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José, vecino de la calle Colón de Paiporta, sujeta la fotografía que apareció durante el discurso de Navidad del Rey. IRENE MARSILLA
La imagen del discurso del Rey, 50 días después

La imagen del discurso del Rey, 50 días después

Vecinos de la calle Colón de Paiporta, que apareció en la fotografía escogida por la Casa Real en Nochebuena, reclaman más ayudas

Jueves, 26 de diciembre 2024, 19:31

En el número 34 de la calle Colón de Paiporta, abrieron bien los ojos frente a la pantalla de televisión mientras el Rey pronunciaba el tradicional discurso de Navidad. Felipe VI grabó su mensaje en el Salón de Columnas del Palacio Real y, entre los escasos elementos decorativos, había un marco que no pasó desapercibido. Y es que mostraba una fotografía de las labores de limpieza llevadas a cabo a cabo en el municipio de l'Horta Sud el pasado 7 de noviembre. La instantánea descansaba sobre un mesita de madera en la que también podía verse un ejemplar de la Constitución. Un detalle que enseguida llamó la atención del vecino paiportino José, quien tenía encendido el televisor. El trágico escenario que aparecía en la foto escogida por la Casa Real era la puerta de su casa.

«Al verlo, ubiqué la calle. Me parece un gesto bonito», comenta José mientras sujeta una fotocopia de esa fotografía de Biel Aliño (Agencia EFE) que ahora ha dado la vuelta a toda España. En la imagen aparecen militares, voluntarios y vecinos trabajando codo con codo para sacar lodo y desechos. La calle Colón, próxima al barranco del Poyo, ha dejado atrás el caos que reinaba aquel 7 de noviembre. Han transcurrido 50 días. Sin embargo, el vecindario continúa lejísimos de la normalidad.

La calle Colón de Paiporta, el pasado 7 de noviembre. BIEL ALIÑO/EFE

«Ahora la situación está mejor que estaba. Pero bueno, poco a poco», apunta José, quien reside en el primer patio que hay al girar la esquina entre las calles Sant Josep y Colón: «Mis padres viven en la primera planta y yo en la segunda. Afectó a la cochera, en el bajo». Del balcón más elevado cuelga una Senyera. En el anterior número, el 32, vive María Isabel con su marido y su hijo. En la puerta de entrada, hay un cartelito pegado con un mensaje escrito con rotulador: «Coged lo que necesitéis. Son donaciones de voluntarios».

Abre la puerta. Sale María Isabel junto a su pequeño, Cayetano, de 11 años. En el salón, un árbol de Navidad. «Las fiestas están siendo un poco surrealistas por todo lo que se ha montado. Es verdad que para los niños han hecho muchas cosas», destaca refiriéndose a las donaciones de regalos.

La calle Colón de Paiporta, ese jueves. IRENE MARSILLA

En su vivienda, el agua superó los 1,60 metros de altura. Al mirar la ya célebre fotografía, le vienen palabras de reconocimiento para las nuevas generaciones: «Aquí ya había voluntarios el primer día. Vino mucha gente joven. Eso ha sido la maravilla de todo esto, la gente joven, que nadie daba un duro por ellos. Venían con botas, palas, escobas, comida... Lo traían todo».

Siguen recibiendo la colaboración de los ciudadanos: «El otro día trajeron más cosas y las he sacado a la puerta». Hay cajas con botas, mascarillas, guantes...

En casa de María Isabel, en el balcón de la primera planta, está desplegada una lona con la imagen de la Virgen de los Desamparados: «Todos los santos de mi madre que tenía en casa se han salvado. Cuando encontré a la Mare de Déu, la saqué». Ya decoraba la calle Colón el 7 de noviembre. Y ahí sigue.

«Tenemos altura, pero todo lo de abajo lo perdimos. Puedo vivir porque tengo arriba una habitación y un baño», cuenta. Y lamenta la falta de ayuda: «He recibido 6.000 euros de la Generalitat y una tarjeta de Cruz Roja. Pero con 6.000 euros no se empieza ni una casa ni un negocio». Ha perdido el restaurante que regentaba en Catarroja: «No creo que lo pueda reabrir. Tendría que meter muchísimo dinero para volver a empezar y tengo 53 años. ¿Voy a estar toda mi vida pagando? No sé cómo lo haré». Y recuerda la visita de los Reyes al municipio el pasado 3 de noviembre. Un encuentro que estuvo envuelto de tensión: «Eso no era contra ellos. Hemos estado abandonados desde el primer día». Eso sí, valora la comunión que se ha creado en la localidad: «Ahora se ha hecho un piña muy fuerte».

Durante estos 50 días, la rutina ha sido especialmente dura, tal y como relata José: «Ir sacando barro, limpiando e intentando volver a la normalidad. Es lo único que podemos hacer». Conserva su empleo en Hermanos March, una empresa especializada en el servicio de contenedores, movimientos de tierras, excavaciones y derribos que ha colaborado en Picanya desde el inicio. «Es traumático», añade.

Según cuentan los vecinos de la zona, la mujer que aparece de cara en la fotografía se había instalado en la calle Colón poco tiempo antes de que irrumpiera la dana. Había reformado recientemente la vivienda. Ahora, después de que la riada triturara la inversión realizada, apenas aparece por el lugar. Tendrá que esperar para retomar el proyecto vital que había emprendido.

En la casa contigua, reside un antiguo mecánico que dedica horas y horas a devolver la vida a una bella motocicleta. Es un amante de las Harley Davidson, como bien demuestran los cuadros y las figuras que han sobrevivido y decoran unas paredes rebosantes de humedad. Ha desmontado prácticamente cada una de las piezas del vehículo para eliminar el barro, que se ha colado por los huecos más insospechados. Arduo trabajo en la planta baja de su hogar. Tiene la esperanza de que su preciada moto vuelva a rugir. Un motor que lucha por arrancar de nuevo. Como cada vecino de la calle Colón. Como el resto de la zona cero.

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