecto pone a disposición de los usuarios no sólo las semillas y la formación, sino las herramientas necesarias para cultivar, el regadío o el control de plagas o de hierbas adventicias. Pero también cuidarán la parcela de quienes se tomen unos días de vacaciones o de quienes tienen un imprevisto. «Tener un huerto implica muchas obligaciones, pero lo que te acaba dando compensa con creces el esfuerzo», cuenta. Un paso más en una nueva manera de vivir.

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